Pino del Río

Paisaje con truchas en la corriente

Pino del Río considera fundamental para el municipio el ensanche de sus cuatro puentes sobre el Carrión

Texto y fotografía de José Luis de Román González

Es el pueblo con más puentes de la provincia. Todos ellos sobre el Carrión. Uno detrás de otro. Sobre los distintos brazos que le crecen al cauce en este lugar. Sobre los cuatro, cuatro puentes son.

Y son también una de las principales preocupaciones del ayuntamiento de Pino del Río, dada la estrechez de los mismos y el elevado número de vehículos que por este paso transitan, sobre todo en la época de verano.
La solución se plantea difícil, y sobre todo costosa, para ampliar los cuatro tramos de puente, y ya algún político en su día apuntó bromeando que a poco sería mucho más viable cambiarle el curso de la corriente al Carrión.
Puentes aparte, el río se integra de lleno en la vida de este municipio, compuesto también por la localidad de Celadilla. En efecto, el Carrión, que discurre a los pies de ambos pueblos, acoge en este tramo uno de los cotos privilegiados para la pesca de la trucha.

De ahí que no sea extraño ver por estos pagos a pesadores llegados desde los lugares más diversos y lejanos.

Junto al río dispone Pino también de una apreciada zona de recreo, en la que se encuentra un gran estanque a modo de piscina natural que aprovecha el agua de la corriente, junto a la que ha sido levantado un gran tendejón de madera con mesas y bancos, que hace las veces de merendero.

Una estructura similar está prevista para Celadilla, que a solo cuatro kilómetros comparte un paisaje y situación similar a la de Pino.
La afluencia de pescadores y las características de ese paisaje han motivado sin duda el establecimiento de dos casas rurales, y el proyecto de una tercera.

Obelisco

Al margen de su importancia como tramo truchero, a Pino del Río también se le conoce y distingue de lejos por el asentamiento de un gran obelisco a las afueras del casco urbano.

Erigido por uno de los hijos naturales y emigrante del pueblo en memoria de su esposa, el monumento, como una gigantesca aguja blanca, se ha convertido en símbolo de la localidad, hasta el punto de figurar en su bandera y en su escudo oficial.

En cuanto a la actividad económica del municipio, se encuentra basada en la agricultura, un par de explotaciones de ganado vacuno y una granja avícola, además de una empresa de impermeabilizaciones. Asimismo, una decena de vecinos trabajan actualmente en la central de Terminor, en Velilla.

Y luego está el río, como reclamo, como esparcimiento, y como vida. Siempre el río.

Viviendo su juventud

Las personas mayores de Pino del Río son los dinamizadores de la actividad social y cultural

Texto y fotografía de Soraya de las Sías

Raquel Fontecha y Julio Sangrador, en la casa rural. / S. de las Sías

«Acompañado de mis hijos José María y Ángel, levanto este obelisco para honrar la memoria de mi esposa, Concha Villacorta Martín. A través de él, su recuerdo permanecerá en mí para siempre». Éste es el sincero y emotivo mensaje que Eutimio Montero Macho grabó en una placa a los pies del obelisco que construyó en 1995 en Pino del Río.

Una escultura de 45 metros de altura con la que este vecino agradeció el cariño de una vida compartida e ilusionada. Una escultura que después se ha convertido en centro de atención y talismán, en brújula que halla el norte para el forastero que se despista, y en símbolo y emblema de la localidad, hasta el punto de formar parte de su escudo. Precisamente este hecho ha sido cuestionado por muchos vecinos, que no han encontrado en el obelisco suficientes motivos históricos como para identificarlo como elemento heráldico.

Sin embargo, hay historiadores que en sus publicaciones sobre Pino del Río opinan que la inclusión del obelisco en el escudo, lejos de ser meramente azarosa o responder a la curiosidad o gratitud, está vinculada a la propia toponimia del lugar.

Según su parecer, la denominación del pueblo no procede de los pinos –ya que aseguran que las amplias masas forestales de esta planta conífera son muy posteriores al nacimiento y bautizo de la localidad–, sino que está relacionada con mojones o pináculos. De ser así, consciente de ello o no, Eutimio Montero Macho habría firmado en 1995 con su obelisco no solo una historia de amor de la que nunca quiso desprenderse ni mucho menos decir adiós, sino un capítulo más en la historia local de Pino del Río.
En cualquier caso, y al margen de discusiones históricas, quizás sean la gratitud y la ternura los sentimientos que deban permanecer y extrapolarse de esta historia, que, por otro lado, no es la única que destaca en esta localidad. Julio Sangrador y Raquel Fontecha también han protagonizado otra historia de amor, de cariño a la tierra y de arraigo a las raíces.

