El más travieso del pueblo
Enrique Relea Porro Inventor e ingenioso, a sus 80 años, cuenta las ausencias que el tiempo va dejando en los bancos de la iglesia
LEONOR RAMOS
Villanueva del Rebollar tiene a su particular 'Daniel, el travieso'. Enrique Relea Porro, de 80 años, ha sido un trasto. Pero entre trastada y trastada, ha trabajado mucho, se ha enamorado, ha sido padre y hoy, reconoce, le ha llegado el momento de descansar, de dormir mucho -unas 12 horas al día- y de jugar a las cartas, una de sus grandes pasiones. Aunque ahora también se está aficionado a la televisión por su mujer. Con gracia, reconoce que «veo a la Belén Esteban diciendo cuatro tonterías por las noches».
Siempre supo levantarse de sus numerosas caídas, desde joven. Era el primero en subirse a los árboles más altos del pueblo, y el primero en domar a un caballo que nadie lograba tranquilizar. «Para los golpes que he tenido, ahora reconozco que a mis 80 años estoy estupendo», asegura. Será porque todas los días recorre el pasillo de su casa unas cuantas veces para fortalecer las piernas.
A uno de los doscientos vecinos que hace años tenía el pueblo, le sorprendía mucho que nunca veía a Enrique salir de casa. Pensaba que Enrique no trabajaba, pero rápidamente lo aclara el protagonista. «Yo salía de casa de madrugada y regresaba de noche, me levantaba a las tres de la mañana y regresaba a las 12 de la noche», insiste.
De los cinco quintos que eran, ya sólo queda Enrique. Villanueva también sufre la despoblación. Cada día en misa, Enrique cuenta a sus vecinos y la cifra va cayendo. A pesar de todo, mantiene la sonrisa mientras me enseña algunas fotos antiguas, e incluso una hoja donde ha ido apuntando todo su árbol genealógico y que ahora guarda con mucho cariño. Mira el reloj y se da cuenta de que es la hora de tomarse la pastilla -«ya soy mayor, y los medicamentos hay que tomarlos»-, afirma. «Mi mujer estará preguntándose dónde estoy, porque siempre soy muy puntual», añade, pero la conversación sigue tranquilamente su curso.
Y también, a pesar de su edad, Enrique Relea continúa conduciendo. «Lo hago en distancias cortas, pero todavía me pongo al volante», comenta. Todos los días coge su coche y se va a Abastas, en donde juegan al mus, al tute, «o a lo que se tercie», explica. Y es que las cartas y las partidas siguen siendo la mejor forma de entretenimiento de los pueblos. Y se desplaza hasta Abastas «no porque en Villanueva no tengamos teleclub, que sí lo hay, si no porque sólo lo abrimos los festivos», matiza.
Nada se le resiste
Relea es un 'manitas' con las cartas y también con cualquier cosa que le propongan. Enrique ha construido con sus propias manos un sinfín de elementos: un sistema eléctrico para ordeñar vacas, una huerta con un sofisticado sistema de riego y, por qué no, una nave de grandes dimensiones. Nada se le ha resistido. Hace ya más de cuarenta años recibió un premio de la Feria FIMA de Zaragoza que le reconoció como un agricultor destacado en otros ámbitos. Todavía recuerda, lo que le dijo a un político: «gracias y hasta el próximo año». Enrique sigue confiando en sus posibilidades.
Se le iluminan los ojos, todavía más, cuando habla de su mujer, seis años más joven que él. La conoció en uno de sus numerosos viajes de joven a Villacuende. Allí bailó con ella y, tras una amplia conversación, no se la pudo quitar de la cabeza, hasta que pasaron cinco años y se volvieron a encontrar. Y como se decía antiguamente, aunque todavía haya valientes que se aventuran a usar las mismas palabras: «No voy a ir con ninguna otra chica hasta que te cases conmigo».Ha vivido desde niño en Villanueva -menos los dos años que estuvo en los Maristas de Carrión por estudios-, y asegura que se trata de un pueblo muy abierto y amigo de los forasteros. «Si viene un forastero, él tendrá preferencia en todo». Y no me cabe la menor duda, porque yo pasé de forastera a una más del pueblo durante la entrevista.
|