Moratinos

Punto y seguido en el camino

A pesar de la sequía, la cosecha no ha sido tan mala como se esperaba en el municipio de Moratinos

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Vista de Moratinos desde la parte alta de las bodegas.

Como un punto y seguido. Con un particular bosque de metal. Con arroz y tapial a partes iguales..., este municipio despide al Camino de Santiago a su paso por
Palencia.

Primero Moratinos y un poco más allá San Nicolás del Real Camino acogen al peregrino y le abren el sendero hacia León, no sin antes ofrecerle en esta última localidad un albergue con veintiún plazas y un restaurante donde se barrunta la exquisitez de sus afamados platos de arroz, con un sabor difícil de olvidar.

Ambos pueblos encuentran en los caminantes algo más que un poco de ambiente. «Si no fuera por los peregrinos, estos sitios estarían muertos», asegura Jesús Ángel González, alcalde del municipio. «Unos vienen andando, otros en bicicleta, alguno con caravana... Unos pasan, otros se quedan a dormir, y muchos visitan los pueblos y preguntan por la columna que queda en pie del hospital de peregrinos que hubo en el siglo XII».

Pero ésta solamente es una de las facetas de este lugar, que al igual que toda la zona depende de la agricultura, dado que ya únicamente queda un rebaño de ovejas en Moratinos.

A pesar de la sequía, no ha sido un mal año de cosecha en este lugar, donde las nieves del invierno consiguieron ayudar.
Sin embargo, las expectativas son dudosas en este momento, a poco más de un mes para que se inicien las labores en el campo. «No sabemos ni qué sembrar», dice Jesús Ángel González.

El que no tiene problemas de agua es el Bosque de las Ninfas, que se plantó junto a la autovía, a las afueras de San Nicolás. Árboles de hierro con formas caprichosas que componen un paraje singular. Como otro punto y seguido más en el camino.

Las ninfas del peregrinaje

El trazado de la ruta jacobea a su paso por la provincia finaliza en Moratinos y San Nicolás

Soraya de las Sías

Un viejo sendero conduce al viajero a Moratinos, un pequeño pueblo de Tierra Campos, donde el alto del Castillo, poblado de bodegas, sobresale entre el caserío de adobe y tapial. Un paseo por las calles despierta la curiosidad y regala una de esas imágenes del medio rural: unas botas camperas desgastadas y dos bicicletas oxidadas junto a una puerta de madera que parece haber vivido sus últimas horas.

El hallazgo de esta estampa responde únicamente a la casualidad, pero bien podría encajar en el álbum fotográfico de Moratinos y de su entidad menor, San Nicolás del Real Camino, donde el Camino de Santiago se despide de la provincia palentina para adentrarse en tierras leonesas. Bicicletas oxidadas que recuerdan el paso de viajeros que han elegido diferentes medios de transporte para avanzar por las antiguas calzadas hasta llegar a la capital gallega. Un par de botas desgastadas que dejan patente el cansancio en los pies de los peregrinos, soportando ampollas y heridas tras muchos kilómetros de ruta jacobea recorridos.

Un merecido descanso que encuentra en estos dos rincones la necesaria tranquilidad para recuperar fuerzas y ánimos y la perfecta acogida de los vecinos para hacer un hueco en su particular diario de viaje y apuntar el relato de viejas leyendas y de un montón de esperanzas depositadas en una vía convertida en uno de los focos turísticos más relevantes de la provincia.

« Son muchos los peregrinos que han pasado por aquí. Admiran el sosiego y la calma, encuentran el lugar perfecto para descansar y para empaparse de la historia del camino, con referencias del hospital de peregrinos que existió en San Nicolás en el siglo XII, del que solo queda una columna», señala el alcalde, Jesús Ángel González.

Los caminantes tienen por delante nuevos rincones que visitar y nuevas experiencias que vivir. Pero antes de abandonar la provincia en dirección a Sahagún, un bosque de ninfas les espera. Árboles de hierro junto a la autovía transformados en perezosas deidades y nereidas que les auguran un peregrinaje en el que la imaginaci ón no robará ilusiones.

Unidos por el camino

Dos familias extranjeras han comprado viviendasy se han instalado en Moratinos

Soraya de las Sías

Dice Modesto Celada Vaquero que el único mérito que tiene su libro, ‘En la Tierra de Campos: Memorias de un labrador’, publicado en el 2006, es que haya salido de las manos de un humilde jubilado que ha dedicado su vida a la agricultura. No es cuestión baladí. Más si se tiene en cuenta que este vecino de Moratinos apenas tiene estudios primarios y que ha tenido que echar mano de infinidad de apoyos para publicar su particular homenaje a la tierra natal.

