Vocación atípica
El fraile dominico Miguel Gonzalo Liquete recuerda su infancia y juventud en Nogal de las Huertas
Texto y fotografía de Soraya de las Sías.
|
Miguel Gonzalo, en el convento de los Dominicos en Palencia. / S. S. |
El pasado fin de semana Miguel Gonzalo Liquete regresó de Madrid a tierras palentinas, a Carrión concretamente, para participar en la reunión que organizan y celebran cada dos años los frailes dominicos que tomaron hábito en 1958. La agenda estaba cargada de actividades y, por más que intentó hacer un hueco, no tuvo tiempo para pasarse por su pueblo natal: Nogal de las Huertas. «Una pena», dice, aunque especifica que estuvo allí en verano y tuvo la oportunidad de ver las últimas obras que se han llevado a cabo: la plaza con jardines frente al Ayuntamiento y los nuevos accesos remozados al monasterio de San Salvador.
Una visita en la que comprobó que el pueblo donde se crió ya no es el mismo. Porque aquellas calles por las que corría y jugaba de niño han pasado a estar casi vacías. «Como consecuencia de la despoblación, sales a pasear y te cruzas con alguien de casualidad». Porque aquel monasterio al que acudía con los amigos y amantes del patrimonio dice adiós cada día por culpa de las manos amigas de los ajeno. «Y el problema se acuciará si el dinero público no se invierte en la conservación de lo poco que queda en pie tras la grave expoliación sufrida». Porque aquella iglesia en la que le bautizaron y donde tomó la primera comunión ha pasado a ser parte del ayer. «Y aunque no es el momento de buscar culpables, no puedo dejar de lamentarlo».
Es verdad, Nogal no es el mismo. Pero tampoco quiere que se entiendan o relacionen estas palabras con una actitud pesimista y despegada hacia su pueblo. Todo lo contrario. Siempre lo tiene presente en sus pensamientos y guarda un grato recuerdo de su infancia allí. «Cuando íbamos a jugar al corral de ovejas que había cerca de las antiguas escuelas, hoy convertidas en templo parroquial», señala el fraile.
Historias que añora y anhela y entre las que destaca la que habla del inicio de su carrera religiosa, que él mismo describe como bastante rara. Empezando porque era un joven que había estudiado en la Academia de Aviación de la Virgen del Camino y que había pensado en su futuro fuera del medio rural, y continuando porque tenía novia, con un compromiso casi formal, y porque no estaba especialmente vinculado a la fe cristiana. Al menos, no más que cualquier joven de la sociedad de los 50, cuyo compromiso con la Iglesia se sellaba con una actitud de respeto y con acudir a misa los domingos y fiestas de guardar.
Hasta que llegó a Nogal y a Población de Soto, entidad menor, un sacerdote con un espíritu de cambio que enseguida conectó con los vecinos, especialmente con los jóvenes. «Organizó todo para fundar un grupo de Acción Católica y fue entonces cuando se fijó en mí, en mi carácter abierto y extrovertido. Pensó que era el mejor candidato para ser el presidente. Aquello fue...», apunta Miguel, que deja incompleta la frase para suspirar profundamente en un claro gesto de demostración del orgullo que la propuesta le causó.
Comenzó a trabajar con círculos de estudio, con grupos de teatro y encuentros con los fieles en los que explicaba los primeros años de historia del cristianismo. Esta nueva faceta era perfectamente compatible con la relación con su novia. Pero poco a poco, estas actividades despertaron una clara vocación que había permanecido aletargada y adormecida. «Hasta que un día no pude aguantarme y le espeté al cura que si me dejaba la novia me metía fraile», bromea. No esperó a que ella dijera adiós. Miguel se encargó de trasmitirle lo que sucedía y de informarle de las nuevas riendas que iban a guiar su vida. «No rompí con ella de forma traumática. Entendimos lo que sucedía sin problema alguno y sin rencor. De hecho, la he vuelto a ver años más tarde con su marido y ha sido una agradable sorpresa para ambos», matiza.
Con las maletas cargadas de devoción viajó a Guipúzcoa y a Caleruega, en Burgos, donde tomó el hábito. En el convento de los Dominicos de Palencia hizo el noviciado y continuó sus estudios de Filosofía y de Teología en Caldas de Besaya y en Salamanca, respectivamente, antes de llegar a Madrid y hacerse cargo de la parroquia de la basílica de Nuestra Señora de Atocha. Un bagaje que influyó en su nombramiento posterior de prior en Oviedo. Un cargo quizá demasiado frío, comedido, protocolario o serio al que no consiguió amoldarse y al que renunció para regresar a la parroquia, al trato directo con sus fieles.
«El próximo 5 de octubre se cumplirán 40 años de mi llegada a Madrid, habrá que celebrarlo», concluye Gonzalo Liquete, quien asegura que le queda aún mucho tiempo por delante para seguir ayudando a la gente de su parroquia, para seguir recordando Nogal, donde sí se quedó sin novia, pero compuesto de una vocación tan atípica como sincera.
PATRIMONIO ARTÍSTICO
El monasterio de San Salvador cuenta con nuevos accesos y jardines
S.S./PALENCIA
Después del desafortunado derribo que sufrió la iglesia de San Cristóbal años atrás, el edificio de las antiguas escuelas se ha habilitado como templo parroquial. Apenas se consiguieron salvar las campanas y algunas de las tallas e imágenes de los altares y retablos, que ahora lucen en lo que antaño fueron aularios. La visita merece la pena. Del mismo modo, merece también una visita el monasterio de San Salvador, una de las señas de identidad del románico en la provincia de Palencia, aunque esté en ruinas. El templo presenta, gracias a una ayuda de la Junta, nuevos jardines con bancos para los excursionistas y nuevos accesos que vetan el paso de los vehículos.
FIESTAS
Hoguera y verbenas
Los nogaliscos celebran las fiestas patronales el 10 de julio en honor a San Cristóbal. Además de los actos religiosos, el programa de actividades incluye competiciones de juegos populares y verbenas. Por su parte, los vecinos de Población de Soto, la entidad menor, celebran a San Juan con la tradicional hoguera y con sesiones de baile. / S. S.
|
|