Villacidaler

Palomares listos para visita

El ensanche de la carretera permitirá a Villacidaler una comunicación más fluida con Villada y Villalón

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Carro restaurado, ubicado en una de las plazoletas del pueblo.

Dicen que antes había mucho viñedo por aquí. Que existían tantas bodegas como vecinos. Ahora solamente queda algún majuelo, tres bodegas que elaboren vino y una prensa de uva junto a la ermita, como un monumento al recuerdo, junto al camino.

Son precisamente la prensa y la ermita de Nuestra Señora de la Carrera quienes te dan la bienvenida al pueblo, a un Villacidaler que llegó a tener 469 habitantes, según el censo de 1900, y veintiún palomares de todos los formatos, cuadrados, redondos y rectangulares.

Algunas de estas construcciones han sido perfectamente conservadas hasta la fecha. Actualmente existen ocho que todavía funcionan a pleno rendimiento, y que conforman uno de los atractivos del pueblo, dado que figuran en el catálogo de palomares seleccionados para realizar visitas guiadas en el conjunto del programa de rutas por la provincia.

La agricultura es la actividad principal en Villacidaler, que también cuenta con dos explotaciones ganaderas, y un albañil, así como una pequeña empresa dedicada a la elaboración de productos derivados del cerdo.

Y el agua por todas partes. A pesar de encontrarse sobre una suave loma, la situación del terreno se encuentra en una zona baja respecto al resto, lo cual hace que las aguas freáticas sean una constante en el subsuelo de todo este lugar, donde las fuentes manan continuamente, pero donde igualmente las casas se ven afectadas frecuentemente por problemas de humedad.

Curiosamente, el agua corriente que llega a los domicilios no lo hace con demasiada presión. Probablemente debido a la poca altura del depósito donde se almacena, ubicado en una de las plazas más significativas para este pueblo, que trata de cuidar con detalle cada rincón.

Carretera nueva
Es una de las obras de las que en breve se va a beneficiar Villacidaler. Se trata del tramo de carretera que enlaza a Villada con Boadilla de Rioseco, con dirección a Villalón.

En estas semanas se está ejecutando el arreglo y ensanche de la calzada, lo que permitirá una mayor comodidad en la continua comunicación que se produce con estas tres localidades.

Por lo que respecta al futuro del pueblo, su actual alcalde, José Antonio García González, es consciente de que cada vez hay menos gente, y los que quedan son mayores, pero también destaca el hecho de que en estos momentos se esté produciendo un paulatino regreso de quienes se marcharon a trabajar tiempo atrás a otras comunidades, y que una vez jubilados deciden instalarse de nuevo en Villacidaler. «No sería extraño que de aquí a un tiempo aumentase la población».

Excursión a la Fuente del Caño

Bodegas, pozos y jardines con viejos aperos conforman la estética de Villacidaler

Soraya de las Sías / Villacidaler.

Fuente del caño, a unos kilómetros del caserío de Villacidaler. / Soraya de las Sías.

En un pueblo terracampino en el que la mayor parte de la población vive de la agricultura o la ganadería, no es extraño encontrarse con varios iconos visuales y estéticos que hacen clara referencia a esta actividad agropecuaria y a las costumbres que la rodean y avalan. Nada más dar el primer paso, la ermita de la Virgen de la Carrera da la bienvenida al forastero.

Antiguamente, vecinos, fieles y cofrades celebraban allí una romería, pero años después decidieron trasladarla al 15 de agosto en busca de una mayor asistencia de público.

Junto a la ermita, hay un viejo pilón o abrevadero donde bebían las mulas. Ahora se ha rellenado con tierra y arena para anclar una prensa de un antiguo lagar en homenaje a la tradición vinícola que los vecinos aseguran que había en la localidad, con multitud de cepas y viñedos, con decenas de bodegas en las que se elaboraba vino y de las que hoy apenas queda un puñado en pie.

Las viejas costumbres y tareas del campo dejan repartidos por el casco urbano más indicios de lo que fue antaño la labor de los labradores. Así, un carro de madera restaurado luce en una de las plazas y jardines de Villacidaler, que también cuenta con algún que otro pozo. «Hay algunos que son naturales, pero hay otro en un jardín que es falso. Hace un tiempo vimos que manaba agua y decidimos realizar una cata para hallar el motivo. Pero no vimos nada. Cuando se tapó la obra, colocamos un pozo en el jardín, pero no surte agua, es puro ornamento», explica el alcalde, José Antonio García González.
El enigma del agua en Villacidaler nos conduce varios kilómetros más allá del caserío, cruzando el río Sequillo, en plenas tierras de labranza. Allí, casi escondida, está la Fuente del Caño, que el año pasado fue restaurada para evitar el hundimiento de la bóveda. Atrás quedan las excursiones y merendolas que los vecinos realizaban hasta este manantial cuando eran niños. Atrás quedan la nostalgia y aquellos gratos recuerdos. Sin embargo, la fuente sigue en pie, sigue mostrándose como hito de referencia en mitad de los trigales, manando agua, contribuyendo al secreto de la naturaleza que esconde Villacidaler.