Ha contado con la ayuda de su inseparable esposa, Raquel González, y con la de su familia, que le ha animado en su aventura de escritor aficionado. Hilario, su segundo hijo, ha sido el encargado de escribir el prólogo, donde hace hincapié en que las páginas son «una mezcla de memorias y de estudio antropológico y social contado en un estilo sencillo y personal, sin sutilezas estilísticas ni otras pretensiones».
Con ese carácter llano describe Modesto algunos pasajes de la historia local, de la literatura popular, de los cuentos de sus abuelas Nicasia y Patricia, de los juegos infantiles, de los maestros y curas, del mendigo que fue poeta o de la guerra civil. «Mi gran vicio es leer. Por eso cuando me jubilé y tenía tiempo libre, decidí que la meta era escribir y dejar plasmadas mis vivencias», señala Modesto.

La carrera no ha estado libre de obstáculos, pues asegura que ningún editor palentino se interesó por su proyecto. «He tenido que luchar mucho. Gracias al apoyo de Antonio Zavala, director de las colección de Narrativa Popular lo conseguí», agrega Modesto, que explica que entre los capítulos se cuelan las anécdotas que los peregrinos dejan a su paso por el municipio.

Historias a las que se pueden unir las que ahora protagonizan dos familias extranjeras que se han afincado en Moratinos. Los primeros en llegar fueron James Slevin y Marianne Potterton. Él, londinense y colaborador activo de varias oenegés. Ella, irlandesa, artista y fotógrafa. Se conocieron en el 2005 cerca de Santiago de Compostela. Desde allí decidieron comenzar su particular aventura por la Vía de la Plata, pero el trayecto se interrumpió en Mérida, donde Marianne se dio cuenta de que estaba embarazada. «Recuerdo que cuando regresábamos para Pamplona pasamos por Mortainos. Nos encantó la tranquilidad del pueblo. Los vecinos fueron muy agradables», señala Marianne.

Después de nacer su hija Poppy Camino, la pareja regresó a Moratinos para interesarse por unos terrenos. Cuando ya tenían el trato cerrado, retomaron la ruta a Santiago, donde nació su segundo hijo, Finne. A los pocos meses, regresaron para comenzar las obras en la vivienda que habían adquirido. «No será un albergue. Abriremos nuestra casa a los peregrinos para que puedan descansar y compartir sus experiencias de una ruta tan espiritual», agrega Potterton, que lamenta que los albañiles que se encargaban de las obras les hayan abandonado. «Menos mal que James entiende algo y que cuenta con la ayuda de Sebastian, un peregrino que ha llegado hace días y nos ayuda», agrega.

Estos jóvenes fueron a su vez los que animaron a los norteamericanos Patrick y Rebeca a instalarse en Moratinos, donde residen desde hace varios meses. El idioma no es problema. Unos y otros se aclimatan. Por si acaso, cuentan con la ayuda de Julia Tejerina, diplomada en Lengua Extranjera que hace de intérprete mientras prepara los exámenes para una oposición.

Entra y opina en la red

Una pareja de anglosajones se ha asentado en Moratinos y ha creado un blog en torno a este municipio

Eduardo Plaza

Los soportales de la iglesia de Moratinos acogen más de un día a los peregrinos que paran a descansar y a reponer fuerzas. Después retoman el pulso al Camino de Santiago y llegan hasta San Nicolás del Real Camino, el otro pueblo perteneciente a este municipio en el que sí repercute más, al menos desde el punto de vista económico, el paso de la ruta jacobea. Y es que en San Nicolás hay un restaurante que cuenta con mucha aceptación, especialmente los fines de semana, y un albergue de peregrinos que regenta desde hace unos años un matrimonio afincado en Sahagún. Esta cercana localidad leonesa es la de mayor población de la comarca, por lo que los vecinos de Moratinos suelen desplazarse hasta allí con asiduidad para beneficiarse de los servicios que ofrece.

Acento anglosajón

Algo parecido quería promover en Moratinos una pareja de ingleses que compró una casa en este pueblo con la intención de arreglarla y abrir un albergue. Sin embargo, dejaron la vivienda que estaban acondicionando y se marcharon asegurando que no tardarían en volver. Pero de eso aún no se sabe nada.

