Aguilar de Campoo

Un mundo aparte con sabor a galleta

El desarrollo industrial y la mejora de las comunicaciones auguran el continuo crecimiento de Aguilar de Campoo

Texto de José Luis de Román González.

Es una sensación particular. Tras recorrer cien kilómetros, cruzar sobre ese puente de piedra, alzar la mirada hacia el castillo y recibir el ya esperado saludo de un olor dulce con sabor a galleta. Siempre es especial. Se repita cuantas veces menester sea.

Llegar a Aguilar es entrar en un mundo aparte, mitad pueblo, mitad ciudad. En un lugar que reposa su poderosa personalidad sobre la historia y el ayer, mientras prepara los aposentos ante la llegada de un esperanzador futuro que ya se ha hecho anunciar.

Y en ese futuro, cómo no, sus dos fábricas galleteras. Gullón, con más de 500 obreros, que llega a los 600 en épocas de máxima producción, y Horno de Galletas de Aguilar, perteneciente al Grupo Siro, con una plantilla de 176 trabajadores.

Ambas se encuentran actualmente inmersas en procesos de ampliación. Gullón, con la construcción de otra fábrica más. Y el Grupo Siro con la creación de un centro que ocupara los terrenos de la antigua harinera de Fontaneda, al que trasladará su actual producción, con un importante y esperado aumento de plantilla.

En el lugar de la vieja fábrica está previsto que se construyan viviendas y un aparcamiento municipal, cada día más necesario en el colapsado centro urbano de la localidad.

Pero el futuro de Aguilar y su municipio no solamente se apoya en el mantenimiento y auge de las galleteras. Son acaso lo más visible de un entramado empresarial que día a día se extiende en continuo proceso de expansión en cada una de las distintas ampliaciones de suelo industrial
realizadas. Entramado en el que destacan la fábrica de puertas metálicas Roper, o las dos cooperativas dedicadas a la patata de siembra de calidad.

Patrimonio cultural

A ese desarrollo empresarial, que en unos años se verá potenciado por el encuentro de dos autovías, el municipio de Aguilar suma un conjunto patrimonial difícil de igualar, un entorno natural impresionante, con el añadido de su embalse, y toda una serie de servicios hosteleros e infraestructuras que derivan hacia el turismo otro de los valores en alza de la zona.

La Fundación Santa María la Real, los museos, iglesias en cada uno de sus pueblos, la Semana Internacional de Cine, el casco urbano aguilarense y esa sensación particular que encierra convierten al municipio en uno de los más visitados de toda la provincia a lo largo del año.

Un lugar al que a partir de este próximo mes de septiembre será aún más fácil llegar, con la puesta en marcha de una estación de autobuses, de la que carecía la localidad.

Asimismo, y en previsión del futuro desarrollo que se espera en la zona, recientemente era inaugurada una estación depuradora de aguas residuales, estimada para dar servicio a una población de 17.000 personas.

Y un colegio. El de la Compasión, cerca del ayuntamiento, que será adquirido por éste para ubicar un centro sindical y multicultural, con teatro, sala de conferencias... Y un puente. Ese de piedra que te abre las puertas de Aguilar, hoy a la espera de su reparación, para seguir dando paso a este mundo aparte. Una y otra vez. Cuantas veces sea menester.

Aroma de ayer y de mañana

Antiguos trabajadores de Fontaneda, Gullón y Fontibre recuerdan el pasado de las industrias galleteras de Aguilar de Campoo