Ella es natural de Pino del Río, pero emigró a Saldaña hace muchos años. Aún así mantuvo algunas propiedades y una antigua casa, a la que acudía los fines de semana y vacaciones con su familia. Con su marido Julio, contagió a sus hijos del valor y aprecio del medio rural, y así, hace unos años su hijo pequeño, David, recuperó un antiguo edificio para poner en marcha una casa rural. «Fue una auténtica locura, porque nos llevó más tiempo de lo que habíamos pensado, y más esfuerzo y dinero. Sin embargo, no podíamos dejar perder esta oportunidad de dar a conocer Pino, sus gentes y los atractivos de esa zona», comenta Sangrador, mientras se afana en acondicionar las instalaciones de las dos viviendas individuales para 14 plazas, con unas vistas envidiables, con todo lujo de comodidades y todo mimo y cuidado en los detalles. «Nos ha visitado mucha gente a la que siempre hemos procurado tratar lo mejor posible, con dignidad y respeto. Han llegado de todos los puntos de España e incluso de Francia, Inglaterra o Italia», agrega.

En busca de truchas

Mas no son estos los únicos turistas que llegan a Pino, ya que hasta la localidad llegan ahora numerosos pescadores en busca de sus afamadas truchas y se inunda en verano de centenares de niños que participan en un campamento escolar que una congregación religiosa de Oviedo instaló en la localidad en 1972 cerca del río.

La imagen de alegría cuesta volverla a repetir luego durante el invierno, ya que dicen que la población ha mermado y ha envejecido considerablemente y aseguran que hay cerca de una treintena de personas que superan los 80 años. Sin embargo, parece que las iniciativas y los proyectos de carácter social y turístico van arrancando tímidamente y que Pino está viviendo aún su juventud.

Busca en Google

Luis Izquierdo González y Edilberto Martín Montes dan a conocer los atractivos y fiestas de Pino del Río

Soraya de las Sías.

Si se conecta a Internet, entra en el buscador Google y escribe en la caja de texto ‘Pino del Río’ aparecerán de inmediato varias páginas acerca de esta localidad, a medio camino entre Guardo y Saldaña. Uno de estos sitios web, www.vegavaldavia.com, ofrece información práctica sobre el municipio, incluye fotografías, registra comentarios de los usuarios y explica algunas de las tradiciones y costumbres locales, entre las que figura la romería que tiene lugar el primer domingo de julio para celebrar Santa Isabel.

Varios son los vecinos que saben que las historias de Pino navegan por la red. Numerosos son los hijos del pueblo que residen fuera que siguen vinculados a sus raíces afectivas y a la tierra natal a través de este rincón interactivo. Es el caso de Enrique Izquierdo González, que conectado desde Oviedo está pendiente de todo lo que sucede en la localidad y de los preparativos para la romería mariana, para la que ha adjuntado en la página web un documento con la letra del himno de la Virgen, con los cánticos que los fieles entonan el día de la procesión, cuando transportan la talla desde la iglesia parroquial de San Pedro, en el centro del casco urbano, hasta la ermita, ubicada a escasos tres kilómetros del caserío, junto a la carretera CL-615.

No localizamos a Enrique en el pueblo para que nos relate alguna historia o anécdota vinculada con la romería. Hasta las vacaciones de verano no regresará. Su ausencia la suplen su hermano Luis y su amigo de la infancia y compañero de colegio Edilberto Martín Montes, que ofrecen todo lujo de detalles acerca de la celebración. Los actos comienzan, según dicen, con la subasta de los brazos y de la pendoneta o estandarte para la procesión. «La devoción es tal que hay vecinos que pagan cantidades extraordinarias por portar la talla», asegura Edilberto, mientras Luis, apoyado en su cachaba y con la mirada fija, en un guiño de pensamiento profundo, le interrumpe para aportar un dato curioso.

«La primera subasta se realizó en el año 1959 y desde entonces se estableció como una costumbre. Recuerdo además que la primera cantidad que se pagó por los brazos fueron 50 pesetas, que entonces ya era mucho dinero», especifica Izquierdo González.

