Santa Cecilia del Alcor

Del Cerrato al corazón de Campos

Abarca presenta la única esclusa rectangular de las que salpica el Canal de Castilla por la provincia

GONZALO ALCALDE CRESPO/ PALENCIA

Difícil va a ser la ruta que les propongo este fin de semana. Saliendo de la capital, tomaremos el camino hasta la cercana población cerrateña de Villamuriel, y allí nos iremos a desayunar o a comprar pan, como hacen algunos palentinos, pues lo hacen muy bien. Por el camino habremos hecho un alto para visitar su viejo puente medieval, que es el último que va a cruzar el cauce del río Carrión antes de que esta corriente palentina se eche en brazos de su hermano mayor, el río Pisuerga.

También veremos que por Villamuriel de Cerrato discurre el ramal sur de Canal de Castilla, donde además de la esclusa que se localiza junto a la fábrica de harinas, un poco más abajo - y siguiendo un bien colmatado camino de sirga-, nos encontraremos con el acogedor paraje de Soto Albúrez, con sus tres esclusas y la casa del esclusero, rodeada por un acogedor parque.

De vuelta a Villamuriel de Cerrato, obligada será una visita a su iglesia parroquial de Santa María, la joya más bella y representativa del arte románico cerrateño. Y si paseamos su antiguo y moderno casco urbano, veremos que esta población cerrateña cuenta con escuelas, instituto, centro de salud, biblioteca, casa de cultura, teatro, polideportivo, piscina olímpica, hogares y residencias de pensionistas, además de plazas y jardines. Toda una serie de dotaciones y estructuras, que han permitido a la localidad alcanzar una alta cota de autosuficiencia y un más elevado nivel de vida.

Tan antiguo como su apellido

Nos despediremos de esta población cerrateña y nos remontaremos a los páramos de los Montes Torozos, buscando Santa Cecilia del Alcor. Por el camino, dejaremos la pequeña Paredes de Monte, que pocos saben que es pedanía dependiente del Ayuntamiento de Palencia.

Santa Cecilia del Alcor casi se esconde en el fondo de una vaguada excavada por el arroyo del Valle, que a través de los siglos se ha ido abriendo paso por estos páramos meridionales de los Montes Torozos, comarca natural a la que realmente pertenece. El origen de la población es tan antiguo como su apellido, pues lo del Alcor se pierde en los remotos siglos alto-medievales de la repoblación de este territorio. En cambio, su iglesia no lo es tanto, pues en gran parte es un edificio barroco, aunque se vislumbran algunos restos más primitivos.

Y de esta parte de los Torozos nos tiraremos monte abajo, buscando la hondonada de Tierra de Campos, pues por allí nos esperan Pedraza, Baquerín y Abarca.

Pedraza de Campos saldrá a recibirnos acompañada por algunos de los palomares tradicionales más bellos de esta parte de la Tierra de Campos. Dándonos una vuelta por el pueblo, veremos que en la diáfana plaza se localiza la imponente iglesia parroquial de San Cipriano, que fuera edificada en el siglo XVI, aunque su portada del mediodía ya sea obra del siglo XVIII. Y detrás de ella, podremos instalarnos en otro excelente mirador sobre la Tierra de Campos, y desde allí divisar la balsa del tercer humedal que hace compañía a los otros dos y relativamente próximos de La Nava y Boada.

Ir de Pedraza a Baquerín de Campos será hacer un viaje inolvidable, pues atravesaremos la rasura más absoluta de la Tierra de Campos palentina. No llegaremos a vislumbrar el caserío del pueblo, y veremos que sobre la horizontalidad del paisaje. sobresale la proporcionada torre de tres cuerpos de su iglesia parroquial de Santa María de Arbis, el último de los cuales está adornado con un bello cupulín. Se trata de una grandiosa e imponente fábrica de cantería que se edificó en el siglo XVI, aunque en él se aprecian claramente remodelaciones y reformas llevadas a cabo entre los siglos XVII y XVIII.

Dentro del templo, catalogado como Monumento Histórico Artístico con la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC), sobresale su artesonado decorado con yeserías barrocas, al que se unía un excelente retablo mayor barroco -cuyo autor se cree que fue el entallador castellano Gregorio Fernández-, que en la actualidad se puede ver en la iglesia del monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes, aunque perteneció a esta iglesia parroquial de Baquerín de Campos.

Y para poner fin a esta excursión, buscaremos otra vez el cauce domesticado del Canal de Castilla, allá por Abarca de Campos, punto final de nuestro recorrido de obligado cumplimiento. Por allí veremos el puente de la primera esclusa del ramal de Campos, la única que es rectangular de las muchas que se localizan en el largo recorrido del Canal del Canal de Castilla por la provincia de Palencia, y desde él podemos contemplar la parva y el Paseo de la Alameda que unen la vieja fábrica de harinas La Primera de Campos con el núcleo urbano del pueblo.

