Vivan los novios
Arconada conserva la tradición de colocar una enramada en casa de la novia para la boda
GONZALO ALCALDE CRESPO | ARCONADA
Un viejo solterón me dijo una vez que se alegraba mucho cuando iba a un entierro porque sabía que no era el suyo, pero que en cambio se entristecía mucho más en las bodas, porque él no era el novio. Hoy, cuando he llegado a Arconada, me he enterado que se iba a celebrar una boda, y aunque yo no iba a ser el novio, me he alegrado. Y me he alegrado porque he podido asistir a los prolegómenos o preparativos de lo que era una boda al estilo del país, como se decía antes.
Casi no había entrado en la villa y por allí colgaba una pancarta en la que se leía 'Rober y Miri se casan'. Le eché morro e imitando al genial Gila me dije que en esta boda me cuelo como está mandado, pues como ya conocía el nombre de los novios lo tenía facilísimo. Y así lo hice, me fui hasta la casa de la novia y cual no sería mi sorpresa que allí me encontré toda una enramada que los amigos jóvenes de los novios habían confeccionado para la novia.
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Pregunté por ella y me dijeron que estaba en la peluquería, y que del novio nada se sabía. Todo mi gozo en un pozo, pues además me aclararon que la boda no sería hasta por la tarde, por lo que tan sólo conseguí que me informasen -que ya era bastante- que eso de hacer una enramada en la puerta de la casa de la novia la noche anterior a que se casara era tradición en la comarca. Y para ello, todos los mozos y mozas del pueblo habían estado toda la noche pela que pela y trenza que trenza las ramas, a las que se unían flores y guirnaldas hasta crear un arco por el que pasaría la novia en el momento de abandonar la casa de sus padres, camino de la iglesia.
Los familiares de la novia me informaron de que la juerga no había sido floja, y que algunos de los participantes no hacía ni una hora que se habían ido a la cama. También me comentaron que en el pórtico de la iglesia había otra enramada, a la que acompañaba la pregunta '¿Lo habéis pensado?'.
Pues seguramente no, como todos los que nos hemos casado alguna vez, y supongo que cuando ustedes estén leyendo esta crónica Rober y Miri ya estarán felizmente casados. Y que sepan que este cronista de lo rural sólo les desea que les dure por mucho tiempo, aunque no pudiera colarme de rondón en su banquete de bodas.
Aprovechando que me había acercado a la iglesia parroquial de Arconada, que está dedicada a Santa María, les cuento que es un sencillo edificio de una sola nave con crucero y torre a los pies, que todavía conserva un buen artesonado mudéjar y un respetable retablo mayor barroco.
Dicen las viejas crónicas que por allí también existió un hospital dedicado a San Facundo y San Primitivo -patrones que todavía siguen siendo del pueblo-, al que acompañaba una capilla. Y es que aunque Arconada se queda un poco apartado de la traza del Camino de Santiago que próximo a él discurre, la villa no dudó en prestar socorro a los peregrinos pobres y enfermos.
Antes de abandonar Arconada, no dejen de visitar la buena colección de fotogénicos palomares que están sembrados por los arrabales del pueblo, así como el entrañable y bien rehabilitado conjunto que conforman el viejo lavadero, con su pozo central y las pilas de lavar individuales. Se une una original fuente con pilón circular, que algunos aseguran que es romana, aunque otros pensemos que seguramente es muy posterior.
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