El archivero fiel
Francisco Herreros ha escrito libros de historia de varios pueblos, incluido el suyo
Soraya de las Sías
Aunque trabaja como archivero diocesano desde hace 17 años, Francisco Herreros Estébanez (Marcilla, 1937) desarrolló su olfato como investigador y como historiador años atrás, al inicio de su carrera religiosa en la década de los años sesenta, cuando llegó a Villaprovedo, localidad enclavada en el valle del Boedo. Era la primera parroquia de la que era sacerdote titular después de salir del Seminario y de una breve estancia como coadjutor de capellán en Venta de Baños y como sacerdote ecónomo en Polentinos.
El contacto con los vecinos de Villaprovedo fue crucial para establecer una estrecha relación de comunicación y atender a sus demandas. Trabajó codo con codo con ellos para conseguir ayudas para la rehabilitación de la iglesia y del cementerio y se centró en su labor pastoral. Tenía poco tiempo libre, pero aún así buscó un hueco para bucear por los documentos del archivo parroquial y tomar apuntes con los que esclarecía y entendía el pasado de un pueblo que no era el suyo. «Llegué muy contento y muy ilusionado, con ganas de trabajar. Lo importante era la labor con los fieles e intenté hacer todo lo posible por mejorar ciertas carencias y unir a todos los vecinos. Los apuntes históricos eran simplemente para uso personal, publicar un libro entonces era lo de menos», explica Francisco.
Años más tarde, en 1973, le trasladaron a Frechilla, en Tierra de Campos. Allí se le presentaba un reto nuevo: hacerse cargo también de las parroquias de Guaza y de Mazuecos de Valdeginate. La historia de Frechilla, un municipio con mayor envergadura demográfica y calado social, hizo que brindara especial atención a la indagación y la búsqueda de datos de épocas pasadas. Esta circunstancia coincidía además con el anuncio del obispo Asensio Granados, que ordenó trasladar y concentrar progresivamente todos los archivos parroquiales de la provincia en las instalaciones de la diócesis de la capital para mejorar la conservación de los legajos y facilitar la labor de los investigadores.
Este cúmulo de factores le impulsó a escribir el libro de la historia de Frechilla, que publicó en 1987. «Muchos me animaron. Ya tenía práctica de los apuntes de Villaprovedo, y por eso me decidí. Junto al resumen de la trayectoria histórica del pueblo, incluí además un análisis demográfico, con árboles genealógicos de cada familia. Esto encandiló y entusiasmó a la gente de Frechilla», señala Herreros Estébanez, que apunta que aún hoy son muchos los vecinos o familiares que residen fuera que le solicitan algún ejemplar.
La buena acogida de la obra hizo que el sacerdote se inclinara por hacer lo mismo en Guaza y en Mazuecos, solo que esta vez se trataba de libros de elaboración casera y personal para evitar, según matiza el propio autor, «las restricciones de espacio o las limitaciones de estilo que imponían las imprentas».
Rigor y precisión
El 28 de agosto de 1990 se despide oficialmente de Frechilla. Le trasladan al Archivo Diocesano de Palencia. Para entonces, ya había surgido la idea de escribir un libro de Marcilla. Sin embargo, este nuevo cargo suponía mayores cargas laborales, por lo que no quedó otro remedio que dejar apartado momentáneamente el proyecto. «Ya había iniciado las investigaciones, ya había consultados documentos y partidas antiguas, pero no daba abasto a todo, así que tuve que dejarlo», manifiesta Francisco, que añade que este paréntesis de tiempo le permitió madurar sus cábalas iniciales e introducir nuevos matices «para presentar un trabajo riguroso y muy meticuloso, pensado y redactado para las gentes del pueblo, pero con una fiabilidad asombrosa».
El alcalde de entonces en Marcilla, Julián Terceño López, tuvo la oportunidad de ojear el primer ejemplar y solicitó a Francisco que organizara una charla para los vecinos, que finalmente tuvo lugar en diciembre de 1994. «Quedaron entusiasmados. Si me había encantado escribir los libros de otros pueblos, imagínate del mío. Lo redactado además hacía referencia a historias y personas que no eran ajenas o anónimas, como en otros casos, sino que me eran conocidas y familiares. Era una sensación especial, un pálpito diferente, que creo que todos en Marcilla agradecieron después con un ejemplar en sus manos», explica el sacerdote, que lamenta que el volumen de trabajo que le tiene ahora ocupado le impida regresar a su tierra con más frecuencia.
Su meta de historiador no finalizó entonces. Quedaba un asunto pendiente: dar forma a sus primeros apuntes, los de Villaprovedo. Lo consiguió en 1997, mucho tiempo después de su estancia en la localidad, sin embargo, el cariño con el que logró reflejar el pasado vivo del municipio despertó el aplauso y el agradecimiento de los vecinos a este archivero fiel.
PATRIMONIO ARTÍSTICO
La iglesia conserva un órgano ibérico y valiosos retablos y altares
De las dos iglesias que existieron siglos atrás en Marcilla, solo se conserva la parroquial, advocada a la Asunción de María. El templo data del siglo XVI, aunque alberga reformas posteriores. En su interior destacan varios retablos, especialmente uno de estilo plateresco situado en la nave de evangelio, que está adornado con tablas castellanas. Llaman también la atención el órgano ibérico del coro, la sillería y la cajonería de la sacristía.
En el Museo Diocesano de Palencia se puede admirar la imagen de la Virgen con el Niño, del siglo XIII, esculpida en madera dorada y policromada y que fue venerada en el pueblo bajo la advocación de la Virgen Panadera, como señala Alcalde Crespo.
TRADICIONES
En mayo y en agosto
Las fiestas patronales de Marcilla tienen lugar el 15 y el 16 de agosto en honor a Nuestra Señora y San Roque. En el programa de fiestas se incluye desde hace unos años actividades ecuestres, que congregan a decenas de curiosos y aficionados a los caballos. Los vecinos también festejan el 15 de mayo a San Isidro, patrón de los labradores, con una procesión.
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