Antes, en el azud de la fábrica, habremos visto cómo la presumida torre enladrillada de la iglesia parroquial de Abarca intentaba reflejarse en los espejuelos del agua y no lo conseguía. Así que para visitarla, nos tendremos que desplazar hasta la plaza del pueblo, donde también disfrutaremos de la torre del carillón de dieciséis campanas, y del nuevo edificio de la Fundación Francis Chapelet, desde la que se pretende continuar la labor iniciada hace cincuenta años por el propio Francis Chapelet y la Asociación Cultural Tadeo Ortega, que se han propuesto proyectar al mundo la idea de que Castilla es una de las reservas mundiales de órganos históricos. Y yo creo que lo están consiguiendo.

Recomendaciones ineludibles

En Villamuriel: El Canal de Castilla, el salto del Soto Albúrez, la iglesia románica de Santa María y el convento de Calabazanos.
En Santa Cecilia del Alcor: La iglesia, las bodegas y las antiguas viviendas rupestres.
En Pedraza de Campos: El humedal, la iglesia de San Cipriano y el conjunto de palomares.
En Baquerín de Campos: La iglesia de Santa María de Arbis y los palomares de las eras.
En Abarca: La esclusa de la Fábrica, pasear por la parva del Canal y visitar la iglesia y el carrillón.
 

El astrónomo, el tajón y 'Mirín'

Francisco León, uno de los primeros hombres del tiempo, nació en 1843 en Santa Cecilia del Alcor

GONZALO ALCALDE CRESPO | SANTA CECLIA DEL ALCOR

A punto estuve cuando llegué a Santa Cecilia del Alcor de no bajarme del coche, pues la calle donde intentaba aparcar se llamaba 'sal si puedes', por lo que ante tal amenaza opté por mover el vehículo y estacionarlo en la plaza de la Iglesia. No lo hice mal, pues así pude contemplar más de cerca la pequeña pero bien construida iglesia parroquial de Santa Cecilia, donde un sencillo pórtico adorna la rectangular fábrica de buena cantería en la que fuera edificada esta iglesia allá por el siglo XVI, a la que presta un poco más de galanura una espadaña de dos cuerpos y tres vanos.

La pequeña población de Santa Cecilia casi se esconde en el fondo de una vaguada excavada por el arroyo del Valle. A través de los siglos, se ha ido abriendo paso por estos páramos meridionales de los Montes Torozos, comarca natural a la que realmente pertenece, y donde seguramente se asentaron sus primeros pobladores mozárabes. A ellos les debe su segundo nombre del Alcor, palabra de origen hispanoárabe (alqúll), que significa colina o collado, haciendo clara referencia a la que sigue siendo su ubicación geográfica.

En esta villa de Santa Cecilia nació en 1843 el astrónomo meteorologista Francisco León Hermoso, considerado uno de los primeros hombres del tiempo de este país, famoso por las predicciones que publicaba con el seudónimo de Noherlesoom en su Boletín Meteorológico, en el que ofrecía la predicción del tiempo, nada menos que para los quince días siguientes.

Buscando en el pueblo que alguien me diese referencias de este personaje, me fui hasta la plaza del Ayuntamiento de Santa Cecilia, que por si era poco una, tiene dos fuentes. Y mira por dónde que allí me encontré con el que revisaba los contadores del agua, quien me recomendó que no dejase de ver la casi recién inaugurada escalinata que facilita el acceso al barrio alto del pueblo.

Estando en su contemplación, me topé con Teodomiro de Castro Aguado 'Mirín'. vecino de toda la vida de Santa Cecilia, aunque nacido en Ampudia. Venía acompañado de una lista e inquieta perruca conejera, que respondía al nombre de Nuca. Según me explicó 'Mirín', le hace compañía y le ayuda en sus correrías venatorias, en las que da caza a los abundantes conejos camperos que pueblan los montes cercanos a Santa Cecilia, y que me asegura que están muy ricos.

En la construcción

'Mirín' -que así quiere que le llame, pues por Teodomiro dice que no le conoce nadie- es un hombre bonachón que ha trabajo toda su vida en la construcción, aunque ahora, a sus 64 años, está en el paro y a la espera de la jubilación, pues «con lo jodida que está la cosa... ya no me va a contratar nadie». Está casado y tiene tres hijos ya 'colocados' y me asegura que no vive mal, pues para él y su mujer tiene bastante. «Aquí en los pueblos se vive bien, no pasamos ni frío ni hambre».

