Envidia sana
La unión entre los vecinos de Olea permite efectuar nuevos proyectos culturales y festivos
Texto y fotografía de Soraya de las Sías.
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Un grupo de mujeres disputa una partida de bolos en Olea. |
Ostenta uno de los tesoros más valiosos del medio rural. El viejo cofre de madera no esconde metales, joyas o piedras preciosas, sino que guarda sentimientos y lazos de unión entre los vecinos de valor incalculable que hacen que Olea sea el espejo en el que quieren mirarse el resto de las localidades de la comarca del Boedo.
Lejos de respirar el ambiente conflictivo de viejas rencillas familiares, disputas por herencias y terrenos y envidias infundadas, algo habitual en los pueblos pequeños, los vecinos de Olea luchan por mantenerse unidos y por demostrar que la colaboración es fundamental para llevar a cabo proyectos de cualquier índole, especialmente de carácter cultural, social y festivo.
No en vano, la estrecha relación que mantienen ha permitido revivir viejas costumbres, como la fiesta de la matanza o las dianas de las fiestas de San Juan. «Jóvenes y mayores salen disfrazados, acompañados de cabezudos y de músicos y recorren las calles del pueblo. Los vecinos salen a la puerta de sus casas a recibirlos y les obsequian con pastas, dulces, orujo o mistela. Es muy divertido, pero porque todos participan y echan una mano», señala el alcalde de Olea, Miguel Ángel Merino, quien además explica que desde hace varios años el dinero recaudado en las dianas se emplea para organizar el 15 de agosto una comida entre los vecinos. «No es la única reunión, pues a lo largo del verano se hacen varias en el parque de la fuente o en la vieja fragua restaurada, donde nos hemos congregado este fin de semana para celebrar el premio que las mujeres han obtenido en el concurso de tortillas de la fiesta de la patata de Herrera», agrega el regidor.
La implicación es la clave, aseguran, mientras especifican que todo el mundo arrima el hombro, bien para acudir a las actividades de la asociación de jubilados o del Ceas, bien para animar a las mujeres que participan en el campeonato de bolos que organiza la Diputación. «No hemos ganado ningún premio en este campeonato, pero sí en otros en localidades cercanas. Aún así, lo importante es participar y evitar que estos juegos populares caigan en el olvido», señalan Merche y Esther, mientras el resto de compañeras -Concha, Ascensión, Adelina, Rita, Cenci, Carmina y Lali- disputan una partida en la nueva bolera y guiñando el ojo, apurando la vista, contagian al resto de su entusiasmo por tirar el bolo del medio y el cura. '¿Que son 12 puntos!'.
Zonas ajardinadas
El tesoro de Olea se completa con el paseo agradable que ofrece a todo el que llega, con un parque y un jardín en cada rincón. Incluso aquí participan todos, porque saben que el truco es mantenerlo impecable, algo que les ha servido para ganar en varias ocasiones el premio de jardines de la Diputación. «Llama la atención. La gente de fuera que se ha instalado aquí está encantada con el entorno y con el trato recibido, y anima a amigos o familiares a hacer lo mismo. Por eso, el Ayuntamiento sacará a subasta pública varias parcelas para construir nuevas viviendas», asegura el alcalde. También se llevarán a cabo otras obras, como la renovación del abastecimiento, la ampliación del cementerio o un sondeo para acabar con la falta de agua que sufren en verano. «Sin el apoyo de las instituciones, esto sería imposible, pero éstas deben pensar en continuas mejoras en agricultura y en medio ambiente por el futuro de los pueblos», concluye el regidor.
Porque a pesar de que su futuro esté vinculado al de un pueblo de verano, Olea sabe que tiene el tesoro más codiciado, que la unión de la que goza despierta en la comarca envidia, aunque sana.
Los vecinos colaboran para mejorar su patrimonio religioso
S.S./PALENCIA
Uno de los atractivos con los que cuenta Olea es la sala de arte que el pintor Benjamín Jorde Herrero tiene en la localidad. Natural de Olea, el artista reside desde hace más de cuarenta años en Barcelona, aunque regresa de vez en cuando a su tierra para organizar exposiciones en localidades de la comarca y para mostrar al público sus cuadros, entre los que figuran estampas palentinas, como los palomares o las labores de la siega, monumentos y paisajes de la Montaña Palentina, además de otras imágenes relacionadas con el mar o con ciudades, como Cádiz o París.
Sus hermanos Aurelio y Fernando son los encargados de abrir al público la sala de arte cuando Benjamín no está en Olea. Ellos mejor que nadie pueden explicar su trayectoria, su ilusión desde pequeño por la pintura y su apuesta definitiva años atrás, cuando se jubiló y perfeccionó su técnica, para plasmar sus vivencias y recuerdos a través de una paleta colorista.
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