San Joanes y el Císter
Santibáñez demanda una buena señal de televisión y un manantial que les abastezca de forma suficiente
GONZALO ALCALDE CRESPO SANTIBÁÑEZ DE ECLA
Si este reportaje lo hubiese tenido que escribir hace cuatrocientos años, no les quepa duda de que para poder visitar Santibáñez de Ecla y su pedanía de Villaescusa, antes habría tenido que pedir permiso a la abadesa del monasterio de San Andrés de Arroyo, pues era dueña y señora de estas villas y de los vasallos que en ellas habitaban, y a ella hubiese tenido que dar explicaciones de cuál era el motivo de mi viaje. Hoy sin tener esa obligación, lo he hecho igual, porque antes de acercarme a Santibáñez de Ecla he pasado un rato visitando este monumento del románico palentino.
Este Real Monasterio Cisterciense de San Andrés de Arroyo se sitúa en un acogedor y remansado vallejo que riega el arroyo homónimo, en el que según cuenta la tradición apareció la imagen esculpida en piedra de San Andrés que hoy se puede admirar en la sala capitular del convento, y que propició la edificación del cenobio.
El conjunto es, además de una isla de paz y meditación, uno de los recintos artísticos más bellos del arte románico cisterciense borgoñón del siglo XIII. Fue de las pocas comunidades religiosas femeninas que contó con botica y escritorium, donde se iluminó el códice Beato de San Andrés del Arroyo que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional de París.
Aparte de su iglesia consagrada en el siglo XIII, merece visitarse su sala capitular y el impresionante claustro con arcadas de columnas geminadas, así como las angulares, especialmente la de la esquina suroeste. Virtuosa filigrana tallada en piedra, obra que más bien parece haber salido de los delicados dedos de una bordadora de encajes que de las rudas manos de un maestro cantero.
Dentro del claustro se conserva una curiosa fuente románica, decorada con columnillas como las del claustro, venera y celosía de entrelazos o cestería, y en el centro del jardín, una fuente de abluciones morisca, originaria del Monasterio de las Clarisas de Astudillo, donde a su vez la mandó colocar el rey Pedro I, que la había traído de Granada.
El antiguo San Joanes (Santibáñez de Ecla) dista escasamente un kilómetro de San Andrés de Arroyo. No habremos llegado al pueblo y ya veremos que sobre el casar de la villa domina de estampa de su iglesia parroquial de San Juan, que es románica y en la que curiosamente se aprecia que la espadaña está separada del conjunto del edificio, conformando una original torre con pasadizo, no muy corrientes en el románico de esta tierra. A sus pies, y si nos fijamos un poco, también podremos ver una fuente que seguramente en origen también fue románica.
Para llegar a la villa escondida o lo que es lo mismo, Villaescusa de Ecla, antes deberemos atravesar el protector desfiladero, que poblado de matas de encina conserva la leyenda de que por allí anduvieron reñidos San Antonio y el diablo.
Ya en el pueblo, me entrevisto con su alcalde, Javier Val Martín, un hombre al que pillo en traje de faena aunque es festivo y que dice tener ya mucha edad para estas responsabilidades. Hablamos del número de vecinos con que cuentan las dos poblaciones que conforman el término, y me asegura que sólo la comunidad religiosa de San Andrés representa el 50% del número de habitantes del municipio.
Se queja de la despoblación y de que cada vez va a ser más difícil gestionar estos pequeños municipios, y eso que no le faltan proyectos, por ejemplo que espera con ayuda de los Fondos Estatales y de los Planes Provinciales retejar el Ayuntamiento y construir tres fosas sépticas.
Para hacerme una mejor idea de Villaescusa de Ecla, me acerco a su iglesia parroquial de la Santa Cruz, que domina desde un alto la población. Se ve claramente que es un macizo edificio renacentista construido en buena piedra de sillería, que se distribuye interiormente en una sola nave, a cuyos pies se adorna con una sencilla espadaña de la misma época.
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