Frío está claro que no, pues 'Mirín' me informa que todavía en el pueblo se siguen haciendo las suertes de leña -que en Santa Cecilia se conocen como el tajón-. Previo pago de 20 euros, el Ayuntamiento sortea entre los vecinos que lo solicitan unos acotados espacios de unos 50 metros cuadrados de mata de encina del monte, cuya leña pican y bajan al pueblo en haces para luego atizar las glorias de las casas. «Antes, cuando éramos todos ricos, casi no lo pedía nadie. Ahora, como el gasóleo está por las nubes, se apuntan todos», dice.

Mientras seguimos hablando, 'Mirín' me lleva a ver el huerto que cuida su suegro -un hombre de 84 años que me asegura «tiene mucha correa»-y le roba media docena de puerros para regalármelos. Yo los acepto de buen grado y desde estas líneas le dejo el encargo de que le diga a su suegro que estaban cojonudos como él me dijo: picados con escabeche, pimentón, aceite de oliva y aceitunas negras.

La curva que esconde un bello rincón

Santa Cecilia del Alcor espera culminar este año varias obras de mejora en sus infraestructuras

Eduardo Plaza

Dos niños del pueblo, con sus padres y una joven foránea, delante de las antiguas escuelas. / E. PLAZA

Tomando la carretera provincial P-901 en dirección a Ampudia, pasamos Paredes de Monte y llegamos a una curva, tras la que en un primer momento no parece asomar nada. Pero según se va abordando, muestra la bella estampa de Santa Cecilia del Alcor. Continuamos por la misma carretera que cruza el pueblo y observamos una localidad que causa una grata impresión al visitante, con sus calles y casas bien acondicionadas. Y lo que no se ve también se está mejorando, gracias a las obras de la tercera fase de alcantarillado, que llevarán consigo la renovación de las tuberías y la fosa séptica.

Volviendo a la superficie, el Ayuntamiento espera que empiecen pronto las obras de arreglo de unas escaleras que comunican las dos principales calles de la villa, y que serán tratadas con piedra de la localidad vallisoletana de Villalba de los Alcores. Se trata de una obra concedida en los Planes Provinciales de la Diputación del 2006 y que tiene una prórroga para poder ejecutarse antes de que finalice este año. Las obras que sí van a dar comienzo de inmediato son las que van a ampliar el cementerio municipal, con la colaboración de la Diputación y la Junta de Castilla y León.

En cuanto a proyectos de futuro que por el momento son meras ideas llenas de ilusión, el Consistorio tiene en mente la posibilidad de cubrir el polideportivo con el que cuenta el pueblo. De esta forma, el equipo local de fútbol sala que participa en el Torneo Interpueblos podría entrenar y jugar sus partidos sin sufrir las inclemencias del tiempo. Además, esta instalación acogería las actividades organizadas por la Asociación de Jubilados, entre las que destacan las obras de teatro que actualmente representan en las antiguas escuelas.

Junto a estos proyectos, y con la imprescindible colaboración de Telefónica, el Ayuntamiento confía en poder dar una solución a la falta de cobertura de telefonía móvil y así Santa Cecilia pueda darse mucho más a conocer.

Lo que un día fue quimera

Rufi Diez Tarrero recopila historias, leyendas y tradiciones de Santa Cecilia y las escribe en la revista comarcal La Solana

Soraya de las Sías

51 años bien llevados, hacendosa ama de casa y madre pendiente de sus tres hijos. Nacida en Valdespina, localidad cercana a Astudillo, y residente desde hace treinta años –desde que contrajo matrimonio con José Ignacio Martín León– en Santa Cecilia del Alcor, al que considera algo más que su pueblo de adopción. Estos podrían ser los datos personales para la carta de presentación de Rufi Diez Tarrero, entusiasta del medio rural y aficionada a la lectura y la escritura, que le hubiera encantado poder incluir en su currículum una formación académica con estudios universitarios. «Desde pequeña me ha gustado leer y escribir, siempre he querido ser una escritora, como Carmen Posadas. La espinita que tengo clavada es que no tuve la posibilidad de ir a la Universidad», señala Rufi, mientras relata que en aquella época no había los recursos de ahora y la educación era distinta. «Teníamos que ayudar en casa, en el campo o en el ganado. Además, a las chicas nos enseñaban a ser madres, a limpiar, cocinar, coser y bordar», agrega.

