Lantadilla

Entre alambiques y lagares, una catedral

Lantadilla iniciará en breve la transformación de su plaza para lograr un espacio más diáfano en el centro del pueblo

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Entre alambiques, lagares y una catedral, en Lantadilla el río es la frontera. Al otro lado del puente surge en hermandad otra tierra, que no es la misma, pero es igual.

A esta orilla del Pisuerga, un laberinto de calles que huelen a orujo y saben a queso. En la otra, los queridos y vecinos pueblos burgaleses de Arenillas, Palacios y Melgar de Fernamental.
El río es la frontera, y también la vitalidad, el recreo y un baúl de recuerdos en cada casa de esta localidad que, ni grande, ni pequeña, guarda entre los surcos de sus campos la historia de una gran batalla y el dulzor de viñedos madurando en la memoria.
Hoy Lantadilla desparrama su nombre por el mundo mezclado con el aguardiente que desde 1934 destila la empresa que creara Aureliano González Quijada, y que ha dado lugar a un próspero negocio familiar dedicado a la fabricación de orujos de calidad con la denominación «Gonqui», haciendo honor a los apellidos de su progenitor.

Por otro lado, y desde 1940, funciona en la localidad la fábrica de quesos «Matilla», junto a la cual cabe citar, dentro de la actividad productiva que se desarrolla en el pueblo, la empresa de áridos «San Roque», una granja avícola, otra de porcino y varias explotaciones de ganado ovino.

Pero Lantadilla es ante todo agrícola, con cultivos de secano y terrenos dedicados al regadío, aprovechando la cercanía de los canales de Castilla, en su ramal norte, y del Pisuerga
Se asienta en esta circunstancia la base para el futuro más viable en la zona, a juicio de Albino Lobo, alcalde lantadillense, siempre y cuando se lleven a cabo los necesarios procesos de modernización de los sistemas de riego y la consiguiente reconcentración parcelaria. Una catedral

El templo de Nuestra Señora de la Asunción es en efecto una iglesia con cuerpo de catedral, ante cuya magnificencia el visitante suele quedar impresionado.

Su torre y su espléndida fachada se elevan poderosas sobre el caserío del casco urbano, mirando sobre los tejados hacia la plaza del ayuntamiento, la cual será transformada en breve para conseguir un espacio más diáfano en el centro del pueblo.

Como remate a dicha obra, el ayuntamiento tiene prevista la reconstrucción del que fuera rollo jurisdiccional de la villa, destruido durante la contienda de las Guerras Carlistas.

Lantadilla. A este lado del puente. Entre alambiques y lagares. Donde el río es frontera.

Siempre unidos

Agustín García emigró joven de Lantadilla, fue marista, se salió de la congregación y se casó en Guatemala

Texto y fotografía de Soraya de las Sías

Agustín y Ana Georgina en la terraza de su casa en Lantadilla. / S. S.

Nace en Lantadilla, pero con apenas 11 años abandona su tierra natal para continuar su formación académica en Carrión y Gerona. Ingresa en los maristas y, tras acabar los estudios de Magisterio, trabaja en Cuba –dos años en La Habana y cuatro en Camagüey– hasta que estalla la revolución en 1959 y, por motivos de seguridad, se ve obligado a regresar ña.

Tras dos años en Vigo, el periplo de Agustín García continúa por Santiago de Chile, Costa Rica y Guatemala, donde trabaja en varias escuelas de las zonas más paupérrimas, intentando organizar un sistema digno de educación que saque a los niños de la dura e injusta explotación laboral a la que se ven sometidos. Al mismo tiempo, comparte su trabajo en las aulas con la lectura de manuales de química, algo por lo que siempre había manifestado un gran interés. Su afición va más allá y decide matar el gusanillo cursando la carrera universitaria de Ciencias Químicas.

Casi sin saberlo, Agustín da el primer paso de la nueva vida que le espera a la vuelta de la esquina. El siguiente llegaría en 1969, cuando en un viaje a España comienza a rondar por su cabeza la idea de abandonar la congregación. Regresa a Guatemala a finales de 1970 y dos años más tarde anuncia su retirada como marista.

Toca entonces comenzar una nueva historia desde cero, con importantes cambios en su vida profesional. Finaliza la carrera universitaria de Química e ingresa en la plantilla de la factoría Coca-Cola como gerente de producción. Sin embargo, el giro más radical tiene lugar en la esfera afectiva, más íntima y personal, cuando se enamora de la guatemalteca Ana Georgina Alvarado, médico cirujano con la que contrae matrimonio y con la que posteriormente tendrá dos hijos: Carlos Agustín y Juan Jorge.

