Villasarracino

Seis olmas y una Piedad

Villasarracino aguarda impaciente el arreglo de la deteriorada torre de su iglesia parroquial

Texto y fotografía de José Luis de Román González

Palomar octogonal en el pueblo.

Había seis olmas. Junto a la ermita. Seis olmas viejas. Tan viejas como la ermita. Trescientos años de viejas. Siempre acompañando a La Piedad. Seis olmas. Enfermaron. Primero, dos. Perdieron fuerza y las derribó el viento. Luego, el resto. Secas. La Virgen que todo lo ve vio cómo se las llevaban. Una detrás de otra.
A las olmas. A las seis.

En la parte más alta del pueblo, la ermita de La Piedad, aneja al cementerio, es lugar de devoción y encuentro. Y de descanso también, junto a seis árboles nuevos. Desde allí se deja uno caer por la suave inclinación de la calle principal que divide y une al pueblo, hasta la misma torre de la iglesia, hasta el ayuntamiento.

Un ayuntamiento de los de antes. De los que servían de consistorio, de escuelas y de casa para los maestros. Hoy se encuentra totalmente restaurado y acondicionado, con espacio para el consultorio médico, que ya quisieran algunas dependencias del hospital. Y con otra sala de cien metros cuadrados, donde con buen criterio ha sido mantenido el suelo original de baldosas rojas y desgastadas del seguramente entrañable piso escolar.

Es Villasarracino un pueblo de calles amplias y un buen numero de zonas ajardinadas. Con un bar, casi justo enfrente de la casa donde viviera fray Félix Cuadrado, uno de los hijos notables de la localidad. Una vivienda empleada como biblioteca y que da cobijo a la asociación cultural Barro y Paja, que junto con la de pensionistas y amas de casa se encargan de dinamizar en cierto modo las distintas actividades que se realizan a lo largo del año.

La iglesia y su interior son otros de los lugares destacados por su interés. La torre forma parte de un deseo. El de todos los vecinos, con su alcalde a la cabeza, Domiciano Cuadrado, albañil de profesión, quien ya ha solicitado ayuda a las instituciones para que la arreglen, dado que por su mal estado deja caer, sin mala intención, pero con mucho peligro, algún que otro ladrillo desde lo alto. «El único deseo que tengo ahora es que se arregle pronto la torre. Yo que tantas veces he subido arriba con mi padre, que en tantas ocasiones la retejó. Solamente quiero que la arreglen. Que no se nos caiga», dice.

Villasarracino, agricultor y tranquilo durante los días laborables, se anima cada fin de semana, cada estío que llega. Y llegando deben de estar por estas fechas ya los amigos de fuera, para hacer olvidar durante unas semanas lo solo que el pueblo se queda cuando regresa el frío, cuando el invierno viene a buscar a esas seis olmas que no están.

Premio a la experiencia

La asociación de jubilados rinde homenaje en las fiestas a los mayores de Villasarracino

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Un grupo de jubilados disputa una partida de cartas en el local de la asociación acompañados por los dos vecinos homenajeados en las fiestas, que posan con las placas conmemorativas. / S. DE LAS SÍAS

El programa de actividades que diseña y organiza el Ayuntamiento de Villasarracino para las fiestas patronales de la Virgen de la Piedad, en el mes de septiembre, deja una ventana abierta a la colaboración, para que los vecinos aporten ideas nuevas y enriquecedoras que atraigan a un mayor número de personas a la localidad. La participación, sin embargo, se reduce casi siempre a la actuación de los integrantes de la asociación de jubilados, que organizan el día 9 un homenaje a los más longevos. «En esta ocasión el premio ha recaído en Miguel Campo González y Pedro Cuadrado Liquete, ambos con 80 años, a quienes les entregamos una placa conmemorativa. Es un regalo simbólico, porque lo que importa es el reconocimiento a su labor, a los años que han trabajado en la agricultura y a la experiencia que acumulan, de la que todos podemos aprender», señala el alcalde, Domiciano Cuadrado González, que aprovecha la ocasión para destacar el fuerte descenso de población y actividad que ha sufrido la localidad en los últimos años.

Partícipe de la conversación, el presidente del colectivo de jubilados, Jesús Calvo Liquete, añade que antaño la población era el triple, y que había más servicios, como la farmacia, el veterinario o los maestros. «También había más negocios, pero se han cerrado con el tiempo. De hecho, solo queda abierto al público un establecimiento de ultramarinos tradicional que regenta María Teresa Cuadrado, la tercera generación de una familia dedicada al comercio que iniciaron Eutimio y Ático. Todos lo conocemos cariñosamente como el arca de Noé, porque la verdad es que tiene de todo», apunta Jesús. Con este panorama, dicen, es casi lógico que el protagonismo se centre en las personas mayores. Más aún cuando no quedan niños con los que alegrar las calles y engordar las listas del padrón municipal. «Nada que ver con las cuadrillas de casi 50 chavales que íbamos a las antiguas escuelas, donde ahora está el local de la asociación de mayores», lamenta el regidor.

