Fiel al pasado vivido
Josefina Castrillo colecciona en su domicilio de Collazos una vasta colección de objetos antiguos
Texto y fotografía de Soraya de las Sías.
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Josefina Castrillo muestra algunos objetos de su colección. / S. S. |
Lo rural está de moda. Lástima que el nombre, en la mayoría de las ocasiones, sólo se utilice para propaganda y patrocinio, para querer dotar de compromiso adquirido a esas políticas que dicen auspiciar un progreso para los pueblos que desvanecen ante el olvido de mentes que, estresadas por lo urbano, caen rendidas a algún encanto de lo cosmopolita.
A pesar de ello, no es difícil demostrar cómo el cartel de campestre y agrario sigue en boga. Desde hace años se cuelan en establecimientos de turismo hasta tal punto que están desembocando en una proliferación de casas de turismo rural con idénticas características y parecidos servicios que cansan y merman el atractivo del sector.
Las pegatinas con la definición de campero y labriego también se dejan querer. Estiran cada día el listado de aficionados que dan a conocer sus particulares colecciones de antiguos aperos de labranza, de utensilios domésticos, vestimentas o muebles, dando la sensación de que esta rama de iniciativas brota de debajo de las piedras. Entonces, surge de nuevo el temor a que la sonada abundancia acabe por minar su carácter positivo, su misión más que loable de proteger y salvaguardar la historia para aquellas generaciones que no tuvieron la oportunidad de conocerla ni de vivirla de cerca.
Por si acaso, los protagonistas más directos se defienden. Los promotores de museos y los coleccionistas esgrimen sus razones, argumentan que cada compilación es diferente y particular, y luchan por conseguir la permanencia en el reino de la fama rural almacenando lo más raro, lo menos escuchado y lo más difícil de explicar.
Durante décadas
Josefina Castrillo Sánchez no deja de ser un ejemplo. Es consciente de la existencia de museos etnográficos en otras zonas, pero asegura no poder dejar de lado una afición que le ha tenido ocupada durante décadas y que le ha llevado a reunir en Collazos de Boedo un vasto y extenso repertorio de enseres de costumbres y oficios del pasado. «Es curioso, pero me parezco a los niños y a los que apuestan. A los primeros, porque se me antoja todo y cualquier cosa me llama la atención. A los segundos, porque coleccionar es para mi una adición que cada día va a más», señala con ironía Josefina, que ha tenido que decir que no a algunas adquisiciones por falta de espacio.
En un local que en su día fue bar, dispone de una cantidad ingente de objetos almacenados. Enumerarlos aquí sería imposible, pero la ilusión, el mimo y el empeño con los que Josefina los ha atesorado hacen imprescindible un recorrido explicativo que comienza en la recreación de una escuela de antes, con sus pupitres de madera, con sus pizarrines, con el cabás y el tintero, «además del cuadro de Alfonso XIII, el catecismo o la vieja estufa de las antiguas escuelas, lo que hoy en día es el Ayuntamiento», especifica la vecina de Collazos, natural de Villasila de Valdavia.
El paseo continúa con el símil de un dormitorio con camas de forja, catres de madera de nogal, un despertador de cuerda, varios orinales de cerámica, lavabos de pie, sábanas bordadas, camisones de lino, benditeras y crucifijos sobre la mesita de noche. «Aquí al lado he colocado también máquinas de coser, un costurero con agujas que se utilizaban para acolchonar o huevos de madera para zurcir los calcetines rotos cuando no había dinero para comprarse otros», explica.
En la cocina caben ollas de barro, botos, pucheros, sartenes de patas, medias cántaras donde se medía el vino, romanas de onzas y libras, fiambreras de madera y varias piezas de una vajilla que decía adiós y que la austeridad del bolsillo pobre obligó a mantener viva con aquellas lañas que se fabricaban con los berbiquís. «Hay cafeteras, chocolateras o un curioso batidor de huevos que les encanta a mis nietos, a los mellizos Alejandro y Adrián. Para ellos es todo ajeno, y se entretienen. Para los mayores, en cambio, es tan familiar que cuando lo ven le echan las manos a la cabeza, lamentando haber tirado lo que ellos consideraban algo obsoleto y lo que algunos hemos recuperado como tesoros », señala orgullosa.
A un lado, quinqués, faroles, candiles, braseros, calderillos de cobre y azafranados. Al otro, recuerdos de las contienda civil y de la posguerra. «Hay un hueco incluso para la iglesia, con rosarios de pepitas de aceituna, bulas con las que se adquiría el derecho a comer carne en cuaresma o incluso vestimentas de sacerdotes: roquetes, casullas, estolas y cíngulos », enumera Josefina que reserva para el final su joya más preciada: un metate de origen azteca que se utilizaba para moler grano cuando no existían molinos.
Pagó por él algo más de mil duros en la década de los sesenta. Interesante inversión que hoy, cuarenta años después, le permite, como fiel seguidora de lo ausente y del pasado vivido, seguir siendo un reclamo en la abundancia que inunda la moda de lo rural.
PATRIMONIO ARTÍSTICO
La iglesia parroquial conserva un ábside y una portada del románico
S.S./PALENCIA
El recorrido por el patrimonio artístico del municipio comienza con una visita a la iglesia parroquial de Collazos, dedicada a Santa Lucía. El templo, que ha sufrido varias remodelaciones, conserva un ábside circular con ventanal de estilo románico. Del mismo estilo es también su entrada o pórtico, con arcos apuntados y decoración vegetal.
En su interior, llama la atención un Cristo del siglo XVII y una escultura de San Sebastián de Alejo de Vahía.
El paseo por el arte continúa después en la iglesia de Oteros, un sencillo edificio construido en el siglo XVII, con portada de arco apuntado sobre el que se instala un pequeño Calvario en bajorrelieve.
ASOCIACIONES
De amas de casa y de jubilado
Collazos de Boedo acoge la actividad de dos asociaciones: la de pensionistas y jubilados, y la de amas de casa, que programan actividades, charlas y cursillos de manualidades a lo largo del año. Por su parte, en Oteros de Boedo existe la asociación de jubilados Cruz del Otero, cuyos integrantes participan en clases de gimnasia de mantenimiento. / S. S.
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