Prádanos de Ojeda

Un mar de ajos tendidos al sol

El continuo arreglo de calles y casas ha cambiado en los últimos años la imagen de Prádanos de Ojeda

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Ajos cultivados en la zona.

Ajos. Miles de ajos al sol. Todos ellos pierden la cabeza por caer entre manos expertas y pacientes que, uno a uno, los limpian y dejan presentables. Ésa ha sido la labor. Así se ha ido esta mañana de calor multiplicado en una de las eras de Prádanos, que ahora solamente parece un inmenso mar de miles de ajos tendidos al sol.

Un poco más allá, también manos pacientes han conseguido dejar cada vez más presentable a este pueblo de la Ojeda, que ha experimentado un notable cambio de aspecto en los últimos años.

El decidido empeño del ayuntamiento por el arreglo de sus calles y elementos urbanos, así como el de los vecinos por rehabilitar sus casas han logrado que ese cambio en la fisonomía de Prádanos de Ojeda pueda calificarse en cierto modo de sorprendente, a la vez
que se han ido realzando los atractivos con que cuenta la localidad.

Esto, unido a su cercanía a Alar del Rey, lo convierten en uno de los pueblos de la zona donde la calidad de vida ha ganado varios enteros en poco tiempo.

Entre sus actividades económicas destaca la agricultura de secano, combinada con algo de regadío, pero la ganadería también tiene su importancia, con dos explotaciones de ovino y tres de vacuno.

Tanto Alar como Aguilar son lugares de referencia para Prádanos en lo que a servicios se refiere, pero igualmente como núcleos industriales donde trabajan varios vecinos de la localidad.

Necesidades
Como cualquier otro municipio del medio rural, Prádanos de Ojeda sigue teniendo abierta la lista de necesidades para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. En este caso, y según explica su alcaldesa, Ana María Gómez, «entre las necesidades más urgentes se encuentran la de conseguir una nueva captación de agua que nos pueda abastecer sobradamente incluso en años de sequía como éste, y la de acondicionar un local para que los más mayores tengan un lugar donde poder reunirse y entretenerse».

Pero también hay jóvenes,y bastantes, en esta localidad.
Y también vienen reclamando su sitio desde hace tiempo. Restaurando el viejo matadero, quizá...

Cuenta Prádanos con escuela de Primaria, una casa rural y dos lavaderos cubiertos, uno a cada lado del pueblo, donde sendas fuentes proporcionan una frescura que se agradece en esta mañana de ajos al sol.

Siempre comerciantes

Prádanos albergó tenderos y comerciantes que vendían sus productos por la comarca

Soraya de las Sías.

Santiago Ruiz posa en el patio donde se tensaban los telares./ S. de las Sías

Las cifras del Instituto Nacional de Estadística son quizás uno de los mejores ejemplos para demostrar el papel relevante que cumplió Prádanos de Ojeda en el escenario pasado de la comarca.

En 1900, esta localidad tenía 1.242 habitantes, mientras que el censo municipal de Alar del Rey apenas registraba 864 vecinos. A principios del siglo XX, el casco urbano de Prádanos era más amplio y su pujante actividad comercial, un referente.

Para repasar la trayectoria y el devenir de la localidad encontramos a Santiago Ruiz Calvo, que por un momento se convierte en guía turístico y, a través de un paseo por las calles, nos ofrece una clara visión de antaño. Previamente, sin salir de su casa, recuerda que el patio era el lugar donde se tensaban los telares para elaborar los paños de tela, y es que predominaba la artesanía textil. «Los pañeros se encargaban de fabricar los tejidos y otros lo vendían por los pueblos de alrededor», señala Santiago, al mismo tiempo que matiza que había otros oficios relacionados con el sector, como los sastres, las costureras y los que se dedicaban a hacer las madejas con la lana de las ovejas.