De paseo

Las reformas llevadas a cabo en las instalaciones en los últimos años gracias a las ayudas concedidas por la Junta de Castilla y León, especifican ambos, han permitido que ahora todos puedan contar con un local en condiciones en el que reunirse todos los días para jugar o disfrutar de una entretenida conversación antes de salir a dar el pertinente y recomendado paseo, por eso de la edad y de los achaques. «Se ha instalado calefacción y se ha renovado el mobiliario, con nuevas mesas y sillas, y un televisor», detalla Jesús, mientras explica que los más de 50 integrantes de la asociación también participan en otras actividades como cursillos o incluso excursiones, como la realizada el pasado mes de agosto a Santo Domingo de la Calzada, el Monasterio de Yuso y las bodegas de Haro, o la que en septiembre les acercó hasta Santillana del Mar y Comillas, en la comunidad de Cantabria.

Al fin y al cabo, con estos datos el premio a la experiencia se lo llevan todos, los que trabajaron años atrás y ahora tienen un respiro para divertirse jugando al tute o al mus, colocando sobre el tapete las monedas de cinco céntimos de euro para los amarracos.

Vasallos de Lebanza

Villasarracino debe su nombre a Sarracín, su primitivo repoblador mozárabe

GONZALO ALCALDE CRESPO

Anda el campo removido, pues como les decía ayer las gradas de los tractores han puesto al aire la tabonera, por lo que el cielo se ha llenado de cernícalos y águilas ratoneras que hacen insistentes pasadas a la espera de dar caza y captura a los ya famosos topillos, que me dicen que por estos campos de Villasarracino vuelven otra vez a ser abundantes.

Es una mañana soleada, pero ya algo fría, por lo que el pueblo huele a pueblo, a humo de leña, pues veo -por la fumada que sale de sus chimeneas- que en algunas viviendas se están encendiendo las glorias. Mal augurio es, se acaba el otoño y nos vamos derechos para el invierno, esa estación desoladora pero a la vez tan necesaria, pues hasta la naturaleza necesita descansar.

Por varios siglos en Villasarracino tubo vasallos la norteña Abadía de Lebanza, que todavía por el Valle de La Pernía anda casi escondida, y desde donde - seguramente- bajaban sus monjes a cobrar los diezmos y tercias que serían abonados en grano, pues ésta fue siempre una tierra de buenos labrantines y mejores pastores. Todavía hoy por allí veo un rebaño de ovejas que remonta sin prisa el camino de una cuesta.

Dicen algunos que el origen del nombre del pueblo se debe a que allí se instalaron 'sarracenos'. Podría ser, pero lo más factible es creer la interpretación que nos aportan los investigadores de la toponimia, y pensar que el nombre de la villa viene de su primitivo repoblador mozárabe, el cual respondería al nombre de Sarracín, nombre común en la época. Ya el escritor francés Julio Verne, en su no tan conocida novela 'Los 500 millones de la Begum' nombra a uno de sus personajes como doctor Sarrasin, y en la comarca del Aliste zamorano existe un pueblo con ese mismo apelativo.

La iglesia parroquial de Villasarracino es de buen porte, pues bien se hace notar sobre el casar de la villa. Se dedica a Nuestra Señora de la Asunción, fechándose su construcción a finales del siglo XVI. En cambio, las trazas de su pórtico de ingreso fueron realizadas por el arquitecto Juan de Herrera en 1756.
Destaca de las iglesias del entorno por su soberbia torre herreriana, que se adorna con remate neoclásico del siglo XVIII, pues fue terminada por Pedro Ortiz el año 1789. Consta el templo de tres naves, sobre las que se asientan pilares cilíndricos que sustentan bóvedas de aristas decoradas con puntas de diamantes. Dentro de ella podemos contemplar varios retablos de los siglos XVII y XVIII, y en el coro un buen órgano barroco de la misma época, así como una estupenda cruz procesional que llegó a formar parte de la exposición de Las Edades del Hombre de Palencia.

Por los alrededores del pueblo, pueden verse buenos ejemplos de palomares-torre, y cerca de ellos, el barrio de bodegas y una ajardinada plaza conocida como de Arriba, para diferenciarla de la de Abajo, que se localiza a la entrada, donde también hay una calle ciega.

Destacan su bien conservada Casa Consistorial, que es un buen edificio de ladrillo modernista, y la grandiosa y bien cuidada ermita barroca de La Piedad, que es de una sola nave, y que se cree pueda estar cubierta con un artesonado, pues las formas del techo así lo hacen pensar. Dentro de ella se aloja su retablo mayor con cuatro buenos alto relieves, una sencilla Piedad del siglo XV, un Crucificado conocido como el Santísimo Cristo de Villasarracino y un San Isidro Labrador.