Soraya de las Sías

Hay adivinos que aseguran poseer poderes especiales para ver a través de una bola de cristal o de los naipes del tarot lo que está a punto de suceder. Dicen que predicen el futuro, que hallan indicios para descubrir cosas ocultas. No hace falta echar mano de estos magos y de sus supuestos augurios, sino de la sensatez para presagiar que el futuro de Aguilar de Campoo no es un enigma gracias al asentamiento de nuevas empresas, al desarrollo urbanístico e industrial, a la llegada de nuevos pobladores y al nudo de comunicaciones o cruce de autovías. Esta visión clara del mañana no proviene del oráculo, sino del trabajo de muchas personas: políticos, empresarios, trabajadores y vecinos, con una mención especial a todos aquellos que durante años trabajaron en alguna de las cinco fábricas de galletas que hubo en Aguilar: Tefe, Ruvil, Fontibre, Gullón y Fontaneda.
Una selección azarosa de vecinos que encontramos en el Centro de Día de la localidad se disponen, antes de comenzar la partida de cartas o de cantar el bingo, a relatar sus experiencias. Mujeres que recuerdan cómo abandonaron el colegio para entrar a la fábrica como aprendices, clasificando galletas, empaquetándolas o forrando latas del producto. Veteranas como Mercedes Recio o Petra Corada que comentan la dureza de las condiciones laborales de entonces comparadas con las actuales «Éramos niñas a las que las tocó trabajar demasiado. Cobrábamos 90 céntimos a la hora, no teníamos grandes sueldos ni pagas extraordinarias como ahora, pero nos llevábamos muy bien y éramos una gran familia», comentan.

Más jóvenes, como Emilia Alcalde, Consuelo Amo o Macrina García, explican la introducción de mejoras. «Nosotras ya disfrutamos de vacaciones y de pagas extraordinarias. Cuando nos queríamos casar, dejábamos el trabajo y la empresa nos daba un pellizquito por los años trabajados, que oscilaba entre las 10.000 y las 12.000 pesetas», comenta Emilia Alcalde. «Además dejábamos el puesto a los jóvenes», matiza Consuelo Amo.

A su lado también había hombres que se encargaban, generalmente, del mantenimiento de las instalaciones, del cargue y descargue o del almacenaje de materia prima. Trabajadores que también rememoran sus años de juventud en las factorías. «Había niños que no tenían los 15 años. Cuando había una revisión o visita oficial de los delegados nos veíamos obligados a esconderles», comentan Alejandro Hidalgo, Acacio Gutiérrez y Tomás Pelayo.

Conocieron las diferentes etapas de la trayectoria de Fontaneda, incluso el incendio de 1958 y el resurgir de las cenizas, con nuevas máquinas, instalaciones y conciencia de f ábrica exportadora.

El futuro se afianza con las nuevas fábricas de Siro y Gullón   Antiguos trabajadores de las diferentes fábricas de galletas de Aguilar reunidos en el Centro de Día de la localidad /S. de las Sías S.S. / PALENCIA   Muchos de ellos añoran la etapa de esplendor en la que había más de 700 trabajadores en tres relevos. «Cuando se producían 250.000 kilos diarios de galleta, cuando una docena de vagones de materia prima llegaban al almacén y cuando cada día salían varios camiones a Madrid y otros puntos a llevar el producto», señalan Antonio Fernández y Francisco Aparicio. Sin embargo, la gallina de los huevos de oro dejó de poner. Por un motivo o por otro, aquellas fábricas que habían dado un puesto de trabajo a tantos hijos de agricultores y pastores de la comarca – «muchas veces a cambio de terrenos»– iban diciendo adiós. Tefe, Ruvil y Fontibre acabaron desapareciendo. Después llegó la crisis de Fontaneda, que sucumbió al paso de las generaciones de propietarios, a unas instalaciones obsoletas y al empuje de una economía global en la que el aroma del dinero y de la rentabilidad a costa de cualquier cosa se imponían a la calidad y la tradición. En 1996, la multinacional Nabisco compró la fábrica y la marca Fontaneda. Al poco tiempo presentó un expediente de regulación de 123 puestos de trabajo. «Esto solo era el inicio de una crisis que todos habíamos visto venir», manifiesta el grupo. En el 2002, cuando las aguas parecían estar en su cauce, la multinacional United Biscuits anuncia el cierre de la factoría aguilarense. La crisis laboral era también social y política. Era el final de la comarca. Entonces llegaron las manifestaciones masivas y los encierros, protestas tildadas de reivindicaciones justas desde algunos sectores, y de espectáculos mediáticos, desde otros. Sin embargo, aquella unión y apoyo comprometido sirvió para avanzar en pro del futuro de la factoría y por ende de muchos negocios de la localidad. La solución vino con la compra de la fábrica por parte del Grupo Siro, que después anunció la construcción de una nueva factoría, «la más moderna del mundo», según su presidente, Juan Manual González Serna. Al mismo tiempo, Galletas Gullón, a la que muchos vieron como la hermana pequeña durante años, creció de la mano de Teresa Rodríguez, y anunció su tercera fábrica en la localidad. La visión de futuro no llegó de ningún oráculo, sino de muchas personas: los que antaño lo hicieron en aquellas condiciones y los que ahora continúan manteniendo ese rico aroma a vainilla. Que menos que gracias.