Además, había otros vendedores ambulantes, como los que
vivían de repartir ultramarinos o zapatos, y numerosos tratantes de ganado. Prádanos era el centro comercial y económico de la
Ojeda y el éxito de público del tradicional mercado de los domingos y de las ferias ganaderas de septiembre y noviembre no hacía otra cosa que confirmarlo. «Había trabajo y dinero. Prádanos disfrutaba de una situación envidiable, pues había cuatro panaderos, un pastelero, tres carniceros, dos médicos, un notario y cuatro sacerdotes», rememora Santiago, quien resalta todas aquellas casas en las que se celebraban los bailes para los mozos, e indica que en el actual Ayuntamiento se instalaron las escuelas, donde estudiaban 88 niños y un centenar de niñas.

Sin embargo, no hay nada eterno y todo llega a su fin. Los marcadores económicos, políticos y sociales de la época fijaron el trayecto sin dejar rienda suelta a la imaginación y Prádanos comenzó a decir adiós a muchos de esos negocios que decían prosperar y que a la hora de la verdad no pudieron invertir en mejoras acabaron cerrando.

Santiago, como otros muchos vecinos, afirma que existieron otros factores paralelos. «En la construcción del Canal de Castilla trabajaron presos. Cuando las obras concluyeron se les dejó en libertad y algunos se instalaron en este pueblo, porque era el lugar idóneo y tenía todos los servicios. Poco a poco la inseguridad se adueñó de las calles y muchos decidieron emigran a un lugar más tranquilo», aseguran los mayores.

Por una cosa o por otra, Prádanos perdió el protagonismo económico que había disfrutado durante años. El turno de despegar correspondió entonces a Alar, con las nuevas infraestructuras de comunicación y las cifras del Instituto Nacional de Estadística así lo reflejaban. En menos de cien años, el éxodo rural había hecho descender en casi un millar de habitantes a Prádanos, que en 1990 solo tenía 268 vecinos. Mientras, Alar había duplicado su censo, llegando a los 1.574 habitantes.

Así, los que un día se distinguieron por ser los empresarios emprendedores de la comarca, son los que ahora esperan la llegada de los vendedores ambulantes para abastecerse. Es triste, pero aún les queda el recuerdo de antaño, el orgullo de haber cumplido un papel relevante en el escenario de la comarca.

Un sólido nexo

Los vecinos ensalzan al sacerdote Ricardo San Millán, quien les animó a construir un vía crucis y una ermita

Soraya de las Sías.

La respuesta es casi la misma entre todos los encuestados. Con matices más escuetos, unos, y consideraciones mejor labradas, otros, el sentimiento de gratitud y agradecimiento que los vecinos de Prádanos de Ojeda guardan a Ricardo San Millán López es el mismo. A falta de un homenaje público, las palabras de los habitantes se convierten en un reconocimiento sincero a su labor, a todas las iniciativas emprendidas por este sacerdote de la orden pasionista que siempre ha aprovechado sus vacaciones para regresar a su localidad natal y emprender proyectos de mejora, para embellecer el casco urbano o para fortalecer el espíritu de arraigo a las raíces y combatir la pereza que distrae a muchos a trabajar por el bien del pueblo.
Porque Ricardo fue quien impulsó en 1990 la renovación de la vieja cruz de madera carcomida que dominaba el monte de ‘La Cerrilla’ por otra nueva de hierro. Porque fue también el nexo que logró al año siguiente involucrar a un nutrido grupo de vecinos en el diseño y construcción de un vía crucis desde la iglesia de San Cristóbal hasta este mismo paraje. Y porque él fue en 1992 el ‘alma mater’ de la construcción de una ermita en el pinar.

« Es una persona muy vital y positiva, con grandes ideas para su pueblo. Ha hecho piña, ha unido a los vecinos y les ha animado a colaborar», señala la alcaldesa, Ana María Gómez Ruiz, quien aprovecha para explicar que la localización de esta ermita no es cuestión baladí, pues se debe a una leyenda.