A pesar de todo, dice que no renuncia a la vida que le ha tocado vivir, esposa de agricultor y en un pueblo con poco más de un centenar de habitantes. «Las ventajas de tranquilidad, libertad y espacio que da el medio rural no las cambio por nada», apunta Rufi Diez que reconoce que hay días que transcurren monótonos y otros, en cambio, en los que las horas se pasan volando gracias a las actividades de la asociación y a los talleres de teatro que organiza el Ceas de Villarramiel. «Ahora estamos preparando la obra ‘Una proposición decente’ y el sainete ‘La operación del riñón’, que pondremos en escena en las escuelas en Semana Santa. Esperemos que sea un éxito como en años anteriores gracias a la colaboración de los vecinos, especialmente de los jóvenes», manifiesta.
Su espíritu dinámico e incansable y su mente creativa le han llevado a buscar un hueco para participar en los concursos relatos navideños que convoca la organización agraria Asaja –que ha ganado en dos ocasiones– y a escribir en la revista La Solana.

En esta publicación comarcal y semestral Rufi ha recopilado algunos trazos de la historia de Santa Cecilia y algunas de las tradiciones que se han ido perdiendo con el paso de los años. Para ello ha contado con el apoyo de personas mayores que han rescatado del olvido el recuerdo de fiestas como la de San Antón, cuando se corrían los gallos; la de San Juan, cuando se iba al monte a tomar el chocolate, o la de Santa Cecilia, cuando los mozos iban por las casas cantando la ‘rebolada’ con los músicos. «Hay muchos cambios. Cuando llegué a Santa Cecilia iban 38 niños al colegio, ahora van solo tres. Había tres bares y ahora solo hay uno que se abre los fines de semana. Todo ha ido a menos», lamenta Diez Tarrero.

Otras costumbres, en cambio, se están intentando recuperar, como ‘La Vieja’, a mitad de la Cuaresma, cuando los niños piden por las casas para hacer una tortilla y comprar un bote de melocotón que después comen en el monte. Una fiesta que Rufi intentará plasmar en un reportaje en La Solana para mantener vivo el recuerdo y para que su sueño de escritora deje de ser una quimera.

El drama de lo terruñero

Las cuevas rupestres de Santa Cecilia del Alcor acogieron el rodaje de la película ‘Las ratas’, basada en la obra de Delibes

Soraya de las Sías

« Poco después de amanecer, el Nini se asomó a la boca de la cueva y contempló la nube de cuervos reunidos en consejo. Los tres chopos desmochados de la ribera, cubiertos de pajarracos, parecían tres paraguas cerrados con la punta hacia el cielo. Las tierras bajas de don Antero, el Poderoso, negreaban en la distancia como una extensa tizonera». Así comienza la obra ‘Las ratas’, de Miguel Delibes, una novela que acercó a sus lectores al drama realista, terruñero y mísero de la Castilla de los años cincuenta, cuando la gente vivía alejada del desarrollo y de los nuevos avances, cuando devoraba sopas de pan y usaba los cuervos muertos como cimbel para cazar aves o para espantarlas de los sembrados.

El escritor vallisoletano consiguió esta imagen lúgubre del medio rural a través de un relato sincero, perfectamente engarzado con los diálogos del Nini con los demás personajes y ambientado con espléndidas caricaturas geográficas y sociales del lugar en el que se desarrolla la historia. Una radiografía que se completa con un gráfico al inicio del libro en el que el autor nos sitúa en un pequeño pueblo que perfectamente podría pertenecer a la comarca de Tierra de Campos en Palencia, ya que en el dibujo se aprecia un núcleo de casas en el que sobresale la esbelta torre de una iglesia, un palomar, varios huertos, choperas, una carretera provincial y varios alcores y cerros, donde hay cuevas derruidas y otras habitadas, como la del tío Ratero.
Relatos que rememoran el difícil pasado castellano e imágenes que, a pesar de que se han ido borrando con el paso de los años, siguen causando impacto. Por esto mismo quizás, el cineasta y guionista Antonio Giménez-Rico lleva en 1997 esta historia a la gran pantalla, convencido de que el drama del Nini, de su padre y del tío Ratero no dejará indiferente a ningún espectador.

No era la primera obra de Delibes que el director adaptaba al cine, ya lo había hecho antes con ‘Mi idolatrado hijo Sisí’ y ‘El disputado voto del señor Cayo’. Mas en esta ocasión la dificultad se centraba a la hora de encontrar las localizaciones exactas para ambientar la historia de manera tan real como lo había logrado Delibes a través de las letras. Había que cuidar con sumo mimo los exteriores, la caracterización de los personajes y la fisonomía de los actores.

Giménez-Rico encontró entonces en la provincia palentina los lugares idóneos para el rodaje del film y decidió que la filmación se desarrollaría en Valdecañas de Cerrato, Población de Arroyo, Villasirga, Carrión, Población de Campos y Santa Cecilia del Alcor.