Las facetas de Itos

Felícitos Helguera Alonso se dedica a la artesanía y se encarga de cuidar los jardines de Villacidaer

Soraya de las Sías / Villacidaler.

De pequeño, dice, se le trababa tanto la lengua que apenas atinaba a pronunciar su casi impronunciable nombre. De ahí que en Villacidaler conozcan familiarmente a Felícitos Helguera Alonso como Itos. Para los amigos.

Él no lo asegura, pero una conversación con los vecinos basta para corroborarlo. Para saber que hay otras muchas facetas por las que se conoce a este jubilado de 66 años que tras sus estancias y trabajos en Barcelona, Villada y Erandio, en Vizcaya, regresó a su tierra natal para dedicarse a sus mayores aficiones: la artesanía y la jardinería.
Desde su vuelta en el año 1990, ha sido el encargado de la estética urbana. Dicho de otro modo,

el que ha dedicado sus ratos libres a cuidar los jardines que hay repartidos por el casco urbano. «Es algo que siempre me ha gustado y lo hago con mucho gusto. Podo los árboles, los rosales y riego los jardines para que luzcan», señala Itos, que agradece el reconocimiento que los habitantes hacen de esta labor voluntaria y desinteresada.

De su currículum como artista también dan fe. Entre sus creaciones figuran réplicas en miniatura de antiguos aperos de labranza, además de las casitas, los puentes y los castillos que adornan el nacimiento que instala en Navidad en la iglesia parroquial de San Adriano con la ayuda de Alberto Martínez, concejal del Ayuntamiento. «La pintura también me entusiasma. He pintado un antiguo carro de madera, que ahora está instalado en una de las calles, a la vuelta de la esquina del Ayuntamiento. E incluso, óleos y acuarelas, desde retratos hasta estampas típicas de Tierra de Campos. Soy autodidacta y disfruto de una gran libertad para plasmar mis emociones», asegura Helguera Alonso, que recuerda que ha ganado algún que otro concurso y que ya dibujaba de niño en las antiguas escuelas, ubicadas en la planta baja del actual Ayuntamiento. «Los márgenes del cuaderno y de los libros estaban repletos de caricaturas, hasta que un día el profesor, don Daniel, se reconoció en una de ellas, en la que por cierto no quedaba muy bien parado, y me lo prohibió», lamenta Itos.

Quedan otros aspectos de su personalidad por descubrir. Su particular sentido del humor, su simpatía y sus inagotables chistes. Ironía no le falta, incluso ahora que se encuentra en la residencia de ancianos de la Fundación Carlos Casado del Alisal de Villada, convaleciente tras una caída que le ha dejado fracturada su pierna izquierda. «Fue a primeros de mes, no recuerdo el día. Me subí al tejado para colocar una antena, con la mala suerte de que caí al suelo y así me quedé», explica Itos, que aunque reconoce que el trato que le brindan en el centro es fabuloso, echa en falta su pueblo. «Espero regresar pronto. Tendré que arreglar los jardines», espeta sonriente, mientras aprovecha para contar algún chiste y recordar costumbres de Villacidaler, como cuando los mozos celebraban la enramada por San Adriano y regalaban los mejores ramos a las más guapas, y los cardos, a las más feas o las que les habían dado calabazas. «Menudas risas», concluye Itos, que todavía mantiene escondidas otras caras y facetas.

Serenidad terracampina

Continúan las obras para renovar la red de abastecimiento, que presentaba numerosas fugas

Eduardo Plaza / Villacidaler

Un rincón de Villacidaler, con un pozo en primer término, y la iglesia de San Adriano al fondo./ E. PLAZA

Llegamos a Villada, tomamos la carretera en dirección a Villalón y pronto nos topamos con Villacidaler y con su ermita de Nuestra Señora de la Carrera, que da la bienvenida a la localidad. Ya en sus calles, se ven pocos vecinos, pero llegamos a una de las plazas en la que varios niños juegan junto a una fuente, aunque de ellos sólo dos niñas viven en el pueblo. El resto son descendientes de la villa que acuden junto a sus padres los fines de semana y periodos vacacionales para disfrutar de la tranquilidad que ofrece Villacidaler. Uno de los pequeños es el nieto de una mujer jienense que se enamoró de un villacidalereño y abandonó su Jaén natal para establecerse en el municipio palentino. Y aunque no ha perdido sus raíces en forma de acento verbal, se siente muy a gusto aquí.