La tradición oral cuenta que en aquel monte desapareció una niña. Sus padres y los vecinos no guardaban esperanzas de encontrarla con vida después de tres días sin noticias de ella. Sin embargo, un pastor, alertado por los ladridos de su perro, la encontró y la llevó con sus padres, quienes fueron a la iglesia para dar gracias al Cristo del Amparo y la Virgen de la Piedad, a quienes habían dirigido sus plegarias. Es entonces cuando la pequeña reacciona y les explica que sobrevivió al frío del invierno gracias al alimento y al calor que le ofreció aquella Virgen, la de la Piedad. «En honor a esta leyenda se levantó la ermita del Cristo del Amparo, en cuya construcción trabajaron los vecinos con unas ganas y una ilusión que nunca antes había visto en el pueblo», agrega la regidora.

En años sucesivos, los fieles celebraron una fiesta en la ermita, el día 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, con la celebración de una misa al aire libre y una merienda campestre. Más tarde, la cita se trasladó a mediados de agosto y los dos últimos años, cuando Ricardo no ha podido asistir al pueblo por motivos laborales y personales, se ha dejado de celebrar. «Sería una pena perder esta fiesta, pero si él no está, la cosa cambia, falta el elemento clave para juntarnos a todos», explica la alcaldesa, que recuerda que las iniciativas de Ricardo no se agotan, pues en el año 2000 volvió a unir a los vecinos para recuperar una zona perdida del casco urbano, rehabilitarlo como jardines y erigir un monumento al nuevo siglo.

Hay motivos para estar agradecidos. El protagonista, residente ahora en Daimiel (Ciudad Real), prefiere acoger las alabanzas desde la prudencia, señalando que cualquier persona hubiese hecho lo mismo por su pueblo. «Porque a Prádanos, aunque sea pequeño, lo llevo siempre conmigo», concluye.

Pequeños corazones

La Escuela de Educación Infantil San Cristóbal contará con tres nuevos alumnos el próximo curso

Eduardo Plaza.

Prádanos de Ojeda, como la mayoría de nuestros pueblos, también tiene una plaza que se convierte en el eje tanto de su vida más cotidiana como de la más festiva. En este caso, la Plaza del Corazón de Jesús acoge el Ayuntamiento, la ermita de San Pedro y la Escuela de Educación Infantil San Cristóbal, en honor a su patrón. La conservación de este centro escolar, en el que una joven maestra de Alar del Rey imparte clase hasta el segundo ciclo de Educación Primaria, es una de las mayores satisfacciones para los vecinos. «Da una gran alegría pasar a la hora del recreo y ver a los niños jugando», señala la alcaldesa, Ana María Gómez, quien también subraya la importancia de que los pequeños no tengan que desplazarse a edades tan tempranas hasta otros colegios. Además, el próximo curso se incorporarán tres nuevos alumnos de 3 años, con los que serán ya siete escolares.
 

Muy cerca de esta plaza se sitúa el Círculo Católico, entidad que celebra este año su centenario. Para ello, sus integrantes -en torno a 250 socios- tienen previsto organizar una semana cultural entre el 4 y el 10 de agosto próximos. La conmemoración contará con diversas conferencias sobre veterinaria o naturopatía, entre otras materias. También habrá una actuación teatral y una gran paella popular como cierre.
Mucho antes, del 10 al 13 de julio, Prádanos honrará a San Cristóbal. No faltarán los tradicionales juegos de tuta, chana o bolos, además de la carrera de cintas, los campeonatos de tiro al plato o tenis de mesa y las populares verbenas. Pero Prádanos no sólo tiene vida en verano, ya que el resto del año las asociaciones de jubilados, amas de casa, jóvenes y adolescentes también organizan actividades.

