Castrejón de la Peña

Un paisaje con aristas, otra manera de ser

Aunque en menor medida, los frutos de la montaña siguen teniendo gran importancia para Castrejón de la Peña

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Iglesia y olma en la plaza mayor.

La montaña está abierta las 24 horasComo un servicio de urgencias. Al llegar llama la atención la herida en la roca, pero al cabo de un par de miradas el impacto se reduce a niveles mínimos. El corte de la cantera forma parte del paisaje, del trabajo y de la vida de Castrejón de la Peña.

La pared es otra manera de ser, llena de aristas. Solamente eso. Aquí nadie repara en el hueco vertical de la ladera. Y si lo hace, lo comprende como parte de la generosidad de la tierra. Sobre todo en estos entornos donde la minería ha constituido durante años la actividad económica principal.

Ahora, al cabo del tiempo, la mayor parte de las explotaciones han cerrado sus puertas, y en algunos lugares ya se procede a la restauración de los huecos mineros con tierra vegetal y plantaciones de árboles. Sin embargo, todavía la roca es parte esencial en los ingresos de bastantes familias, que ven ligada su economía a la mina o a la cantera.

Por otro lado, la agricultura y la ganadería, que antaño fueran actividades minoritarias en cuanto a la mano de obra que recibían, siguen manteniendo una relativa importancia, cada vez más mermada, a la espera de ver crecer a su lado otras alternativas que permitan a Castrejón y a su municipio asentar población.
Algo ya surgió en este sentido, pero los resultados no fueron los esperados. Una envasadora de agua intentó instalarse en la zona, pero dicen que el proyecto disparó la especulación sobre los terrenos elegidos, y los dueños de las fincas elevaron desmesuradamente los precios de las fincas, con lo que la empresa en cuestión tuvo que replantearse dicho proyecto y buscar manantiales en otro sitio.

Santa Águeda y la olma
La carretera de Cervera a Guardo cruza por mitad del pueblo. Al pasar se ve la plaza mayor llena de pérgolas, con la iglesia de Santa Águeda al fondo, frente a una vieja olma que siempre fue simbólica para Castrejón, y que hoy, después de seca, aún lo sigue siendo para esta localidad que también intenta mantenerse en pie y sacar partido al dinamismo que engendra.

Con una veintena de niños de Primaria, Castrejón todavía se permite el privilegio de ver jugar a la chiquillería entre las calles e imaginar un porvenir para ellos no lejos de aquí.

Los sueños están abiertos las 24 horas. Como un servicio de urgencias. Como un bálsamo para la montaña herida en su lucha contra el abandono. Lo de menos es ese corte en la cara.

Un rosario de iniciativas

Castrejón de la Peña alberga seis asociaciones de carácter cultural y deportivo que dinamizan la vida social con fiestas y cursos

Texto y fotografía de Soraya de las Sías.

Portada de la iglesia.

Una de las citas festivas del calendario de la Sierra de la Peña es el primer domingo de agosto, cuando los vecinos de Castrejón suben a Peña Redonda para festejar a Nuestra Señora de las Cumbres y celebran una misa y una comida campestre en la cima, junto a la cruz y la pequeña capilla de la virgen. A pesar del esfuerzo y cansancio que supone ascender hasta los 1.993 metros de altitud, la costumbre se mantiene con los años gracias a la devoción de los fieles y al trabajo e impulso de la asociación Nuestra Señora de las Cumbres.

Sin embargo, no todas las fiestas han tenido la misma suerte y algunas han desaparecido del almanaque de celebraciones de la montaña. Es el caso de la feria que antiguamente organizaba la asociación cultural Peña Redonda por San Isidro. «Además de la minería, el municipio también albergaba actividad agrícola y ganadera. Por eso se pensó en una feria de maquinaria agrícola, automoción, artesanía y gastronomía. Se celebró durante tres años, pero desapareció», lamenta la alcaldesa e integrante de la asociación, Julia García Delgado.