Los recién casados fijan su residencia en Guatemala, pero el terrible terremoto de 1976 les obliga a emigrar a Madrid. El destino no parece responder a los avatares de la casualidad, pues Ana obtiene una beca para estudiar en la capital un curso de postgrado de medicina física y rehabilitación. Además se presenta a unas oposiciones, en las que consigue la octava plaza entre los 22.000 aspirantes que se presentan a las pruebas y tiene la oportunidad de realizar la residencia en el Hospital ‘12 de octubre’.

Entretanto, Agustín participa en varios seminarios de medicina y en una investigación de plásticos biomédicos adaptados a las ortopedias. El trabajo y la ilusión de ambos se entremezclan. Ella, especialista en rehabilitación; él interesado en la ortopedia. El destino tampoco era esta vez azaroso, pues el objetivo era regresar a Guatemala para poner en marcha un centro de rehabilitación para los damnificados por el terremoto.

En enero de 1980 regresan a Guatemala, donde meses más tarde inauguran el centro ‘Garal’. Las buenas expectativas de funcionamiento les llevan a adentrarse en el ambicioso y goloso terreno de la fabricación de plantillas y soportes ortopédicos, pues la mayoría de estos materiales se importaban desde Estados Unidos, circunstancia que les encarecía enormemente y les convertía en inaccesibles para los más pobres, al mismo tiempo los más afectados y perjudicados.

Con los suyos
El compromiso adquirido con los sectores más necesitados les impide viajar a España durante una larga temporada. Sin embargo, a medida que sus iniciativas se abren un hueco en el mercado económico y social, acuden al reencuentro con los suyos. «Siempre nos hemos sentido muy unidos a Lantadilla. Cuando el trabajo nos ha concedido un respiro, hemos regresado a la casa de mi hermano Ángel para pasar con él y su familia las vacaciones», apuntaba Agustín hace unos días en Lantadilla, antes de regresar el jueves al continente americano.

Miles de kilómetros le separan de su familia y 18 horas de avión se interponen entre su acento sudamericano y sus raíces palentinas. A pesar de todo, gracias al respeto y al cariño ha aprendido que la distancia no es olvido y que lo que importa es mantenerse siempre unidos.

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Fernando Puebla y Rafa Gallego han creado una página web de Lantadilla, el pueblo de su familia

Soraya de las Sías

A finales de la década de los años noventa, cuando Internet comenzaba a coger auge como nuevo sistema de comunicación a tiempo real, el arquitecto técnico Fernando Puebla Escudero y el ingeniero técnico de Telecomunicaciones Rafael Gallego Puebla comprobaron que la información que había en la red acerca de Lantadilla, el pueblo de su familia, era mínima. Consideraron que era el momento oportuno de subirse al tren de las nuevas tecnologías y crearon un sitio dedicado exclusivamente al pueblo con información de su historia, su patrimonio, sus gentes y sus tradiciones, con galerías de fotografías y vídeos incluidos.

« Así conseguimos poner en marcha la página el 17 de diciembre de 1997. Inicialmente recogimos información en un libro escrito por el párroco de Lantadilla. También volcamos los datos que habíamos conocido a través de conversaciones con los propios vecinos y los mayores», señalan los primos Fernando y Rafa. Con el paso del tiempo, fueron incorporando más información y más fotografías. Algunas de su propia cosecha, y otras, ofrecidas por los propios usuarios que visitaban la página. «En estas sucesivas actualizaciones fuimos incluyendo aportaciones de algunos lantadillenses. Nos remitían fotografías, datos nuevos e incluso alguna matización y corrección a datos ya publicados que cabía mejorar», señalan los autores, que mantienen intacta la ilusión por su trabajo, como demuestra el hecho de que hayan renovado la imagen y el diseño del sitio.

« La verdad es que no disponemos de mucho tiempo libre, pero se hace el esfuerzo porque merece la pena. Hay algunas tareas de mantenimiento que no requieren mucho tiempo y lo hacemos a diario. Sin embargo, renovar los contenidos es algo más costoso y esperemos que con el nuevo formato sea algo más sencillo. Las cosas han cambiado mucho en los últimos años, por eso la renovación era necesaria. La estructura original se mantiene, pero se adapta a las modas actuales a través de mejoras técnicas», explican los jóvenes, que residen habitualmente en La Coruña y en Vitoria.