Goles con sabor a ajo

Manuel Alonso, de 76 años, jugó de portero en el equipo de fútbol de su pueblo

LEONOR RAMOS

Manolo Alonso, junto a su tractor, en la cochera de su casa.. :: LEONOR RAMOS

Competían unos con otros y lo único que ganaban eran amistades, hacer un poco de deporte, disfrutar con los compañeros y un vasito de vino en compañía del resto del equipo. Prádanos de Ojeda al igual que otros municipios de la zona tenía su particular equipo de fútbol, donde el portero era Manuel Alonso, porque así lo ordenó el entrenador, que era el maestro de la escuela. «Él era un buen deportista, el que mejor dirigía la orquesta y a mí me puso de portero, y la verdad que lo agradecí porque así me cansaba menos», rememora, al tiempo que me asegura que era muy bueno parando balones. «Si hoy jugase, seguro que me habría hecho rico, casi tanto como Casillas», apunta.

Para los jóvenes de Prádanos, el fútbol era la mejor de manera de olvidarse del trabajo y de pasar un momento agradable. Ellos nunca se cansaban, y eso que pasaban todo el día en el campo trabajando, y era por las noches cuando cogían el balón y tenían tiempo para darle patadas y meter goles, aunque con Manolo -así se le conoce en Prádanos- como portero, seguro que resultaba muy complicado. «No sé ni cómo aguantábamos después de haber estado todo el día andando con los animales por el campo pero bueno, para nosotros era una distracción», dice.

«Todavía están las porterías por ahí tiradas pero ya el campo no es lo que era, y es que hace ya muchos años que dejamos de jugar», dice. Manolo a los 18 años abandonó el deporte porque el trabajo le impedía continuar. Todavía recuerda al resto de equipos de la zona y según él, el mejor que había era Báscones de Ojeda. «No había un premio para el que ganaba, sólo el vinito que tomábamos después y el buen rato que pasabas», afirma.

Y como en el fútbol, en la escuela de Manolo, también había categorías, la primera, la segunda y la tercera. "Me acuerdo que el profesor, Don José, nos dividía por categorías, y la tercera eran los menos estudiosos, y la primera los más listos», explica. Él llegaba pronto a la primera categoría porque, según dice, era buen estudiante y eso que Manolo no pudo ir mucho a clase porque le tocó ayudar a su padre en el campo.

Sacaba tiempo para trabajar, para ir de fiesta a la sala de bailes los jueves y los domingos, y también para estudiar, cuando podía, porque terminaba en el campo y se iba a unas clases particulares de pago que había en Prádanos para los niños que por motivos laborales no podían acudir lo suficiente a la escuela. Y después de esas clases particulares, a jugar al fútbol.

Cultivo de ajos

Manolo ha cultivado siempre ajos y cereales en sus campos, aunque ahora, ya jubilado, mantiene un pequeño terreno donde sigue plantando ajos. Precisamente, cuando llego al pueblo, Manolo está con el tractor y con su nieto en el campo sacando los ajos con la ayuda de una grada. Cuando llegan, su nieto le echa una mano y descarga los ajos recogidos. «Siempre he tenido muchos ajos que vendíamos luego a los gitanos de Chinchón (Madrid) que venían exclusivamente a Prádanos para comprarlos», dice. En alguna ocasión a alguno le vendió hasta 200 kilos.

«Muchas veces me decían que no habían traído dinero para pagarme toda la carga, pero yo prefería no fiarme, así que no se lo daba hasta que no volvían con el dinero», apunta. Reconoce que ahora los ajos ya no se pagan como antes, porque por lo menos antes aunque fuese poco te daba para vivir. Y aquel que piense que a Manolo le encanta el ajo, se equivoca. «Cuando veo ajos en el puchero directamente lo separo, porque no me gusta, y eso que no lo he probado jamás», asegura sonriendo.

No sabe si le repetirá el ajo porque nunca se ha llevado uno a la boca y es que como se dice, 'en casa del herrero, cuchillo de palo'. Manolo ataviado con sus tirantes y con su boina,como buen portero que fue, seguirá esquivando los ajos en su plato de comida.