El Cerco, todo un jardín botánico
San Román de la Cuba tuvo dos barrios, uno alto y otro bajo, separados por una espaciosa plaza
Gonzalo Alcalde Crespo
Con este nombre, San Román de la Cuba, más de uno pensará que este pueblo terracampino lo adoptó por tener un santo que fuese cubero o aficionado al buen vino. Dudo mucho que el diácono de origen italiano San Romano, patrón de la villa, que fue entregado al martirio en tiempos de uno de los emperadores romanos más sanguinarios que la historia del cristianismo haya padecido -Diocleciano- tuviese estas inclinaciones, sino que más bien lo de 'cubba' hace referencia a que allí existía un pozo de agua buena, que nunca se agotaba y del que sus primeros pobladores estaban orgullosos.
Y es que no se ha de pasar por alto que San Román de la Cuba se localiza en una de las zonas más áridas (sobre todo en verano) por donde discurría el antiguo Camino del francés, y lo digo en singular porque su primer mapa lo diseñó Daniel Derveaux a mediados del siglo XVII. En él figuraba San Román de la Cuba como uno de los hitos, y a él llegarían muchos peregrinos buscando el vital elemento, camino de Santiago de Compostela.
Tampoco se nos ha de olvidar que esta tierra siempre ha pasado mucha sed, y que la que no conseguía calmar con agua la intentaba saciar con vino. Se sabe que San Román tuvo algunas obradas de tierra dedicadas a viñedos, aunque hoy ya no quede ninguno o tan sólo recuerdos de ello en el barrio de 'bodegas-cueva', que todavía puede verse a poniente de la villa. Los mayores del lugar dicen que era costumbre ir allí 'a echar las once', y ellos sabrán que tenía esa hora de especial.
San Román tuvo dos barrios, el de arriba y el de abajo, y en el medio una espaciosa plaza conocida popularmente como El Cerco, que todavía conserva sus dimensiones y que en la actualidad está perfectamente ajardinada y dotada de mobiliario urbano. Incluye una geométrica fuente, por lo que puede decirse que es un verdadero jardín botánico sembrado con prunus, tejos, acebos, boj o rosaledas. Cuánto ha cambiado por estas tierras la mentalidad, porque hasta no hace mucho sólo se plantaba lo que fuese comestible para hombres o bestias o sirviese para dar sombra a ambos.
En uno de los costados de esta plaza de El Cerco -que con su nombre nos recuerda que posiblemente aquí estuviera emplazada la muralla que encerraba la casa palacio de la condesa Mummadonna, allá por el siglo XI-, se localiza la Casa Consistorial. Y a su lado, la imponente iglesia parroquial de San Juan Bautista, cuyas cubiertas y cupulín de la torre han sido recientemente reformadas, pues un incendio ocurrido en 1990 casi la dejó en la ruina.
Es un macizo edificio construido todo él en ladrillo. Su planta se estructura en una sola nave que se cubre con bóveda de cañón con lunetos y de arista en la capilla mayor, situándose el coro a los pies del templo. Tiene tres altares barrocos, el mayor y otros dos laterales. Uno de estos retablos laterales es conocido en el pueblo como de la Virgen del Barrio Arriba, por haber venido de la antigua iglesia que allí existía. En él se puede contemplar una imagen de la 'Virgen Madre o de la Buena Leche', dentro de las conocidas como 'Vírgenes galaktotrafusas', que son raras de ver, pues fueron retiradas de los altares por orden eclesiástica a partir del Concilio de Trento al considerárselas irreverentes, pues posan una mano sobre uno de sus senos descubiertos, mientras con la otra muestran al Niño sentado.
Si seguimos visitando el templo, veremos que en su suelo se conservan dos lápidas funerarias, una de las cuales hace referencia a los padres y abuelos de Francisco Antonio Caballero, natural de esta villa, ilustre personaje que llegó a ser presidente de la Real Chancillería de Valladolid y obispo de Segovia. Su escudo episcopal puede verse incrustado en el muro del actual pórtico de acceso a esta iglesia parroquial, y en el lado contrario, el centro cultural y teleclub del pueblo, que todas las tardes tiene actividad.
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