Aventurero y bohemio
Jesús María Burgos regenta desde 1999 un chiringuito para peregrinos en Villarmentero
Soraya de las Sías
Jesús María Burgos Revilla regresó en 1996 a Villarmentero, su pueblo natal, después de una temporada fuera de casa. Tres años
después, puso en marcha un chiringuito junto a la carretera para los peregrinos del Camino de Santiago.
La fecha no era azarosa. Abría este establecimiento después de realizar la ruta jacobea por motivos de salud y por una promesa. Después de vivir intensamente una aventura de profundo calado espiritual, teniendo en cuenta que se trataba del último Año Jacobeo antes de la llegada del nuevo milenio. «Cuando puse en marcha el chiringuito, mi mente no pensaba en metas capitalistas ni en cifras de ganancias. Solamente buscaba el beneficio social de las relaciones personales, de entablar diálogo y amistad con gentes diferentes procedentes de todos los rincones del mundo», señala Jesús María, quien matiza que también quería al mismo tiempo animar y dar vida a un pueblo cuyo censo municipal contabiliza 15 habitantes.
Su inicial proyecto teñido de utopía se fue transformado con el paso del tiempo en un modo de vida, en un trabajo y fuente de ingreso hasta el punto de que este año ha ampliado el negocio con un albergue para peregrinos de veinte plazas.
Este hecho, asegura, no reduce un ápice de ilusión a su particular manera de ver y entender el Camino de Santiago, pues especifica que su albergue no tiene nada que ver que algunos establecimientos de lujo que hay en localidades del trayecto. «Hay algunos que no son albergues, son verdaderos hoteles. Tienen todo lujo de detalles y están equipados con todo tipo de comodidades. Si me conecto a Internet y si tengo los mismos servicios que en mi casa, no puedo conseguir salir de la rutina ni desconectarme, que es lo que debe buscar como aventura el caminante», apunta Burgos Revilla, quien explica que esos albergues responden a una manera únicamente comercial y turística de considerar la ruta. «En mi opinión quitan encanto y rompen con la filosofía de austeridad que impregna el Camino desde siglos atrás», agrega.
Opina además que la masificación que sufren algunos de estos establecimientos de grandes localidades no aportan ventajas al peregrino espiritual, porque, a su juicio, acaban imponiendo de alguna manera un calendario estricto y riguroso que impide al viajero disfrutar de la experiencia como se merece. «Porque siguen vinculados a esta sociedad en la que vivimos en la que se nos dice qué tenemos que ver, leer, vestir o comer. Porque acaban haciendo el itinerario marcado, alojándose en los lugares señalados y visitando los monumentos recomendados. ¿Es que si sigo otra ruta no estoy haciendo el Camino? ¿Es que si me quedo en un pueblo pequeño no es lo mismo?», se cuestiona.
Diálogo y amistad
Las preguntas retóricas le sirven para defender inmediatamente el papel que muchos de esos municipios pequeños como Villarmentero cumplen en la ruta, y para exponer la filosofía que rodea al trayecto que conduce hasta Santiago de Compostela. «El camino es cultura, conocer grandes monumentos y también palomares, puentes o casas blasonadas que nos hablan del pasado. Es regreso al medio rural, contacto con la naturaleza y los animales. Es convivencia, especial predisposición a la comunicación, al diálogo y la amistad. Es igualdad, romper con las barreras sociales y económicas. Es promesa. Es conceder un valor a cosas que en nuestra vida común pasarían desapercibidas, como el olor de una flor, el croar de las ranas o unas puesta de sol», concluye.
Esta postura le permite acumular infinidad de anécdotas, dice. Entre las más curiosas, la suya propia, la que protagoniza con la joven austriaca Christine Khek, quien el año pasado se paró en su chiringuito a hacer un descanso. Enseguida hicieron buenas migas. Pronto entablaron vínculos de amistad y mantuvieron el contacto hasta el punto de que la joven regresó hace unos días a Villarmentero y es la actual pareja de Jesús María.
Juntos, los dos hospitaleros dan la bienvenida a esos aventureros, amigos y bohemios que, como ellos, entienden y comparten ese halo idealista que esconde el Camino de Santiago en Villarmentero.
PATRIMONIO ARTÍSTICO
Un valioso artesonado mudéjar
La iglesia parroquial de Villarmentero, dedicada a San Martín de Tours, conserva en el pórtico de acceso a la rústica fábrica un valioso artesonado mudéjar ávido de reparación.
En su interior, el templo atesora otro artesonado mudéjar octogonal en el altar mayor, donde además destaca un retablo de estilo plateresco con calvario del siglo XVI, obra de Francisco Giralte, y unas pinturas del artista Juan de Villoldo. En el centro del retablo destaca una figura del patrón rasgando su capa para ofrecer la mitad a un pobre.
El casco urbano pocas más visitas ofrece, salvo que el viajero quiera detenerse a buscar las ruinas de una antigua casa de hospitalidad.
TRADICIONES
San Gregorio
Además de las fiestas patronales de San Martín de Tours, el 11 de noviembre, los vecinos de Villarmentero de Campos renuevan cada año el voto de villa, por la festividad de San Gregorio, el 9 de mayo. Con sus vecinos de Lomas acuden en romería en la denominada Fuentemuñoz, en el límite entre los campos de cultivo de los dos municipios. Asisten a misa y participan de un aperitivo campestre.
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