Pensadores de aquí

El café San Antonio, en los soportales de la plaza, acoge cada tarde una tertulia informal de vecinoso

Soraya de las Sías.

El primero en llegar es Rafael Paradelo. Su rostro es familiar y conocido para muchos en Aguilar, pues ha trabajado durante veinte años como cartero. Primero, con aquel traje gris y la valija de cuero cargada de sobres, de las cartas que llegaban en tren y se ordenaban en las oficinas de Correros, instaladas en la planta baja del Ayuntamiento, lo que ahora es el salón de plenos. Después, con otro uniforme y otras comodidades, como el carrito, los envíos por carretera y las instalaciones de la calle Modesto Lafuente. «Es mucho tiempo, hay cantidad de anécdotas que puedo relatar, pero me quedo con el contacto con los vecinos», señala Rafael.

Al instante se incorpora su compañero Manuel Cecín, quien ha trabajado durante años en la oficina de Extensión Agraria, «cuando hablabas de Europa y de ayudas de Bruselas y todo sonaba, cuando menos, a cuento chino», asegura. Bromea y dice que hacen rabiar a Rafael, poniendo a prueba sus dotes como cartero, preguntándole las calles de Aguilar. «Pero se las sabe todas, amigo. Le dices un nombre de un vecino, y recuerda los datos del domicilio. Una máquina», reconoce Manuel. «Ni que el callejero de Aguilar tuviera tanto problema», espeta rápido Paradelo.

Con este humor fino y agradable se reúnen cada día en el café San Antonio, en los soportales de la Plaza España. Allí, en la primera mesa que hay junto al ventanal, celebran sus tertulias, sus reuniones informales a las que acuden otros amigos, como Avelino Molina, José Jaúdenes o Jesús Medrano, concejal de Cultura del Ayuntamiento.

No hay orden del día, no hay normas establecidas que fijen un número concreto de tertulianos ni un asunto preferente de discusión. Esta ausencia estatutaria ha concedido mayor grado de libertad al grupo y no ha impedido que la tertulia siga funcionando como el primer día, con seriedad, respeto y educación, según manifiestan. «Comentamos la prensa. Analizamos las noticias más destacadas y opinamos. Mientras otros juegan a las cartas o ven la televisión, nosotros hablamos» señala Cecín, con el que se sienta ahora Avelina Millán, propietaria del café San Antonio, cuyo nombre, aseguran los tertulianos, viene de que antaño sus instalaciones eran los almacenes de la fábrica de harinas San Antonio de la familia Fontaneda, anteriormente de los Polanco y tiempo atrás batán de la marquesa. «Son muchos años aprendiendo con ellos con solo escucharles. Una licencia que también me permite opinar de vez en cuando», agrega Millán.
Unos días toca hablar de economía. Otros, de asuntos locales, como la reparación del puente mayor o el impulso del polígono, además del cuarenta aniversario de la biblioteca municipal el próximo año.

Y en estas fechas, antesala de las elecciones, no faltan los comentarios políticos, sin que salte la chispa. Siempre con moderación.

Sabia prudencia

Hay quien ha acudido al café en busca de una charla animada con ellos, de un debate con sustancia o de una opinión contrastada. «No somos intelectuales ni eruditos. Solo dedicamos atención a la actualidad informativa. Comentamos estos asuntos, echamos la vista atrás y comparamos. Ni más ni menos», señala prudente Paradelo, mientras Cecín recuerda, no sin cierta ironía, que antaño, cuando la tertulia tenía lugar en el café Los Linajes, «hubo quien pensó que conspirábamos, pero todavía no sé contra qué o quien», matiza.

Han tenido compañeros de lujo, como el jesuita Goyo Ruiz, como el catedrático Felipe Ruiz o como el dibujante y arquitecto José María Pérez ‘Peridis’, con quien han hablado de la Asociación de Amigos del Monasterio –que él fundó con Santiago Amón y de la que algunos, como amantes del arte y defensores del patrimonio, también formaron parte–, o de los cursos que oferta la Fundación sobre el románico, de los que son asiduos.

