Un idílico lugar
El alcalde de Micieces de Ojeda trabaja para convertir al pueblo en un rincón acogedor
Gonzalo Alcalde Crespo
Ya tocaba ir a visitar Micieces de Ojeda, pero aunque no tocase, hubiese tenido que ir, pues su alcalde me había pasado aviso con su secretaria municipal, Isabel Aguilera, una buena amiga y excelente profesional, para animarme más a la visita, ya que como él subraya, «en Micieces todo el mundo es bien recibido y acogido». Allí me fui, disfrutando por el camino de uno de los paisajes menos conocidos de la provincia, donde vegas, valles, lomas y montes se suceden unos detrás de otros, como si a través de las ventanillas del coche te fuesen proyectando un documental de naturaleza.
Les diré que esta zona de la Ojeda es el paraíso ideal para todos los que tengan una afición que yo cultivé en su tiempo, la de cogerme un camino e ir andando por él sin tener una meta fija, disfrutando de los parajes casi secretos que esta zona casi despoblada esconde. Pues sepan que por encima del término de Micieses se localiza todo un territorio conocido como El Indiviso, que pertenece a Olmos de Ojeda, cuya superficie es similar a la de cualquier termino municipal de la zona, pero donde no existe ningún pueblo, es decir que si nos instalásemos en el centro del mismo, en más de doce kilómetros a la redonda no encontraríamos ninguna población. Todo un idílico lugar para perderse y disfrutar de la naturaleza autentica.
Unos buenos avistaderos para comprobar esto que les digo lo son los emplazamientos de las iglesias parroquiales de Micieces y la de su relativamente cercana pedanía de Berzosa de los Hidalgos, pues desde cualquiera de ellas se dominan buenas panorámicas para hacerse una idea clara de los paisajes que se pueden recorrer.
Por visitar la de Micieces, que es un buen edificio gótico dedicado a San Julián y Santa Basilisa, y por bajar la excelente paella que nos había preparado el alcalde de Micieces, Jerónimo Bravo, y su esposa, Olvido, hasta allí nos subimos casi en procesión, pues además de nuestros anfitriones, el cortejo lo formaban también dos agradables concejalas, Rosa Luis y Mercedes Gil; la secretaria, Isabel, y éste que aquí lo relata.
Por el camino, Jerónimo, que se ve que es un hombre objetivo y sereno, y además vive entregado a su ayuntamiento, pues está jubilado de su profesión de docente, me comenta que a lo más que se puede aspirar ya en estos pueblos pequeños es a que los vecinos que siguen en ellos y los que conservan su segunda vivienda puedan tener una buena calidad de vida, por lo que hay que hacer todo lo posible por mantener y mejorar los servicios, pues será la única forma de que estas pequeñas poblaciones sobrevivan, lo que a su vez permitirá que subsistan las poblaciones más grandes.
Él, desde luego, está haciendo todo lo posible por conseguirlo, pues se ha empeñado en convertir a Micieces en un acogedor rincón medioambiental y residencial. Si se animan a visitarlo, verán que se conserva la única iglesia de la provincia que tiene una torre cilíndrica, dos molinos de grano hidráulicos que han sido perfectamente restaurados y puestos en funcionamiento, una fragua, un cuérnago que riega todo un acogedor conjunto de huertas, la singular fachada esculturada de la casa de Herminio Ibáñez, artista del pueblo recientemente fallecido, la rural y protogótica ermita de San Lorenzo o la urbana y barroca de la Virgen de la Calle. Micieces comparte el mismo patronazgo mariano con la capital, aunque la bella imagen que tienen, por el tamaño, podría decirse que es la Virgen de la Calle 'Mayor'.
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