Recolectando recuerdos
Nicolás Gallardo, de 89 años, ha trabajado de hortelano y sigue todavía cultivando en su huerto
LEONOR RAMOS | PALENCIA.
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Nicolás Gallardo y su esposa, Jerónima Hoyos, en su casa de Villoldo. :: LEONOR RAMOS |
Tiene una vitalidad increíble, una memoria envidiable y un carácter encantador. A Nicolás Gallardo, de 89 años, le quedan solo dos meses para llegar a los 90, y desde que tenía 14 ha trabajado de hortelano. Hoy en día, acude diariamente a su huerta, donde tiene plantadas todo tipo de hortalizas. Jamás ha fumado, solo bebe agua y siempre ha sido muy activo, por lo que ahora se siente lleno de vitalidad para poder cuidar a su mujer, Jerónima Hoyos. Cuando llego a su casa, está preparando la merienda a su esposa, con la que lleva casado 65 años. La merienda, un vaso de leche y unas galletas.
Su padre, hortelano de profesión, le enseñó a trabajar en la huerta, y cuando terminó la escuela, le compró un burro y unos aguaderos con los que iba a vender a las cinco de la mañana la verdura a Paredes de Nava. «Cuando tenía 16 años, ya iba con el carro y la mula, y me acuerdo de encontrarme por la carretera con muchos muertos, porque fue cuando estalló la Guerra Civil», cuenta. Lo que vio durante esos meses jamás lo podrá olvidar. Cuando cumplió los 18, Nicolás se fue a la guerra porque le obligaron. «Fue un 5 de febrero de 1938 en Estella, y estuve sirviendo a Franco durante siete años», dice. Recuerda con todo detalle aquel periodo. «En Estella lo pasamos muy mal, porque la comida la hacían con aceites muy malos, y claro, todos tirábamos la comida por el patio hasta que nos pillaron y nos dijeron que al que vieran tirando la comida, le pasarían por las armas, o lo que es lo mismo, le matarían», afirma.
Por fortuna, durante esos años, y con permiso, podía regresar durante unos días a Villoldo. A los 25 años volvió definitivamente a su pueblo. Entonces, se echó una novia, y un día habían quedado para ir al baile, pero él llegó un poco tarde, porque había tenido merienda con los amigos, y lógicamente ella se enfadó. «Entramos al baile, nos sentamos y no sabes qué morro tenía ella, así que le dije que me iba al baño para que se la fuese pasando el enfado, y cuando llegué al baño, un amigo me dijo que por qué no bailábamos con dos chicas que había por ahí», recuerda. Durante unos minutos se lo pensó, decidió hacerlo y comenzó a bailar con la que es hoy su mujer.
«Estuvimos bailando durante horas, y mi novia lógicamente se marchó enfadada, pero yo allí me quedé con mi compañera de baile», dice. A los pocos días, Nicolás fue a vender a Paredes, y aprovechando la ocasión acudió a ver a Jerónima, porque quería que fuese su novia. Pasaron dos años y se casaron. «Cuando bailé con ella la primera vez, ya supe que iba a ser para mí, y es que los bailes entonces daban mucho de sí y no como ahora, que se baila muy separados», dice entre risas. Nicolás se acuerda de cada momento que ha vivido junto a Jerónima.
Compraron una finca donde estuvieron viviendo durante 25 años, hasta que adquirieron una casa en el pueblo. «Vivimos unos años sin luz y sin agua, y recuerdo a mi mujer con un quinqué acompañándome por la tierra para que yo pudiese ver y sacar la hortaliza», dice. Trabajaron muchos para sacar adelante a toda su familia, y hoy en día, como dice Jerónima, «mi esposo sigue trabajando mucho». Un nieto, cuando pasa a verles, le pide que le prepare una bolsa con unas patatas, unos tomates y uno huevos, y Nicolás está encantado de hacerlo.
«De hortelano se gana dinero, pero hay que doblar muchos los riñones, y nosotros los hemos doblado muchas veces para poder sacar a nuestros hijos adelante», dice. Si Nicolás volviese a nacer, lo tendría claro, «yo viviría la misma vida y me casaría de nuevo con mi mujer, hasta sería capaz de dar dinero y todo lo que tengo para empezar de nuevo», asegura.
Baja a la huerta todos los días, y si no lo hace, no está a gusto, porque, como dice, «para vivir hay que tener vitalidad, saber sonreír a la vida e intentar siempre trabajar en lo que sea para cuidar a la familia y estar siempre muy activo».
Tantas horas de trabajo y tanta felicidad han conseguido que Nicolás tenga hoy más vitalidad que nunca.
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