Una obligación moral
Diferentes integrantes de la familia Valenceja han contribuido a escribir la historia de Villalcón
Soraya de las Sías
«Tenemos la obligación moral de intentar poner por escrito todos los datos históricos que podamos recopilar a lo largo del tiempo antes de que estos humildes pueblos desaparezcan». Con esta declaración de intenciones comienza José Miguel Valenceja Acero, licenciado en Filosofía y Letras en la especialidad de Historia, el prólogo de su libro: ‘Historia de los pueblos del arciprestazgo de Cisneros’, donde repasa la trayectoria experimentada por las 16 localidades que en el medievo estaban bajo el dominio de Valdemeriel.
Entre ellas figura Villalcón, su localidad natal, de la que explica que recibe su nombre del poblador Falcón Álvarez, y de la que certifica que estuvo cercada por una muralla, de la que no quedan restos, salvo el original torreón de tierra que hoy recubre la torre campanario de la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Castillo.
Su afán es recuperar el ayer y alertar sobre el estado de deterioro que albergan algunos templos de la comarca. «Hay auténticas joyas que acabarán en nada si no se cuidan y restauran. Hay templos milenarios e infinidad de obras de arte de relevancia, de hecho un elevado porcentaje de las piezas que se expusieron en Las Edades del Hombre procedían de estos pueblos. Si no se hace nada ahora, nos lamentaremos», señala Valenceja Acero.
La suya no es la única aportación que esta familia ha hecho a la historia de este pueblo terracampino, a medio camino entre San Román de la Cuba y Población de Arroyo. Su tío materno Pedro García Valenceja también ha contribuido a documentar el pasado local. Con sus relatos ha rescatado del olvido nombres y apellidos, tradiciones y costumbres de una época no tan lejana, en la que Villalcón era otro, con más de medio millar de habitantes, varias cofradías y grupos vecinales que generaban mayor actividad y movimiento. Pero será mejor escucharle.
Acompañado de su hermana Teresa –agachada y aterida en la glorieta, intentando avivar el fuego que calentará el salón de su domicilio–, Pedro destaca la tradición vitivinícola que antaño había en el pueblo, de la que ya solo sobreviven como testigos las barricas y carrales, además de las propias bodegas, convertidas en su gran mayoría en merenderos.
Recuerda también que había varios rebaños de ovejas y un mulero o mulatero que se encargaba de cuidar y llevar al campo a los animales de carga de los vecinos. «Un guarda que se ajustaba siempre el día de Año Nuevo, cuando se convenía la cantidad de trigo que iba a percibir por esta labor», especifica Pedro.
Del obispo
Como recuerdo de su etapa de agricultor guarda y conserva viejos aperos de labranza: cribas, garias, palas de madera y otros utensilios, entre los que se cuela un viejo maletín de un lejano familiar que vivió en su misma casa: el obispo Pelayo González, según asegura, mientras su hermana, desde el atizadero o estufa, interrumpe la conversación para susurrar que ya no queda nada de aquello. «El pueblo se queda más vacío y más triste», agrega.
Nada tienen que ver, dicen, las fiestas patronales de ahora con las funciones de antaño. Ni siquiera las procesiones de Semana Santa o las fiestas de las cofradías, cuando venían sacerdotes jesuitas y agustinos de León para predicar la homilía. «Había más ruido y jolgorio. No había que esperar a que llegase el verano para ver más vecinos, como ahora», lamentan los hermanos, que anuncian que también hay otro familiar que ha contribuido a la declaración de intenciones del principio.
Es el joven Jacob Iglesias de Guzmán, licenciado en Derecho y ganador del II Premio Águila de Poesía de Aguilar de Campoo con su poemario ‘Las piedras del río’, donde a través de los versos refleja un pueblo de adobe y de palomares, de tierra y sensaciones.
Cada uno con su estilo, con la novela histórica, con el relato popular o con la poesía, han cumplido con el compromiso casi hereditario de escribir la historia de su pueblo, Villalcón.
PATRIMONIO ARTÍSTICO
La iglesia alberga mportantes artesonados mudéjares ávidos de una restauración
La iglesia parroquial de Villalcón, dedicada a Nuestra Señora del Castillo, se edificó en el siglo XVI. En el interior destaca el bello artesonado mudéjar del presbiterio y de dos capillas laterales –para los que el Ayuntamiento está recaudando ayudas para su restauración– además de los retablos de estilo barroco que hay repartidos por el templo.
Llama la atención la torre, girada con respecto al cuerpo
o estructura del edificio. Hay quienes aseguran que esta torre de ladrillo cubre otra construcción de tierra similar o torreón militar anterior, que formaría parte de la muralla que rodeaba el casco urbano de la localidad, en la frontera de los reinos de Castilla y de León.
SEMANA SANTA
Procesión con hogueras
Además de las fiestas de la Virgen de las Angustias y de los festejos patronales en agosto, en honor a la Virgen del Castillo, los villalconenses celebran con devoción la Semana Santa. Participan en las procesiones de Jueves Santo y Viernes Santo, en las que es tradicional hacer hogueras en las calles por las que desfilan los pasos. / s. s.
COLECTIVOS
Cursillos y proyectos locales
La única asociación que existe en Villalcón es la cultural Nuestra Señora del Castillo, cuyo presidente es José Miguel Valenceja Acero. Además de organizar cursillos entre los vecinos, la asociación colabora con otros proyectos locales, como cuando ayudaron con las obras de reforma del techo y de la torre de la iglesia. / s. s.
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