Aquello no pudo ser, pero el colectivo no se rindió. Ahora es el encargado de organizar la cabalgata de Reyes, en enero, y una semana cultural que culmina el 15 de mayo en la que se programan charlas informativas, actuaciones musicales o teatro. «Así hemos tenido la oportunidad de disfrutar de conferencias, de la música tradicional del grupo Trecho Pindio o de las representaciones del grupo de teatro A´Ficción de Herrera», añade García Delgado.
La actividad social de Castrejón de la Peña no se agota aquí, pues hay cuatro asociaciones más y un rosario de iniciativas. La deportiva Peña Redonda organiza campeonatos de petanca –incluso han sido varios años campeones provinciales–, los de Apinorpa realizan seminarios para los apicultores, y los pensionistas y jubilados participan en clases de manualidades o gimnasia y organizan cada año en julio la fiesta de la amistad, en la que se implica todo el pueblo.

Préstamo de libros

Aún queda la asociación de padres Victorio Macho, que colabora con la dirección del colegio público

La Peñilla para poner en marcha proyectos educativos. El centro ganó el año pasado un concurso regional de fomento de la lectura e invirtió una parte de los 6.000 euros del premio en comprar nuevos libros para la biblioteca. Ahora se ha puesto en marcha una original iniciativa, ‘La carpeta viajante’, que consiste en dejar esos libros en establecimientos comerciales o en las dependencias del Ayuntamiento para prestárselos a los vecinos, para que todos disfruten del placer de la lectura.

La lección de Tinín

El académico y heraldista Faustino Narganes divulga los encantos de Castrejón, su pueblo

Texto de Soraya de las Sías.

Faustino Narganes, durante su discurso de ingreso en la academia Tello Téllez de Meneses de la Diputación. /Merche de la Fuente

Su nombre suena con frecuencia en esta sección. Sus libros de historia y heráldica aparecen reflejados en el apartado de bibliografía de la ficha de datos que encabeza cada reportaje. Y es que junto con autores como Roberto Gordaliza y Gonzalo Alcalde Crespo, Faustino Narganes Quijano es uno de los escritores que más páginas ha dedicado al estudio de la provincia palentina. No en vano, el historiador y heraldista ha publicado una treintena de obras de localidades de todos los rincones y las comarcas que le han aportado un sólido bagaje y le han conferido autoridad para hablar con criterio y emitir sentencias sobre la evolución experimentada en los últimos siglos.

Su perfil laboral –26 años como técnico de Cultura de la Diputación y cinco años como jefe del Servicio Territorial de Educación y Cultura de la Junta– se ha completado con su nombramiento como académico de la Institución Tello Téllez de Meneses y de la Real Academia de la Historia, motivo de orgullo para sus vecinos y amigos de Castrejón de la Peña, donde le siguen conociendo con el cariñoso apelativo de Tinín.

El reconocimiento del que goza allí –y que intenta disimular con sencillez y honestidad-– hizo que en más de una ocasión alguien le reprochara, en el mejor sentido de la palabra, que ya estaba bien de escribir de tantos pueblos y no se acordara del suyo. No hizo oídos sordos y atendió la petición.

Con la ayuda y colaboración del periodista e historiador Wifredo Román –para el que solo tiene palabras de gratitud y un aplauso a su honradez y profesionalidad–, sacó a la luz un libro con la historia y las tradiciones de Castrejón. Así sellaba su compromiso de unión con las raíces, demostrando el amor que profesa a la tierra que le vio nacer y crecer.

«Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero no podía dejar pasar la oportunidad de escribir de mi pueblo, adonde me escapo siempre que puedo para reunirme con los míos, para salir a tomar un vino con los amigos de la infancia, muchos de ellos mineros prejubilados que cuentan sus anécdotas en las entrañas de la tierra y relatan el pesimismo con el que el pueblo mira al futuro una vez que la mina ha ido a pique», lamenta Faustino, que no quiere dejar pasar por alto la sabia e inteligente recomendación que en su día le impartió su madre. «Crecí en el seno de una familia de labradores humilde, muy humilde. Mi madre insistió en que los estudios eran la mejor salida y solución que podíamos encontrar para pensar en un futuro mejor. Gracias a ella y a la educación que recibí de los frailes, pude poco a poco ir labrándome una carrera que, sin embargo, no he podido continuar en el medio rural y me ha obligado a distanciarme de mi pueblo», agrega Narganes.