Una década de información de Lantadilla en la red que ha servido para que numerosos hijos del pueblo que residen fuera tengan la oportunidad de tener noticias de los viejos amigos o de conocer los últimos acontecimientos, pues se incluye un enlace de actualidad con referencia a las últimas elecciones o a las próximas fiestas patronales. «A través de los libros de visitas hemos contactado con gente que vive lejos y no puede acudir con frecuencia. Los hay incluso que son descendientes de aquellos emigrantes que partieron para América en el siglo pasado o religiosos naturales del pueblo que trabajan como misioneros en diferentes países del mundo», señala Rafa, mientras su primo Fernando irrumpe para matizar que a los hijos y a los nietos de aquellos emigrantes la página web les ha servido para conocer cómo es ese rincón palentino en el que se hunden sus raíces.

Entre estas visitas se cuelan algunas anécdotas. Varios internautas de Chile les han comentado que a través de este sitio virtual han descubierto que su apellido Lantadilla es un pueblo de España. «También hemos contactado con un argentino cuyo abuelo era de Lantadilla, de la misma época que el nuestro. Era la primera vez que sabía algo del pueblo. Mantenemos el contacto con él para ver si descubrimos algún vínculo más», aseguran Rafa y Fernando, que reconocen que siguen unidos al pueblo no solo por sus raíces familiares, sino también por las afectivas. «Desde niños hemos acudido en vacaciones. Ahora, que acumulamos más años, lo seguimos haciendo cada vez más. Lantadilla nos sirve para descansar, para encontrarnos con los amigos y para cargar las pilas», aseguran los dos. «Algo tiene el pueblo que atrapa, que hace que todo aquel que lo visita quiera repetir después. Quizás es el orujo o los quesos...», bromean los primos, convencidos de que es el carácter abierto, extrovertido y acogedor de sus gentes el mejor reclamo turístico.

Su página web también contribuye, pues ha servido para que Lantadilla esté más presente y más cerca de quienes antes se sentían alejados y ajenos a su realidad por la distancia de los años o de los kilómetros. Conectados a la red, Rafa y Fernando siguen unidos al pueblo de su familia, a su pueblo, y favorecen que otros muchos hagan lo mismo, que se acerquen al trocito de tierra y de emociones a través de Lantadilla@hotmail.com

Acogedor y bien cuidado

El amor al pueblo de sus hijos y la llegada de foráneos hacen que se arreglen unas cuatro casas por año

Eduardo Plaza

Llegar a Lantadilla en el mes de agosto, y más aún en estos días en los que celebra sus fiestas patronales en honor a Nuestra Señora de la Asunción y San Roque, supone encontrarnos con un pueblo que dobla su población con creces -prácticamente la llega a triplicar- y que contagia buen ambiente por los cuatro costados. En esta época estival, Lantadilla se convierte, como tantos otros pueblos, en el mejor refugio de los hijos que un día tuvieron que emigrar a las grandes urbes y ahora retornan a sus orígenes para disfrutar de un merecido descanso. Este amor al pueblo redunda en que todas las casas estén arregladas y en que no haya ninguna disponible para alquilar. Aunque no sólo son los lantadillenses los que llegan a este bonito pueblo bañado por el Pisuerga. También llegan personas que no tienen ninguna vinculación familiar o afectiva y adquieren una casa para disfrutar de unos días de asueto. Cabe señalar que cada año se vienen arreglando unas cuatro viviendas.

Por otro lado, el resto del año, Lantadilla también se ve afectada por el mal de la despoblación. Aún así, la localidad cuenta con varios labradores jóvenes que se han quedado. Junto a la actividad agraria y ganadera, hay que añadir una fábrica de pollos y varias empresas familiares que llevan el nombre de la localidad fuera de los límites provinciales. Es el caso de Orujos Gonqui y Quesos Matilla. A falta de otro tipo de industria, muy demandada por el municipio, otros diez o doce jóvenes han encontrado empleo en la cercana localidad burgalesa de Melgar de Fernamental, con lo que se puede afirmar que actualmente no existe paro en Lantadilla.

Servicios básicos

Los matrimonios jóvenes que se han establecido en la villa cuentan con los servicios básicos cubiertos. Entre ellos, uno de vital importancia es que Lantadilla aún disponga de Escuela de Educación Infantil, con lo que hasta los seis años los pequeños pueden permanecer en el pueblo sin tener que desplazarse hasta Osorno. En el lado opuesto están los mayores, mucho más numerosos, que cuentan con un centro de día en el que realizan diversas actividades. Muchas de esas personas tienen avanzada edad. Sin ir más lejos, una mujer que el próximo otoño cumplirá 100 años.