Los que sí se han establecido en Moratinos son otra pareja también extranjera, en este caso compuesta por un inglés y una americana. «Habían hecho el Camino de Santiago y les gustó el pueblo cuando pasaron por aquí. Además, son gente muy agradable y están muy identificados con el mundo de los peregrinos», explica el alcalde de Moratinos, Esteban Velasco. Tan identificados se encuentran con este pequeño municipio palentino, Patrick y Rebeka -así se llaman-, que hasta han apostado por crear un blog en internet: www.moratinoslife.blogspot.com.

Una original forma, sin duda, de abrirse al inmenso mundo exterior que navega por la red y dar a conocer la vida de gente sencilla que lucha para que su pueblo no desaparezca del mapa.

Caminante, sí hay camino

Por el término de Moratinos discurre la vernácula y espiritual traza de la ruta jacobea y en él se despide de la provincia de Palencia para hacerse leonesa

GONZALO ALCALDE CRESPO

Decía Machado 'caminante no hay camino, se hace camino al andar...' y es muy posible que el gran poeta tuviese razón. Pero no es el caso del término municipal de Moratinos y de su pedanía de San Nicolás, donde el camino está hecho desde ya hace muchos siglos. Unos dicen que diez, y otros que cerca de veinte, pues aseguran que sus hitos ya los marcaron los agrimensores romanos.

Sea como fuere, el caso es que por el término de Moratinos discurre la vernácula y espiritual traza del Camino de Santiago, y que en él se despide de la provincia de Palencia para hacerse leonés después de haber recorrido transversalmente más de setenta kilómetros por todo el centro de la Tierra de Campos palentina.
Cuando los peregrinos llegan por la antigua traza del Camino a Moratinos, lo primero que vislumbran es su recogido y agrupado caserío. Y antes de entrar a él, un montículo, que en el pueblo nombran como El Castillo, donde se asegura que existió un torreón defensivo desde el cual los monjes-soldado templarios prestaban protección y cobijo a los peregrinos que por allí transitaban.

Realidad, leyenda, vaya usted a saber, hoy sus entrañas se dedican a misiones menos protectoras y más prosaicas, alojando un buen número de tradicionales bodegas-cueva, donde está claro que se sigue criando vino, pues veo que camino de ellas va un vecino con algunas botellas en la mano.

Al entrar en Moratinos, el Camino de Santiago se convierte en la Calle Real. ¡Ahí es nada! Irremediablemente nos llevará hasta la enladrillada espadaña de su sencilla iglesia parroquial de Santo Tomás, donde un más posteado pórtico nos facilitará el acceso a su interior, en cuya única nave veremos un sencillo retablo que conserva un buena imagen de la Virgen con el Niño del siglo XVI y un San Roque simpáticamente popular. Frente por frente a la iglesia, se localiza el edificio de la Casa Consistorial, donde se están realizando obras por parte de la Diputación de Palencia para acondicionar el consultorio médico, que se aloja y da servicio en el mismo edificio municipal.
Muy cerca de él, nos topamos con una buena casa de ladrillo mudéjar, sobre cuya fachada toma el sol un loro enjaulado, que según nos dice es bilbaíno y se llama Berta. Es broma, no nos lo dice él -aunque nos aseguran que algo habla-, sino más bien su propietario, un bilbaíno que viene los fines de semana a disfrutar de la casa del cuñado y a darse paseos por los campos de Moratinos, que asegura que le sientan «como Dios».

Por él nos enteramos que en el pueblo residen desde hace ya varios años una pareja de extranjeros compuesta por un inglés y una americana, que aquí se establecieron después de restaurar con mucho gusto una antigua casa de adobe y tapial. Según parece, a estos modernos repobladores también se unieron posteriormente otra pareja más, que también rehabilitaron otra casa, ésta con trazas moriscas, que todavía puede verse en la ya mentada calle Real, aunque ya no residen en ella.

Quise sentirme un poco peregrino y siguiendo el viejo camino, me acerqué a la pedanía de San Nicolás del Real Camino, distante tan sólo dos kilómetros de Moratinos.

Este antiguo lugar, como es lógico, dedica su iglesia parroquia a este santo obispo, y como la de Moratinos es fábrica de ladrillo de una sola nave, teniendo el crucero cubierto con una bóveda de cañón con lunetos y adornado con una cúpula ciega. Tres retablos conforman su patrimonio, dos de ellos barrocos, destacando el mayor dedicado a San Nicolás y un tercero salomónico, con escultura de la Virgen y el Niño.