Como dato curioso señalan que entre sus adeptos hay un matrimonio de California que les visita en verano, y que les definieron en una ocasión como «un grupo de señores que hablan de lo que saben y de lo que no saben», ironizan.
De este grupo de señores pensadores de aquí, de este circuito cultural formó parte también el escultor Ursicino Martínez ‘Ursi’, recientemente fallecido. Del artista y de la persona guardan un grato recuerdo. Un cariño que se hace visible en sus ojos vidriosos cada vez que se refieren a él, cuando le recuerdan sentado junto a los ventanales, enrollando los cigarros con tabaco de picadura, asintiendo con la cabeza a los comentarios. «Nos decía en qué trabajaba, qué tallaba», dice Cecín, mientras Rafael continúa apuntando que en alguna ocasión le ayudaron en el taller. «Trabajaba con música clásica. Allí, había un nido de golondrinas que permanecían quietas con la música, no creas que se iban. ¿Qué habrá sido de ellas ahora?», se preguntan, mientras dedican un instante de recuerdo a su gran amigo.

Seguiremos hablando. En el San Antonio. Hasta el próximo café.

Olor a galleta y a patrimonio

El ayuntamiento quiere convertir el antiguo colegio de La Compasión en un gran centro cultural

Eduardo Plaza

El próximo 4 de abril se cumplirán seis años desde que la multinacional británica United Biscuits anunciara el cierre de la emblemática fábrica de galletas Fontaneda en Aguilar de Campoo. La lucha de todo un pueblo unido en defensa de una de sus mayores señas de de identidad será recordada siempre como un ejemplo de coraje ante la injusticia de aquella decisi ón.

Sin duda hubo un antes y un después de la crisis de Fontaneda, pero afortunadamente tras la tremenda tempestad, llegó una calma que perdura hasta hoy. Y aunque ya sin la marca Fontaneda, Aguilar sigue manteniendo su característico olor a galleta gracias a Gullón, que mantiene una continua y decidida apuesta por Aguilar y su comarca, y el Grupo Siro, que tras convertir la antigua fábrica de Fontaneda en Horno de Galletas de Aguilar, está a la espera de inaugurar su nueva factoría de pan de molde en la que creará unos 150 empleos.

Junto a las galleteras, destaca otra empresa importante como Puertas Roper, que junto a otros pequeños empresarios sustentan la economía aguilarense. Además, la puesta en marcha de iniciativas empresariales podrá hacerse realidad en el polígono industrial de Aguilar, cuya segunda fase está en marcha de la mano de la empresa pública de la Junta Gesturcal.

La fijación de estas empresas ha resultado clave para que Aguilar haya mantenido sus habitantes en los últimos años, entre los que cerca de 800 viven en las 29 pedanías del municipio. Los más de siete mil aguilarenses censados, junto a los numerosos vecinos -entre uno y dos millares- que se estima viven en la localidad sin estar empadronados, demandan cada vez mayores servicios.

En este sentido, uno de los proyectos que con más anhelo se persigue desde el Ayuntamiento es la conversión del antiguo colegio de La Compasión en centro cultural. Se trata de un ambiciosa iniciativa para la que se está elaborando una memoria con el fin de conseguir el máximo apoyo de las administraciones, tanto a nivel provincial como regional y nacional. El objetivo es que esta actuación -cifrada entre 3 y 4 millones de euros- dé respuesta a la variada y numerosa actividad cultural que genera Aguilar y sirva de complemento a la capilla del centro que ya ha sido reformada gracias a la financiación de United Biscuits, con 168.000 euros, en compensación por trasladar la marca Fontaneda, la Junta con 32.000 y el grupo de acción local País Románico con 122.000. Esta antigua capilla está a la espera de recibir el equipamiento necesario para empezar a utilizarse como centro multiusos en el que podrán llevarse a cabo conferencias, proyecciones u obras teatrales.

Otra demanda de los aguilarenses se sitúa en el campo de la sanidad, ya que el actual centro de salud empieza a quedarse pequeño y la Junta está estudiando la opción más viable: su ampliación o la creación de una nueva instalación.