Por otra parte, en relación al ámbito municipal, una de las mayores necesidades es la renovación de la red de abastecimiento con el fin de mejorar la calidad del agua, ya que nunca se ha intervenido desde que se realizó, actuación que financiará en buena parte la Diputación. Otra intervención muy necesaria es la que requiere el retablo mayor del soberbio templo de La Asunción.

Por los campos de Lantada

Los jóvenes de Lantadilla se reúnen en verano en torno a las cuidadas piscinas municipales

GONZALO ALCALDE CRESPO

Recuerdo una excelente película del director Frank Perry titulada 'El nadador' (1968), en la que el actor Burt Lancaster interpretaba a un personaje que se propone atravesar el condado donde reside nadando en todas las piscinas de sus vecinos. ¿Y por qué me acuerdo yo ahora de esto? Porque he llegado a Lantadilla y lo primero que he hecho ha sido visitar su zona deportiva, que se localiza casi en el centro de pueblo, donde veo que el Ayuntamiento de Lantadilla va a realizar obras de adecuación y mejora de su entorno a través del Plan E.

Allí se reúne la gente joven del pueblo, pues cuenta con un bar de verano y una excelente terraza, así como con una bien cuidada piscina, de la que se ocupa Carlos Pozo Vicente, quien me la enseña. Esa piscina me ha traído el recuerdo de la película antes mencionada, ocurriéndoseme ahora la posiblemente absurda idea de que se podía diseñar una ruta de las piscinas de la provincia de Palencia. Teniendo como disculpa un baño en cada una, serviría a su vez para ir visitando muchos de estos pueblos de esta vega media del río Pisuerga que cuentan con ellas.

Y es que no me extraña que por aquí abunden las piscinas, pues es una tierra de abundante agua (antes también de vino), situada entre la cuenca del Pisuerga y la del Canal de Castilla, por lo que casi todos sus cultivos son ya de regadío. Granándose al sol, veo grandes extensiones de maíz, y engordando, otras de remolacha, mientras los riegos por aspersión las mantienen húmedas y fértiles.

La ermita

¿Y qué nos dice la historia de estos campos?. La historia nos relata que en los campos de Llantada, donde hoy se localiza la ermita de Lantada, se celebró una cruel batalla entre las huestes de los reyes y hermanos Sancho II de Castilla y Alfonso VI de León, allá por el año 1067, donde se propusieron litigar por las armas la predominancia de uno de los dos sobre ambos reinos heredados de su padre Fernando I. De esta confrontación salió derrotado Alfonso VI, quien no acató el resultado, teniéndose que enfrentar otra vez en Volpejera cinco años después, donde también fue derrotado. Ante ambas derrotas, Alfonso VI tuvo que refugiarse en Toledo hasta la muerte traicionera de Sancho de Castilla en el cerco de Zamora, lo que le permitiera acceder al deseado trono, y le complicaría después la vida al mítico Cid Campeador. ¡La que se preparó en Lantadilla!

Si ahora entramos en Lantadilla por su calle Real, irremediablemente nos llevará hasta la soberbia fábrica de su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, que se fecha en la segunda mitad del siglo XVI. La fachada del templo se instala a sus pies, así como su imponente torre de tres cuerpos adornada con gárgolas. Su planta la conforman tres airosas naves sustentadas por seis pilares, de los que arrancan otros tantos arcos apuntados. Las bóvedas son de crucería, excepto la de la capilla mayor, que es de aristas. A las cabeceras del templo destacan los tres soberbios retablos de los siglos XVII y XVIII, y una talla de Santa Águeda del casi becerrileño Alejo de Vahía. Asimismo, nos llamará la atención, en la nave de la Epístola, un altar de piedra gótico con esculturas de San Ildefonso, San Lorenzo y San Esteban, bajo doseles con tracerías flamígeras del último tercio del XV. También despertarán el interés del visitante las dos originales pilas benditeras de piedra con estípites antropomorfas, una Piedad del XVI y su cruz procesional de la misma época.

Otros puntos del pueblo interesantes para el viajero son su zona de bodegas, ahora merenderos; la Plaza de la Fuente de la Cernada, con su Monumento al Lagar; y el rotundo puente de ocho ojos que salva el cauce del río Pisuerga, a través del que se pone en contacto a la provincia de Palencia con la provincia de Burgos.