Rodeado de ambiente
Antonio Sagüillo dejó su carrera como guardia civil para regentar varias discotecas en Guardo/span>
Soraya de las Sías.
Su padre era un guardia civil de Paredes de Nava que estuvo destinado en diferentes cuarteles de la geografía española, entre ellos el de Covadonga, donde nació el protagonista de esta historia. La familia se trasladó más tarde a Villodrigo y posteriormente a Guardo, donde se instaló definitivamente. Para entonces, Antonio Sagüillo Ponga tenía 4 años, por lo que se considera algo más que un guardense de adopción.
Su trayectoria vital, resumida en los siguientes párrafos, acabará de corroborar las declaraciones de este vecino que de joven quiso seguir los pasos de su progenitor e ingresó en la academia de la Benemérita. Tras siete años en el cuartel de Irún, regresó al municipio minero por una baja laboral momentánea, hasta que el alcalde de entonces, Agustín Monge, le ofreció un empleo como administrador de las casas baratas, de las viviendas de la Obra Sindical del Hogar, y le convenció para quedarse.
Al parecer, no hizo falta que el regidor fuera demasiado persuasivo. La oferta laboral se traducía en un sueldo más abultado que el que le proporcionaba su empleo con uniforme verde y tricornio. Además, estaba en casa con todos los suyos. «No me lo pensé dos veces, y pedí una excedencia en el cuerpo», apunta Antonio, quien recuerda que comenzó su trabajo de administrador entusiasmado por el crecimiento que la localidad estaba experimentando. «Había trabajo y la gente se quedaba en el pueblo. Entonces no era tan difícil adquirir una casa. Recuerdo que los compradores de estas 120 viviendas tuvieron que pagar una entrada de 7.000 pesetas y afrontar una pequeña hipoteca mensual de veinte duros», rememora Sagüillo.
De su labor como contable pasó a ser empleado de un comercio de tejidos propiedad de Domingo López Alonso. Para entonces, ya le rondaba por la cabeza la idea de mejorar y ampliar la oferta de ocio de una localidad que tenía el lujo de contar con un abanico muy amplio de población joven. Con los ahorros acumulados, compró un solar y creó la discoteca Iris, lo que en la actualidad es el restaurante San Francisco.
El nombre del local procedía de aquel antiguo salón de baile de sociedad de 1930, que se clausuró con la contienda civil. «Era una forma de rememorar aquellos primeros bailes que se amenizaban con un organillo o manubrio, y aquella forma de salir y divertirse tan diferente a la de ahora. La fiesta era los domingos y los horarios eran sagrados, había que cumplirlos a rajatabla. Abríamos de 20 a 24 horas, ni un minuto más. Había inspecciones y multas, y uno no se podía arriesgar», especifica el empresario, que recuerda que en en esta discoteca actuaba la orquesta Iris de Guardo y otros grupos, como ‘Los chanflis’, de Carrión.
Ana Belén y Victor Manuel
No solo los horarios eran diferentes. «Ellas tenían que esperar a que las sacasen a bailar, y no bebían, si acaso un refresco», matiza Antonio, antes de especificar que su inmersión en el sector de la hostelería quedó sellada años más tarde, cuando compró los cines Valdehaya y los convirtió en 1980 en la discoteca Sheraton, una sala más amplia, con aforo para dos mil personas, con aquellas moquetas de color azul y rojo, con aquellos taburetes, bolas metálicas y luces de colores que identificaban a los aires poperos, acordes a las nuevos tiempos.
Guardo era entonces, asegura, un referente en el ambiente nocturno. La competencia entre las diferentes discotecas hizo que cada uno se esforzara por traer a los mejores artistas del momento. «Había mucho ambiente y corría mucho dinero. La gente joven encontraba trabajo en las minas, en la factoría de explosivos o en los pequeños comercios. Era el mejor pueblo de la provincia, el que mejores galas y espectáculos ofrecía», sentencia Antonio Sagüillo Ponga.
Victor Manuel y Ana Belén fueron los encargados de inaugurar la discoteca, pero hubo otros famosos que pisaron por Guardo mientras la Sheraton estuvo abierta hasta 1999, como Mocedades, Juan Pardo, Alaska y Dinarama, Mecano, Los Chunguitos, Los Chichos, Francisco, O. B. K., Barón Rojo o Bertín Osborne, entre otros muchos. «Venían de Velilla, Cervera, Aguilar, Saldaña, Carrión o incluso de Cistierna y otros pueblos leoneses. Había gente para llenar las cinco discotecas y los dos cines, para mantener un plantilla de más de 20 trabajadores en una sala de baile», concluye Antonio, al que en Guardo conocen como ‘Tony’. Quizás por esa faceta de distribuidor de ambiente, de gerente del espectáculo, de aquel Guardia Civil que dejó el cuerpo para estar rodeado de buen ambiente.
Atractivos Turísticos
PATRIMONIO HISTÓRICO
Recorrido por la iglesia de Santa Bárbara, las casas blasonadas y la oficina de turismo
Guardo fue lugar fronterizo en la Edad Media. De aquella época se han encontrado los restos de la torre fuerte que defendía y controlaba el vado de paso y trasiego hacia tierras leonesas, según apunta Alcalde Crespo. Los restos de la torre sobrevivieron hasta el siglo XIX, cuando fueron utilizados para la obra del ferrocarril minero.
Como tierra de señoríos, Guardo conserva la fachada blasonada del palacio del arzobispo Francisco Díaz Santos Bullón, la Casa Grande, hoy instituto de enseñanza.
El recorrido por el patrimonio continúa por la iglesia parroquial de Santa Bárbara y San Juan, la ermita de Cristo del Otero o del Amparo, el casco urbano, y la visita obligada a la oficina de turismo, que evoca a un templo románico.
MEDIO AMBIENTE
Montaña, caza y pesca
Los entornos que rodean a Guardo regala vistosos paisajes de montaña donde se alternan bosques de robles y acebos, con encinas y sabinas, entre los que destaca los Campos de la Peña, un polder cárstico de gran valor natural. Estos recursos convierten a la zona en remanso de aficionados a la montaña, pero también de la caza y la pesca o de la micología.
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