De nombre romano
Antonino Campo, de 74 años, acude todos los días a su huerto para regarloy recoger lo que ha sembrado
LEONOR RAMOS
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Antonino Campo posa en el jardín del mesón Valle Boedo de Calahorra. :: LEONOR RAMOS |
Se define como un apasionado de la historia sagrada y también de la historia de España. Aunque no tiene carrera -como apunta con gracia-, le encanta leer y conocer todos los secretos de la historia. Antonino Campo, de 74 años, de Calahorra de Boedo, comparte conmigo un agradable paseo por su pueblo, del que se conoce el nombre de todas sus calles y el origen de los nombres propios. «Yo tengo nombre romano porque Antonino fue un emperador de Roma, aunque a mí me lo pusieron porque así se llamaba mi padrino, y que yo sepa, Leonor -dirigiéndose a mí- fue una reina de Castilla, si no recuerdo mal, esposa de Alfonso el Batallador», me dice con ciertos alardes eruditos.
Como otros muchos, Antonino dejó la escuela muy joven porque le tocó ayudar a su padre en el campo. Desde entonces, no se ha separado de él, tanto que, a día de hoy, ya jubilado, sigue dedicando parte de su tiempo al cuidado de un pequeño huerto que tiene en Calahorra. Así que es lo primero que me enseña orgulloso y donde me explica qué tiene plantado. «Tengo tomates, calabacines, fresas, pimientos, cebollas de ahorcar y de primavera, patatas, lechugas, guisantes y coliflores», relata. La producción a veces es tan elevada que a Antonino no le queda otra que regalar los productos a sus vecinos.
Ha pasado tantas horas trabajando en el campo y a pleno sol que su piel es dura como la roca. «Hace poco estuve ingresado, y me acuerdo que se me salió la vía que tenía puesta. Las enfermeras, tras varios intentos fallidos para ponérmela de nuevo, me preguntaron si había trabajado en el campo, porque tenía la piel muy dura», recuerda. Quizá haya sido por eso, o no, pero la cuestión es que las enfermeras rompieron hasta dos agujas.
«Lo que sé hoy en día es lo que aprendí en la escuela nocturna de Calahorra, donde iba todos los días después de trabajar», explica Antonino, quien debido a la edad no puede leer ya tanto como le gustaría. «Me pongo las gafas para leer y cuando me las quito me molesta la vista, y es que, ya sabes, cuando llegas a una edad como la mía, todo son problemas», apunta entre risas.
Aquellos juegos autóctonos
Cuando era joven, también pasaba las horas jugando por las amplias calles de su pueblo. Las calles de Calahorra son tan anchas que era fácil organizar cualquier tipo de juego para pasar el rato. «Jugábamos a la chana, que consiste en poner astas de toro a 19 metros y con un aparato de hierro había que tirarlas de lleno y que se cayesen de 'asentón'», explica. También jugaban a la tanga, y hasta hace poco Antonino ha participado en competiciones provinciales de juegos autóctonos. «Mi vista con gafas o sin gafas ya no me permite jugar porque no veo las astas de toro que hay que tirar», afirma con cierta pena.
Estando soltero, y después casado, Antonino ha viajado mucho a los pueblos de la provincia para participar en las competiciones de los juegos autóctonos, y prácticamente se conoce a la perfección todos los pueblos de Palencia. «Es una pena que ya casi no juguemos en Calahorra a la tanga y a la chana, pero es que yo quizás sea uno de los mayores que siempre ha jugado a estos juegos, y ahora, precisamente debido a la edad, el jugar se hace mucho más complicado», señala.
En 1986, Antonino ocupó el cargo de la alcaldía de Calahorra, puesto en el que estuvo durante seis años. Todavía se acuerda de cuando vino el por entonces presidente de la Diputación a pedirle que se volviese a presentar a las siguientes elecciones, pero Antonino ya había tomado una decisión. «Yo no cobraba nada y la alcaldía me hacía perder mucho tiempo en el campo», indica, a la vez que añade que «preferiría ser alcalde de Madrid y no de un pueblo, porque el alcalde de Madrid cobra y le llegan las quejas, pero yo no cobraba y las quejas me llegaban igual», apunta.
Antonino abandonó la política, pero no a su pueblo, donde sigue como tesorero de la asociación de jubilados. Es también miembro del coro y participa en las procesiones para llevar a los santos al hombro, porque, por fortuna, todavía puede hacerlo.
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