Escritor con guasa
Alfredo Herrero ha recopilado en un libro la historia de los antepasados de Lastrilla y de Pomar
Soraya de las Sías / Berzosilla
Antes de llegar hay que adentrarse en las tierras cántabras de Valderredible y pasar por las localidades de San Andrés y San Martín de Valdelomar, Santa María de Valverde y Castrillo de Valdelomar. Con todas ellas, Lastrilla comparte esa estampa de prados verdes con ganado vacuno y caballar, de casas de piedra con ventanucos y galerías, de manantiales y fuentes rodeados de lugareños con albarcas. Con todas ellas, mantiene una especial relación de semejanza con costumbres similares y modos de vida muy parejos.
Su patrimonio etnográfico lo confirma. Sus historias entrelazadas lo corroboran, a pesar de que Lastrilla pertenezca al ayuntamiento de Pomar de Valdivia y disfrute de relaciones de paridad con otras entidades menores del municipio, como Cezura, Helecha, Báscones o Revilla.
Su situación geográfica, a medio camino entre dos provincias, y los contactos con gentes de un lado y del otro, han contribuido a que este pueblo esté hecho de una pasta diferente, con especial predisposición a la comunicación. Lo refleja una conversación con sus habitantes. Lo resume con acierto Alfredo Herrero Gutiérrez en su libro ‘Así vivían nuestros mayores. Reflejo de la historia de Lastrilla’, editado en el 2003 con la colaboración del Ayuntamiento de Pomar y de la Diputación Provincial.
Su afán, dice, era rendir tributo a la tierra que le vio nacer y de la que se tuvo que separar muy joven, con 11 años, cuando emigró a Vitoria para estudiar. De allí, se fue a trabajar como ingeniero y diseñador a Suiza y al País Vasco, de donde regresó en los años setenta, empujado por las dificultades sociales y laborales de la época, y por la nostalgia, según confiesa.
Trabajó en Galletas Gullón y fijó su residencia en Aguilar. Aprovechó sus ratos libres y los fines de semana para acudir al pueblo e ir construyendo la casa en la que ahora reside, después de jubilarse en el 2000. «Poco a poco, con mi mujer, Florinda Buenaga, hemos levantado nuestra casa. Como queríamos, a nuestro antojo, pero ¡caracoles de Bakio!, con mucho esfuerzo y trabajo», espeta y bromea Alfredo con un marcado acento vasco, herencia de su estancia en Bilbao, espejo de las expresiones utilizadas por su esposa, natural de Portugalete.
En su nueva casa de Lastrilla, Alfredo encontró el rincón de remanso y de sosiego oportuno para descansar, para dedicarse a sus aficiones, para leer y para indagar con paciencia el pasado local, con referencias al yacimiento medieval denominado El Barrio, a los pleitos que la localidad tuvo con Susilla por los mojones que delimitan los pastos o terrenos comunales, o a algunas de las costumbres de los lugareños, dedicados al cuidado del ganado y amedrentados en épocas no tan remotas por la existencia de brujos y de poseídos por fuerzas mayores y paranormales.
Carros de leña
Con el libro, especifica, no pretendía aburrir con parrafadas cargadas de datos y números, aburridas y pesadas. Su ilusión, señala, era hilar de manera amena y entrenida la historia de los suyos. Con un lenguaje claro y sencillo, sin florituras ni acrobacias dialécticas. Con un toque de humor, con guasa para referirse a personajes como Eleuterio Morante, conocido como el mejor veterinario sin título de la zona, o para describir algunas situaciones ridículas de antes, como cuando el párroco invitaba a los fieles en misa a cortarle varios carros de leña y llevárselo picado a casa, como contrapartida de algún desconocido servicio vital que prestaba a la comunidad.
En otros apartados, el narrador pasa a convertirse en protagonista imaginario de los hechos relatados. «Como un periodista que apunta todo lo que ve. Como un protagonista partícipe de entonces, cuando no había luz eléctrica, cuando la única tradición de los vecinos era la superviviencia, cuando había que ir a misa a Susilla porque nos habíamos quedado sin iglesia tras la contienda civil», agrega el escritor, que explica que el estilo sencillo ha contribuido a que se hayan vendido los mil ejemplares editados.
La ironía con la que trata muchos de estos temas no impide, sin embargo, que estén debidamente documentados y que gocen de rigor histórico. No en vano, Alfredo contó con una gran ayuda, la de su madre, Valeriana Gutiérrez. Durante años había guardado con celo y cuidado todos y cada uno de los documentos que su marido, Telesforo Herrero, había firmado como alcalde del municipio, hasta que se retiró en 1986 y recibió un homenaje tras medio siglo en la Alcaldía.
Para ellos, Alfredo también tiene un gesto de cariño y agradecimiento. Por haberle trasmitido esa especial predisposición a la comunicación. Por haberle inculcado el amor a la tierra, siempre con una pizca de chispa, con un tiento de guasa.
Atractivos Turísticos
PATRIMONIO HISTÓRICO
Visita a las iglesias románicas y góticas y a las ermitas rupestres
Pomar de Valdivia, formado por 14 pueblos, está enclavado en un paisaje de ensueño. Junto a los atractivos que, destaca su patrimonio artístico, con excelentes ejemplos de iglesias románicas.
Destacan las iglesias de Pomar y Lastrilla, por los vestigios románicos que conservan en sus ábsides. Especial atención requieren los templos de Santiago Apóstol de Cezura, con una buena colección de canecillos esculturados con figuras humanas y animales, y de Santa María la Mayor de Villallano, con una magnífica pila bautismal. El recorrido se completa por otros tremplos góticos y renacentistas y con la ermita rupestre de San Martín, cerca de Villaren.
MEDIO AMBIENTE
Covalagua y Las Tuerces
Pomar ofrece un apasionante recorrido por su paisaje. Junto a las Cuevas de los Franceses de Revilla, con formaciones líticas de estalactitas y estalagmitas, el amante del deporte y de la naturaleza puede disfrutar de un paseo por el espacio natural de Covalagua, con el mirador de Valcabado, y por las moles calizas del paraje de Las Tuerces, en Villaescusa.
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