A excepción de las dos niñas que viven en el pueblo y cursan sus estudios en Villada, la mayoría de los sesenta vecinos son personas de edad avanzada. El alcalde, José Antonio García González, lamenta esta situación, pero no encuentra muchas salidas. «No se puede hacer nada en estos pueblos, salvo que hubiera alguna industria», precisa.

Aunque algo hubo. Concretamente, una fábrica de morcillas que llegó a tener cuatro trabajadores. Sin embargo, el negocio no cuajó y ahora la regenta Demetrio Ramos, el matarife de Villada. Sin embargo, la principal actividad de la que vive Villacidaler es la agricultura, ya que actualmente no queda ningún ganadero.

En cuanto a infraestructuras, el Ayuntamiento está llevando a cabo la renovación de la red de abastecimiento de agua, debido a la antigüedad de sus tuberías y a las fugas que comenzaban a aparecer. Esta actuación se realiza con la colaboración de la Diputación y la Junta de Castilla y León. El año pasado se hizo la primera fase, este año se ejecutará la segunda, y en el 2009 una tercera con un presupuesto global de 120.000 euros.

El Consistorio no quiere plantearse muchos más proyectos, ya que es partidario de poner en marcha lo que la economía municipal vaya permitiendo en cada momento.

Pozos de agua y bodegas de vino

Junto a la ermita de la Virgen de la Carrera, Villacidaler tiene una prensa de lagar con su pila

Gonzalo Alcalde Crespo

La ciudad imperial de Toledo tiene una conocida calle que se denomina del Pozo Amargo, a la que además acompaña su correspondiente leyenda con doncella enamorada, como tiene que ser en una de las ciudades más bellas, mágicas y misteriosas de España. Villacidaler, para no ser menos, no se para en sabores o en gustos del agua, por lo que cuenta con dos calles dedicadas: una al Pozo Bueno, y otra al Pozo Malo, donde además todavía se les puede ver allí conservados.
Les comento esto porque no deja de ser curioso que este pueblo tenga dos calles dedicadas a dos pozos de agua, cuando aún conserva la fama de haber sido una de las villas más vinateras de esta parte rayana de la Tierra de Campos palentina. Hay quien nos asegura que en el pueblo hubo más bodegas de vino que vecinos, cosa que hoy no sería difícil, pero sí a inicios del siglo XX, cuando casi llegó a tener medio millar de habitantes.

Como recuerdo de todo esto que les cuento y si se acercan a Villacidaler, verán que a la entrada del pueblo y junto a la modernista ermita de la Virgen de la Carrera se instala una prensa de lagar con su pila y aditamentos propios del oficio, que en su día se colocó allí para que nadie se olvidase de ello.

Cerca veremos que discurre el escaso caudal del río Sequillo, que aunque se nombra con un tranquilizador diminutivo, su larga historia hidrológica esta repleta de inesperadas y traicioneras inundaciones, por lo que muchas de las poblaciones que se localizan en su cuenta procuraron siempre instalarse en un alto y algo alejadas de él.

Villacidaler no es una excepción, pues instala el casar de la villa sobre una pequeña loma que domina la rotunda torre de la iglesia parroquial de San Adrián. Se fecha en el siglo XVI, aunque en ella se aprecien reformas de épocas posteriores, como las dos cúpulas ciegas que se adornan con yeserías. Puedo asegurarles que si le visitan interiormente, el templo les sorprenderá por su amplitud, así como por la media docena de altares que se alojan en él. Destaca el retablo de la cabecera o mayor, una verdadera obra de arte y no sólo por la calidad y cantidad de las imágenes que hospeda en él, incluidos varios originales bustos relicarios, sino también por las siete pinturas que relatan la vida y martirio del patrón del pueblo San Adriano, de su esposa Santa Natalia y su sierva Santa Córdula, asegurando algunos entendidos del arte que en él existen algunas tallas que pudieran ser obra de algún artista perteneciente o seguidor de la escuela de los Berruguete (Alonso e Inocencio).

Todo esto se lo comento al alcalde de Villacidaler José Antonio García González cuando me entrevisto con él, a la vez que hablamos de lo bien mantenidos que están algunos de los pequeños parques y jardines del pueblo, las viviendas y varios imponentes palomares que adornan los arrabales de la villa.

José me lo agradece, pero se queja de que los pueblos se están despoblando y que ya tan sólo se quedan en ellos las personas mayores, aunque me dice que no habrá que lamentarse mucho, pues aún acuden al pueblo los fines de semana y en vacaciones algunos descendientes de él, por lo que todavía se mantiene el teleclub y la Asociación de Jubilados de Nuestra Señora de la Carrera.