El Ayuntamiento espera poder culminar estos proyectos rebajando al mismo tiempo la deuda de 3,5 millones de euros que arrastra.

Olor a galleta y a patrimonio

Aguilar de Campoo y los pueblos de alrededor tienen multitud de visitas obligadas

Gonzalo Alcalde Prieto

Si hace un par de semanas afirmaba al visitar Saldaña que me dolía la ausencia que allí sentía de mi buen amigo Javier Cortes, hoy, cuando paseo y recorro las calles de Aguilar de Campoo, con idéntico sentimiento percibo la ausencia de mi buen amigo Ursicino Martínez, escultor y compañero de viajes por estos pueblos del Campoo palentino, quien siempre será recordado como Ursi para el arte y por sus amigos. Y eso que para su recuerdo permanente me han quedado algunas de sus obras, sus buenos consejos y un mejor manojo de amigos comunes, a los que paso a ver siempre que puedo a la tertulia que mantienen todas las tardes, porque también a ella asistía el maestro Ursi en el bar San Antonio de esta noble villa.

Allí están Rafael Paradelo, el hombre que más sabe, conoce y recuerda (que es tan importante como saber) de la historia de Aguilar, y al que llevo años diciendo o casi rogando que escriba un libro, pero se me hace el gallego, que es como hacerse el sueco, pero más meloso.

También están Manolo Cecín, otro jubilado feliz pero que continúa siendo crítico con casi todo -incluidos los amigos-, y Avelino Molina, un prejubilado de la mina que quería y respetaba a Ursi tanto como todos nosotros, y que si él se deja ocupará su lugar como compañero de andanzas por estos pueblos y tierras de la Montaña Palentina. Con ellos y con otros más que se unen a ese cónclave campurriano, he compartido gratos momentos que ya forman parte de mis muchos años visitando esta bella comarca de Aguilar de Campoo.

Pero intentar con este reportaje recoger todo lo mucho y bueno que encierra esta villa de Aguilar de Campoo -y no digamos las 22 poblaciones más que acoge su término municipal-, va a ser para mí todo un ejercicio de síntesis que no sé si seré capaz de llevar a cabo.

A todo el que se anime a pasar por Aguilar de Campoo, le recomendaría que para empezar no deje de subir a visitar las ruinas de su viejo castillo, pues desde allí se hará una idea clara de todo lo que le puede mostrar la comarca y la propia villa en sí. Además, los accesos están acondicionados para que no se nos haga muy cuesta arriba llegar a este excelente mirador. Ya sea a la subida o a la bajada, no se nos ha de pasar por alto hacer una visita a la iglesia románica de Santa Cecilia, contemplar su bella torre románica y sobre todo los imponentes capiteles historiados que allí se conservan.

Cuando ya volvamos a estar en lo llano, será obligatoria una visita al Monasterio de Santa María la Real, donde, entre otras cosas más, se nos mostrará su claustro, la iglesia conventual y el Museo del Románico. Por el agradable Paseo del Monasterio, regresaremos a la búsqueda del casco histórico de Aguilar. Entraremos por la puerta de la muralla, conocida como de La Barbacana, que está casi pegada al puente medieval y al molino y portillo de Malla.

Calle del Puente abajo e inexorablemente llegaremos a la Plaza Mayor de Aguilar, uno de los recintos urbanos más emblemáticos de la villa. Por allí, veremos sus soportales y galerías corridas, la imponente mole templaria de la iglesia colegial de San Miguel. Y muy cerca de ella, la Oficina de Turismo del Ayuntamiento de Aguilar de Campoo, donde los profesionales que la atienden -Lourdes Garzón y Toño Blanco- les darán toda la información necesaria para que puedan pasar uno o más días en la villa y en los pueblos y paisajes de sus alrededores.

Hablando de alrededores, les diré que Aguilar de Campoo cuenta con varios parques de gran encanto, a los que recientemente se han unido los recuperados paseos del Loco y del Coto. A ellos, como asegura su alcaldesa, María José Ortega, dentro de poco se vinculará el del Molino Turruntero, que unido a un parque de mayores y a la urbanización de otros entornos de Aguilar complementarán algunos proyectos que tiene para este año el Ayuntamiento, incluida la celebración de los 400 años de la fundación de la Cofradía de la Virgen del Llano, la patrona.