A la cita acuden no solo los vecinos de Pino, sino también los hijos del pueblo que regresan y los habitantes de los pueblos de la comarca, aunque Edilberto y Luis coinciden en señalar que el nivel de participación ha descendido más que considerablemente en los últimos años. «La misa es campestre, se hace alrededor de la ermita porque todos los asistentes no entran en el templo. Pero aún así, no tiene comparación con lo de antes», apostilla Edilberto, que reconoce que lo importante es que la costumbre permanece con el tiempo.

Efectos nocivos
No es lo único que ha mermado. Las truchas, uno de los atractivos y reclamos de la localidad para los aficionados a la pesca, también. «Los vertidos de la factoría de Explosivos Riotinto de Guardo fueron nocivos y acabaron con muchos ejemplares. Debilitaron el ecosistema oportuno y adecuado para estos peces», espetan los vecinos aún con cierto recelo, con miedo a que un día futuro la zona recreativa que todos conocen como ‘Los merenderos’ se quede en eso, en merenderos , sin más cabida para la pesca y otros atractivos medioambientales.

Las dudas también les invaden acerca del porvenir de otro elemento típico del municipio: las colmenas. Aseguran que cada vez hay menos y que llegará un día en el que no podrán obsequiar a los suyos con esa miel de brezo tan apreciada por los paladares.

« No sé por qué extraña razón, pero cada vez hay menos colmenares y menos abejas», asegura Luis, que aún mantiene sus colmenares. «Después de toda la vida con ellos, ahora me han detectado alergia a las abejas y avispas y ya no pudo acudir a las colmenas. Se encarga de su cuidado Santiago Vega, con quien después elaboramos la miel en un proceso muy artesanal y laborioso, que es lo que da la calidad al producto final», manifiesta el apicultor.

Los dos se preguntan ahora si después de sus comentarios no habrán sido demasiado pesimistas. Por si acaso, recomiendan al que no conozca Pino del Río que se conecte a Internet y busque en Google para acercarse después al pueblo, a conocer a sus gentes, a visitar el obelisco que Eutimio Montero levantó a la entrada del pueblo en honor a su esposa,
a encontrar el reloj de sol que se esconde en esta escultura, y
a bajar por la cárcava para beber agua de manantial, del Caño.

Amigos para siempre

La parroquia de San Antonio de Padua de Oviedo organiza un campamento en Pino desde 1976

Texto y fotografías de Eduardo Plaza

La mayoría de pueblos son totalmente diferentes en invierno y en verano, fundamentalmente por el aumento de población en la época estival. Los hombres y mujeres que un día tuvieron que dejar sus raíces vuelven a las que fueron sus casas, en muchos casos acompañados por las familias que han creado. Estas circunstancias también se dan en Pino del Río, pero con otra realidad específica añadida desde hace más de un cuarto de siglo. Los meses de julio y agosto, Pino tiene decenas de caras nuevas. Son los niños y jóvenes de la parroquia de San Antonio de Padua de Oviedo, que desde 1976 pasan 15 días en el Campamento Juan XXIII que organizan en el municipio.

Todo se remonta a dos años antes, 1974, cuando Chuso, el cura de la parroquia ovetense, dejó caer la posibilidad de hacer un campamento en tierras castellanas, buscando el calor seco que allí no tenían. Un joven seminarista entonces, Bernardo Tejedor, perteneciente a los Oblatos de María Inmaculada, ofreció unas casas que su familia tenía en el pueblo palentino de Villosilla de la Vega. Allí se realizaron los dos primeros campamentos.

Un día de aquella primera estancia en tierras palentinas, los acampados realizaron una marcha y llegaron hasta un lugar junto al río Carrión que les encantó. El segundo año repitieron la marcha y la parada en el mismo sitio, donde había un tendejón de madera para el ganado, pero ya abandonado. Ahí es cuando la parroquia decide comprar la finca y adecuarla para realizar allí los campamentos venideros.

Francisco Alonso Arias, actual administrador del Seminario de Oviedo, pasó muchos veranos en Pino del Río. Primero como niño, después como monitor y finalmente como jefe de campamento. «Mis recuerdos son extraordinarios. Nunca nos faltó de nada y la relación con la gente del pueblo siempre fue muy buena», asegura. Nunca olvidará su paso por este pueblo palentino porque aquí, además, conoció a la que hoy es su mujer. Con ella tiene un niño de 5 años, que «en cuanto pueda irá a Pino». Como esta bonita historia, hay otras más.