También por esta razón -me dice el alcalde- que se siguen llevando a cabo con ilusión algunos proyectos, como una pavimentación que se va a realizar en la calle del Pozo Bueno y la continuación en la renovación de la red de abastecimiento de agua del pueblo, que se está acometiendo en tres fases con la colaboración de la Diputación y la Junta de Castilla y León.

El juego de la lagareta

Hermenegildo Marcos, 84 años, con 14 se hizo cargo de las tierras y de su familia por la muerte de su padre

LEONOR RAMOS

Hace unos cuantos años, la Tierra de Campos estaba plagada de viñedos. Y era allí, en el campo, mientras se trabajaba, cuando los jóvenes disfrutaban de grandes momentos. «Nos reíamos mucho aunque estuviésemos trabajando durante horas», recuerda Hermenegildo Marcos, 'Hermene' como todos le conocen en Villacidaler. La principal diversión que tenían era jugar a hacerse la lagareta, que consistía en pintarse todo el cuerpo -principalmente la cara- con el jugo de las uvas más tintas que se recogían. A esas uvas se las llamaba 'Tinta Madrid', porque soltaban un líquido de color bermellón muy consistente.

Los mozos desafiaban a las mozas para hacerse la lagareta. Al principio era un juego, pero claro, tras varias horas jugando, los arañazos que se ocasionaban con los rampojos del racimo iban en aumento, al igual que el enfado del contrincante, a menudo de las chicas. Aunque para tranquilidad de todos, el final siempre era pacífico. «Nos pintábamos la cara o las partes del cuerpo que quedaban al descubierto, dibujando lagarejos», recuerda Hermene. Ya después, en casa, se eliminaba toda la suciedad del jugo rojo, que en ocasiones resultaba difícil de quitar.

El juego de las lagaretas ha desaparecido ya en el pueblo, al igual que otras costumbres. Antiguamente en Villacidaler era tradición besar la mano a las personas casadas. Tenías que saber quién estaba casado y quien no, «porque sino, te caía bronca en casa», explica Hermene. Todavía su mujer, Carmina, recuerda aquella vez en la que al llegar a casa su padre le llamó porque tenían visita. «Yo entré al salón y tuve que besar la mano a las personas casadas, y menos mal que acerté», recuerda ahora entre risas.

Y como en otros mucho pueblos, en Villacidaler también tocaban las campanas cuando había que rezar el rosario en la iglesia. «Las escuchábamos y corríamos del campo al pueblo para que nos diese tiempo a llegar», dice. Llegaban sudando del trabajo, se cambiaban, y directos a misa. «Muchas veces me pregunto cómo no caíamos enfermos de pulmonía, porque llegábamos sudando y nos metíamos directamente en la iglesia, que estaba muy fría», rememora Carmina.

Vida tranquila

Debido a la muerte de su padre, Hermene, a los 14 años, se tuvo que hacer cargo de las tierras. «Teníamos obreros que nos ayudaban durante todo el año, aunque muchas veces ellos me tenían que cuidar a mí, porque yo era todavía muy joven», recuerda. Aún así, y con todo el trabajo, hoy puede decir que logró sacar adelante a su familia.

A los 38 años se casó con Carmina, doce años menor que él. Y por esa diferencia de edad, Hermene recuerda perfectamente cuando asistió al bautizo de la que es ahora su mujer a recoger los caramelos que se tiraban antes. Se casaron en Palencia, en la iglesia de La Compañía, y el banquete lo celebraron en el restaurante La Rosario. Y como mandaba por aquel entonces la tradición, ella se casó con un traje de chaqueta de color negro. «En Villacidaler, por lo menos, era lo que mandaba la tradición», cuenta.

Ahora, Hermene lleva una vida muy tranquila gracias al apoyo y al cuidado de su mujer, quien continuamente está pendiente de él. Son como la cara y la cruz: él, más reservado, y ella, mucho más habladora, pero los polos opuestos se atraen. Ahora su obsesión es recoger palos del corral para la lumbre. «Yo le riño cada vez que lo hace, porque me da miedo que le pase algo», afirma Carmina. Siempre pendiente de él, Carmina se ha convertido en sus ojos -la vista de Hermene se está apagando-, y también su memoria.

Durante la conversación, Hermene descansa en el lugar preferido de su casa, junto al radiador de la salita. Ella tiene calor, él tiene frío. Hasta para eso son distintos, pero su amor dura ya 46 años. Aunque, eso sí, en algo coinciden Hermene y Carmina: ambos son encantadores.