Sonreír, el mejor ejercicio
Ana Pilar Boada, de 29 años, imparte clases de gimnasia de mantenimiento en los pueblos de la comarca
LEONOR RAMOS | PALENCIA.
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Ana Pilar Boada, sentada en un parque de Revenga de Campos. :: LEONOR RAMOS |
Puede parecer una tontería, pero habitualmente los niños que se crían en los pueblos son más abiertos y se adaptan mucho mejor a las nuevas situaciones, aunque siempre hay excepciones. Acostumbrados muchos de ellos a jugar durante el invierno con tan solo dos amigos, cuando se acerca el verano y llega gente nueva -los forasteros, como se les denomina en algunos lugares- se prestan rápidamente a acogerles con los brazos abiertos.
Aunque ya no es una niña y ha dejado los juegos al margen, Ana Pilar Boada, de 29 años, continúa acogiendo con los brazos abiertos a los nuevos vecinos que, un día, por unas circunstancias u otras, se pasan por Revenga de Campos y posteriormente deciden regresar por el buen trato recibido.
Ana es alegre, risueña, simpática, sociable y algunos dicen que algo diva, aunque ella sigue sin saber muy bien de dónde viene este calificativo. Nació en Palencia, «porque cuando yo nací, no se estilaba ya aquello de dar a luz en las casas, así que mi madre me dio a luz en el hospital», explica, pero se ha criado en Revenga. «Pasábamos nuestra infancia en la calle, ya que estábamos todo el día por ahí jugando, con el bocadillo de nocilla en la mano y escuchando a nuestras madres, que nos decían una y otra vez que tuviésemos cuidado con la carretera», recuerda.
Cursó sus estudios en Frómista y Carrión, y luego se marchó a Palencia, donde estudió Bachillerato de Artes y después un Módulo Superior de animación sociocultural. «Cuando éramos niños, venía a recogernos el autobús para ir a la escuela y luego al instituto, así que nunca hemos tenido problemas en lo que se refiere a los desplazamientos», explica. En su etapa como estudiante en Palencia, Ana se quedó a vivir allí, aunque esperaba con ganas la llegada del fin de semana para volver a Revenga. «Todos mis amigos estaban en Palencia, pero casi ni nos veíamos, así que deseábamos todos la llegada del viernes para volver al pueblo y reunirnos en el bar, en la calle, en la bodega o donde fuese», afirma.
Ana encontró un empleo en Palencia y allí se quedó hasta que tuvo que regresar a Revenga porque perdió el trabajo. «Ahora, en el verano, trabajo en Palencia y viajo todos los días, pero no supone ningún problema para mí. En invierno, sin embargo, desde hace tres años imparto clases de gimnasia de mantenimiento para personas mayores, organizadas por la Federación de Jubilados, en pueblos como Revenga, Villasirga o Población, entre otros», indica satisfecha, ya que asegura disfrutar mucho con las personas mayores. «En una tarde puedo dar clases hasta en cuatro pueblos y me lo paso en grande con ellos porque se les ve que disfrutan, además de que son muy agradecidos», manifiesta Ana, quien agrega que las clases suponen una mayor dificultad para algunas alumnas con problemas físicos. «No pasa nada, lo importante es tener la rutina de ir a las clases y pasar un rato agradable», señala. Y hablo en femenino porque las mujeres son una amplia mayoría en las clases de Ana, donde no solo se ejercita el cuerpo, sino que se fomenta la amistad y las conversaciones.
Música y juegos
«Yo las pongo mucha música y organizo muchos juegos para que pasen un momento lo más agradable posible y se relacionen entre ellas», asegura Ana, quien prolongaría las clases durante todo el año. «Los habitantes de los pueblos necesitan actividades como estas para salir de casa», asevera.
Disfruta con las personas mayores y es feliz cuando ve que se divierten en sus clases, por lo que espera que las subvenciones sigan llegando para mantener actividades como estas y continuar trabajando y viviendo en Revenga. «Si algún día me tengo que marchar, lo haré, pero la verdad es que estoy feliz en mi pueblo», manifiesta Ana. «Lo que más me gusta es la tranquilidad del invierno, ya que no hay ruidos, aunque también disfruto del ajetreo del verano, cuando todo el mundo vive en la calle», indica Ana, quien reivindica más trabajo en la zona para que los jóvenes puedan quedarse en el medio rural.
Ana no es la primera persona que conozco de Revenga y parece que todos comparten algo: la alegría, la simpatía y su facilidad para recibir a todos con los brazos abiertos.
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