Los mismos elogios provenientes de tierras asturianas son enviados desde Palencia. «La relación con ellos es formidable», subraya el alcalde de Pino del Río, José Miguel Martín Novoa, quien espera que llegue el verano para recibir un año más junto a sus vecinos a sus amigos, ya para siempre, del Principado.

Inversiones

Por otro lado, Pino del Río cuenta desde febrero del 2007 con un magnífico consultorio médico nuevo. Este año, el Ayuntamiento tiene previsto renovar el alumbrado público, así como la restauración de la calle Carretera, que demandaba un camino peatonal para comunicar el núcleo urbano con el área recreativa de la localidad. Ambas actuaciones han sido concedidas dentro del Programa de Planes Provinciales de la Diputación. También es destacable que Celadilla del Río, bonito pueblo perteneciente a Pino, verá mejoradas varias calles.

Pesca, pinos y paisaje

Pino del Río y su pedanía son conocidos por sus afamados cotos en una cuenca de seis kilómetros

GONZALO ALCALDE CRESPO

Muchas menos coníferas de las que hay ahora debió de haber hace diez siglos por los campos de Pino cuando llegaron allí sus primeros repobladores, pues mucho les tuvo que llamar la atención la única que allí existía para que fuese utilizada como referencia del lugar. Hay quien piensa que el nombre es más antiguo y que no guarda relación con esta especie vegetal, pues ya por allí se sabe que antes anduvieron romanos y visigodos.

Venga o no el nombre del lugar de este conocido árbol maderable, Pino del Río y su pedanía de Celadilla del Río son sobre todo conocidos por sus afamados cotos de pesca sin muerte de salmónidos (P-6). Una longitud de cuenca de más de seis kilómetros de recorrido y una anchura media de cauce de cerca de veinte metros, los convierten en una de las zonas de pesca deportiva más solicitadas de Castilla y León.

Dicen los que entienden de estas artes de tirar la caña que el coto de pesca de Pino se caracteriza por tener unas tablas de agua poco profundas, pobladas de vegetación acuática, que a su vez se alternan con corrientes y pozas. A ello se une una buena calidad de las aguas y la vivacidad de sus truchas, por lo que se le considera uno de los lugares de la provincia más aptos para practicar este húmedo deporte.

Pero sepamos que Pino del Río también fue conocido por sus afamadas encajeras de bolillos con hilatura de lana, cuyas labores se vendían por toda la comarca, llegando incluso hasta la provincia de León y Asturias.

De aquellos antiguos trajines ya nada queda, pero la que sí sigue allí es su antigua iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, construida totalmente en mampostería con torre de piedra y distribuida interiormente en tres naves que se cubren con bóvedas de arista y de lunetos, así como con una cúpula rebajada sobre el crucero. Visitando el templo parroquial por dentro, veremos varios retablos barrocos, entre los que destaca el mayor repintado, en el que se entroniza entre otra imaginería a San Roque, San Martín y Santa Águeda, todos ellos de buena factura.

Área recreativa

Si dándonos un paseo descendemos desde el pueblo a la vega del Carrión, a medio camino entre su casco urbano y el cauce de este río, nos encontraremos dentro de un espacio que se ha acondicionado como área recreativa, conocida por los vecinos como Los Merenderos.

Sombreado en verano por chopos, álamos y otros árboles, ofrece una serie de instalaciones integradas en el entorno, donde puede verse un parque infantil, pista polideportiva, piscina y canal de baño alimentados con agua del río, mesas, parrillas, y otras infraestructuras como servicios y fuentes. El merendero, hasta hace poco estaba cubierto, pero los recientes vendavales lo pusieron patas arriba, por lo que ahora se encuentra en reparación.

Antes de marcharnos de Pino, alguna cosa más podremos ver por allí, como por ejemplo su monumental obelisco de más de cuarenta metros de altura, con el que un vecino emigrante del pueblo quiso recordar la memoria de su fallecida esposa, a la que esculturó a sus pies, mientras en posición hierática mira a la amplitud del mediodía de la vega.

Para salir de Pino, y si no vamos a visitar la pedanía de Celadilla y a su sencilla pero bella iglesia de El Salvador, el mejor camino será ascender hasta el páramo al encuentro con la carretera de Guardo-Saldaña, donde ya en un lugar desolado nos encontraremos con la ermita de la Virgen del Nido, que celebra todos años romería con procesión, a la que acuden de los diferentes pueblos y aldeas del entorno.