Dos flores inseparables
Inés Puebla, de 39 años, cuenta con la ayuda de Valentín Néstar, de 67, en sus labores de 'alguacila'
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Inés Puebla y Valentín Néstar, en Osornillo.:: LEONOR RAMOS |
LEONOR RAMOS
Inés y Valentín, Valentín e Inés, da igual a quién nombremos el primero. Ambos se entienden a la perfección y hacen una pareja excepcional a la hora de trabajar y mantener limpio y cuidado el pueblo de Osornillo, y eso que él ya está jubilado. Valentín Néstar -'Tinillo', como le conocen en el pueblo-, de 67 años, fue el alguacil de Osornillo durante cinco años tras jubilarse ,y ahora, y desde hace tres años, es una mujer la que ocupa el cargo. Inés Puebla, de 39 años, es la primera 'alguacila' (así le gusta que la llamen, aunque según la Real Academia de la Lengua alguacila es la mujer del alguacil), y tiene un gran maestro del que aprender, Tinillo.
Cuando llego a la cita, todo hace prever que va a ser una conversación de lo más amena y divertida, porque cuando lo hacen los dos en un coche, Inés, sin querer, roza las ruedas del vehículo con el bordillo de la calle y bloquea el volante. Rápidamente, baja Tinillo del coche y lo primero que dice entre risas: «Ya la ha vuelto a liar esta chica, si es que no tiene nada de cuidado». Son muy diferentes, pero eso mismo es lo que les hace llevarse y entenderse tan bien.
Fue Tinillo el que consiguió que Inés fuese su sucesora como 'alguacila' de Osornillo. «Yo, cuando me jubilé, ocupé el cargo, pero después de unos años lo dejé, y cuando vi a Inés, me dije: 'esta chica tiene que ser la que se encargue del mantenimiento del pueblo'», dice, y dicho y hecho, porque Inés consiguió el puesto. «Me eligió a mí porque vio que era una mujer fuerte y era capaz de hacer esfuerzos», explica ella. Aunque en realidad lo que dijo Tinillo fue: «Hay que coger a esta niña que tiene cuerpo de hombre», agrega Inés riéndose.
Empezó hace tres años en el trabajo, y desde entonces Tinillo, ya jubilado, no se separa de ella. «Yo reviso su trabajo y siempre estoy detrás por si veo que hay algo mal, aunque tengo que reconocer que lo tiene todo bastantes bien, pero yo soy muy exigente y quiero la perfección», explica Tinillo, mientras que Inés asiente con la cabeza. Precisamente, mientras estamos sentados en un banco frente a la iglesia, Tinillo ve unas ramas que sobresalen del suelo, y aunque casi no se ven o para cualquier persona pasarían desapercibidas, Inés tendrá que cortarlas.
Consejos de padre
Tinillo casi se ha convertido en el padre de Inés en el pueblo, porque siempre está detrás de ella, tanto que es él el que la despierta con una llamada telefónica para que no se quede dormida. «No es que me duerma ni nada, solo que Tinillo es como si fuese mi despertador, cuando me llama, ya sé que me toca levantar», dice Inés. Su teléfono suena a eso de las seis de la mañana. «Si un día no me levanto, al día siguiente se cabrea y ya no me llama», cuenta.
Limpia las calles, mantiene bien cuidados los jardines y hace lo que sea porque Osornillo esté bien limpio, siempre con la mirada atenta de Tinillo, quien la examina día a día. «Yo a veces le digo cosas para que trabaje lo menos posible, es decir, le doy consejos y trucos, pero es que no sabes lo cabezota que es», cuenta entre risas. Aunque se sale con la suya, por ella siempre le hace caso. «Yo la controlo y sé las horas que viene a trabajar, así que si un día trabaja menos, se las sumo otro día», dice Tinillo. Puede parecer que él hace de policía, pero no es así. Inés le tiene mucho cariño y sabe que todo lo que le dice es por su bien.
¿Saben qué? Tinillo aprecia tanto a Inés, que hasta le buscó un novio. «Fue un día por casualidad, y fíjate que ya llevan juntos varios años, y de momento se llevan a la perfección, así que yo estoy encantado», explica. Él es muy exigente, pero eso a Inés no le supone ningún problema. «Estoy encantada, porque sé que lo que me dice es por mi bien», dice. Merece la pena ir a Osornillo, conocerles y ver de cerca lo bien cuidados que tiene Inés los jardines, porque yo no he conocido otro municipio como Osornillo, donde te encuentres por cualquier calle con tantas zonas verdes plagadas de rosas de colores.
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