Cuidando al ganado

Una añoranza y morriña que procura sanar cada verano, cuando participa en la romería en honor a Nuestra Señora de las Cumbres y comparte recuerdos con los amigos de la infancia. «Me gusta rememorar los buenos tiempos, cuando subíamos a las praderas a cuidar a las vacas o nos entreteníamos jugando al cuerno», manifiesta el historiador, convencido de que hay que ingeniárselas para buscar fórmulas de promoción turística de la zona, dando a conocer sus idílicos paisajes de montaña y su exquisitez artística y patrimonial, como atestiguan los vestigios románicos de iglesias y templos, especialmente los de Pisón de Castrejón, Traspeña o Cantoral de la Peña.

Mientras llega agosto, se entretiene en la elaboración de los libros de historia de Villamoronta y Castromocho, para cuya elaboración ha tenido que bucear en infinidad de archivos. «La documentación no solo la encuentras en el archivo municipal, sino que hay que acudir al archivo de la Diputación, al Histórico Provincial, al de Simancas o al Histórico Nacional, especialmente a la sección de sigilografía, donde puedes encontrar el sello con el escudo original y verdadero del pueblo y que se puede readaptar, pero con un criterio y con un respeto a la tradición local», explica Narganes Quijano.

La charla sobre banderas y escudos, gules y azures, coronas reales cerradas o animales que se salen del esquema natural, se podría prolongar durante horas, pero hay que hacer un alto. Tinín’ ha de encontrar un motivo para volver a Castrejón sin tener que esperar a agosto y encontrar en esa escapada una nueva lección.

Del abandono a la esperanza

Una familia vallisoletana se ha instalado en Boedo de Castrejón, donde ha restaurado dos viviendas

Texto de Eduardo Plaza.

Un pueblo desaparecido que empieza a renacer. Parece el mundo al revés teniendo en cuenta la despoblación que padece el medio rural, pero en este caso, las noticias son positivas. Hablamos de Boedo de Castrejón, una localidad perteneciente al municipio de Castrejón de la Peña, que llevaba muchos años abandonada con el consiguiente estado de sus calles y casas, muchas de ellas ya en ruinas. Sin embargo, la vida ha vuelto a Boedo gracias a una familia vallisoletana que compró dos viviendas que ha ido restaurando paulatinamente. Y lo que es más importante, se han empadronado y se han establecido en la localidad norteña. El mayor problema con el que se encuentran estos vecinos es el de la falta de algunos servicios. Entre ellos, la luz eléctrica, que ahora obtienen mediante varios generadores. En este sentido, el Ayuntamiento está haciendo las gestiones oportunas para tratar de prestar esta asistencia. «Es uno de los retos que tenemos. Sería una gran ilusión poder llevarles la luz y ver cómo esa población desaparecida hace tantos años, vuelve a reflotar», señala el alcalde de Castrejón de la Peña, Luis Miguel Pelaz.
Asimismo, el Ayuntamiento tiene en mente el posible equipamiento de placas solares u otro tipo de energías alternativas para rebajar el coste de la electricidad mediante su instalación en diferentes edificios así como la mejora de parques, jardines y sendas, para que tanto sus habitantes como visitantes, tengan un lugar de esparcimiento.
Otro aspecto que el Consistorio está cuidando es el de la promoción de la cultura y el tiempo de ocio. Precisamente este año disponen de una persona que está programando exposiciones en todas las pedanías del municipio de temática tan variadas como las fotografías antiguas, el comic o el voto femenino, estas últimas en colaboración con el Grupo Muriel.
Respecto al ocio, este mes de agosto Castrejón va a contar con un telecentro dotado de cinco ordenadores y acceso a internet. Y si este tiempo para el disfrute lo relacionamos con el medio ambiente, Castrejón sube aún más enteros. Uno de sus proyectos más ilusionantes es la creación de una piscina natural que sería posible gracias al pantano que, con fines de regadío para tierras de la Valdavia, se está construyendo en Pisón de Castrejón.