Hospital dedicado a Bari

El sitio ya fue famoso en tiempos medievales, pues tenía un hospital dedicado al santo de Bari, que llegó a acoger (malatos) leprosos en tiempos del rey Fernando III. Por aquel entonces fue conocido con el sobrenombre del 'Petit Cavalier', en contraposición al del gran caballero que también existía en Las Tiendas. Hoy, San Nicolás del Real Camino cuenta con albergue municipal para peregrinos, y un acogedor y afamado restaurante.

Otra vida junto al Camino

Patrick O'Gara y Rebekah Scout El matrimonio fijó hace tres años su casa en Moratinos y ahora acogen a peregrinos

LEONOR RAMOS

'Peaceable kingdom' puede leerse en el cartel situado a la entrada de la casa del matrimonio formado por la americana Rebekah Scout y el inglés Patrick O' Gara, asentados en la pequeña población palentina de Moratinos desde hace tres años. Patrick y Rebekah encontraron aquí su reino de paz, en esta localidad palentina que despide, junto a su pedanía, San Nicolás del Real Camino, el Camino de Santiago a su paso por la provincia de Palencia.

Pero para Rebekah y Patrick, su encuentro con Moratinos no fue un adiós, sino el comienzo de una nueva vida junto a la ruta jacobea. Fue en el año 2001, cuando Rebekah conoció por primera vez los encantos de Moratinos. Ella trabajaba por aquel entonces para una revista americana y debía indagar a fondo sobre el Camino para plasmar con todo detalle las peculiaridades de la ruta en un reportaje. «Al llegar al pueblo, me sorprendió el trato amable de la gente, charlé, jugué a las cartas, conviví... y me invitaron a volver en las fiestas de agosto», recuerda. Fue en ese momento cuando se enamoró perdidamente del pequeño pueblo palentino, según confiesa.

Su amor por Moratinos se lo transmitió posteriormente a su marido, quien unos años más tarde recorrió también a pie el camino francés. Sorprendidos los dos por la riqueza de la ruta y por el pueblo, se decidieron a reconstruir una casa en ruinas que estaba en venta. Tras muchas obras y modificaciones, por fin pudieron asentarse en la localidad. Eso sí, como periodistas que son, en su casa no falta la conexión a Internet y siguen comunicados con el mundo.
Patrick y Rebekah no paran de hablar de las bondades de Moratinos y de la rica historia de Palencia.

«En EE UU, la historia se remonta a pocos más de doscientos años, pero aquí, en Palencia, la historia es mucho más antigua, y eso es algo enriquecedor», apunta Rebekah. Siente tanta pasión por el románico, el Camino, la arqueología y los palentinos, que esa pasión se aprecia en su casa, decorada con instrumentos antiguos, vigas rurales o un trillo. «Los vecinos siempre que vienen a casa nos preguntan por qué tenemos un trillo decorando el salón», apuntan entre risas.

Poco a poco se han ido acostumbrando al idioma, aunque Rebekah lo lleva mejor que Patrick. «A mi marido le cuesta más quedarse con palabras y expresiones», apunta ella, quien habla varios idiomas, que aprovecha para tratar con los muchos peregrinos de varias nacionalidades que se alojan en su casa. 'Peaceable kingdom'. «Muchas veces, los inquilinos nos cocinan, y es una satisfacción, porque así conocemos la gastronomía de otros países», comentan. No obstante, Rebekah ya se defiende con la cocina española, a la que está muy agradecida. «Gracias a ella, he perdido hasta tres kilos desde que llegue a Moratinos», comenta animada.

Las gallinas y el gallo

Uno de los motivos es que ha sustituido la mantequilla por el «estupendo aceite de oliva que tenéis aquí», según dice. En su menú, lo que tampoco falta son los huevos de las gallinas que tienen en casa. Unas gallinas y un gallo, al que llaman Maxi, y es que todas tienen nombre. «Cada vez que salgo al corral a recoger los huevos, Maxi me ataca», comenta Patrick. Y poco a poco se van adaptando a las costumbres del pueblo, aunque hay algunas que prefieren no aprender, como matar a las gallinas. «Nosotros, una vez que mueren, las enterramos, y hasta las hacemos un funeral», aseguran entre risas.

Han cambiado sus grandes ciudades natales por Moratinos, donde reconocen que han hallado su paz interior. Todo les ha cambiado, menos la taza de té de Patrick, que como buen inglés nunca falta en la mesa del salón.