Polentinos

Amarrado a la ladera de la montaña

Polentinos continúa manteniendo viva con el paso de los años su identidad de aldea norteña

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Hay que girar. Dejar a un lado la carretera que sube a La Pernía. Cruzar un puente largo y estrecho, al que le han asfaltado y sustituido los laterales de ladrillo por vallas que permiten el vértigo de una imagen en contrapicado sobre el pantano de Requejada. Comienza el viaje a Polentinos.Asciende el camino, y las hojas de los robles te salen al encuentro. Se abren justo delante para dejar el hueco preciso que sirve de guía. De pronto, entre un claro de la vegetación se deja ver, para esconderse de nuevo.
Cada vez que vuelves es lo mismo. Esa sensación de que el pueblo se encuentra amarrado milagrosamente a la ladera de la montaña. Y en efecto así es, ya que sus casas se encuentran distribuidas en una especie de terrazas naturales, y aprovechan la pared del monte para sujetar una de sus paredes y protegerse a la vez del viento.
Prácticamente todas las construcciones son de piedra, lo que le proporciona al conjunto una inconfundible y entrañable imagen de aldea norteña.
Muchas de esas piedras salieron en su tiempo de una cantera cercana, hoy cerrada, en la que se autoabastecían los vecinos de la localidad.
En la parte más baja del pueblo se esconde la belleza de su iglesia parroquial, dedicada a Nuestra Señora de las Nieves, apropiado nombre para este lugar, donde los inviernos son especialmente duros.

Dos barrios más

En realidad esa iglesia se encontraba en el medio de Polentinos, ya que según cuentan hubo antaño otros dos barrios, todavía más abajo, de los que apenas queda rastro.
Con la minería ya olvidada, vinculada a los pozos de San Salvado de Cantamuda, la actividad productiva se centra hoy exclusivamente en la ganadería de vacuno para carne. Ellas, las vacas, son aquí elementos vivientes del paisaje natural y el entorno urbano. Habitantes que incluso se paran a saludar.
Una casa rural cubre en parte las necesidades de alojamiento turístico en esta zona, donde la tranquilidad posee aquí uno de sus más preciados manantiales, y bien pareciera que nunca se fuese a acabar.
No es lugar de paso. Es Polentinos un rincón para llegar. Algo a trasmano queda. Pero ese ha sido su secreto durante años. Lo que ha preservado su identidad. Lo que le hacen ser especial. Ahí, amarrado a la ladera de la montaña, en medio de la inmensidad de las hojas del roble.

Un pacto con la nieve

Polentinos aprovecha los rigores del invierno para que sus vecinos se dediquen a la artesanía típica

Soraya de las Sías

La patrona de Polentinos es Nuestra Señora de las Nieves, a la que los vecinos honran el tercer fin de semana de agosto con numerosas muestras de cariño, fervor y devoción. Mas un día lejano, ella se comprometió a devolver uno a uno todos los gestos de apego en forma de copos de nieve, de pinceladas blancas que dejan una estampa espectacular, con cumbres inmaculadas que tras los excesos de los carnavales se quedan desnudas al trasluz de la cortina verde de abril y del tacto y el aroma de la alfombra de flores de mayo.

Imágenes que los turistas que llegan a la casa rural de la localidad por primavera aseguran llevar tiempo esperando, con el anhelo de abrir los ojos, de sentir y desconectar en una aldea de montaña que mantiene intacta su esencia y su belleza natural a pesar del paso del tiempo.

Pero al margen del paisaje de las montañas, de los prados alpinos con el ganado vacuno y de los manantiales, hay otro atractivo con el que disfrutar y sentir: sus vecinos. La perfecta y estrecha relación que mantienen se evidencia en cada actividad diaria, en cada momento en el que se inflan de orgullo para hablar de su pueblo y de las maravillas que ofrece al forastero que viene de la capital en busca de algo diferente, de esa conversación con el lugareño que le devuelve la magia de detener el engranaje del reloj y del tiempo. De esas charlas con Mariano Sordo Izquierdo, que a sus 90 años sigue fabricando de manera artesanal las tradicionales albarcas o almadreñas que se utilizan en la comarca cuando los rigores del invierno llenan de barro las calles empinadas. De los relatos de Antonio Ibáñez Ruesga acerca de sus viajes desde Logroño hasta este rincón de la montaña para disfrutar del monte, de los abedules, hayas, robles y brezos y de la exposición de más de 300 bastones y miniaturas de madera que hablan de las costumbres de antaño, al igual que las arcas o baúles de madera que durante décadas lleva tallando Eusebio Sordo.

De la trayectoria de Vicente Merino Merino, quien después de muchos años trabajando como secretario en los Ayuntamientos de Polentinos, Triollo y Dehesa de Montejo, se ha jubilado y ha apartado sus ratos libres para fabricar miniaturas, como bicicletas, viejos aperos de labranza, cuadros, lámparas, revisteros o un viejo carro arrastrado por un par de bueyes. «Son trabajos que llevan mucho tiempo y dedicación y que luego suelo exponer en las fiestas de la localidad y vender en ferias, como la de artesanía de Cervera, la de la Virgen del Pilar de Alar, o la del Cristo, en Guardo», señala el artesano, que además recuerda que también ofrece talleres de cestería y otras manualidades a las amas de casa de Cervera.

Diálogos y conversaciones que atrapan la atención de los de fuera, entusiasmados por los trabajos artesanos y la habilidad con las gubias que tienen las manos cansadas y arrugadas de sus creadores. Charlas que a los de casa les siguen llenando de orgullo y recordando que el pacto que un día firmaron con la reina de las nieves sigue presente para dedicar los rigores del invierno a sellar en la madera el recuerdo de las costumbres y tradiciones de antaño.

Las nuevas casas que se construyen siguen la estética de la Montaña   Vicente Merino muestra algunos de sus trabajos artesanales. /S.S. S.S. / PALENCIA   Todos sus elementos tienen un nexo, que no es otro que pertenecer a una aldea de montaña que mantiene intactas sus señas de identidad. El Ayuntamiento ha llevado a cabo gracias a las ayudas y subvenciones de la Diputación Provincial y de la Junta varias obras de mejora, como la reforma de la Casa del Pastor, la ampliación del alumbrado público, el acondicionamiento del teleclub en la planta baja del Ayuntamiento o la rehabilitación de la Iglesia. Todo ello sin trastocar ni modificar la imagen que preside la localidad de la Montaña. Asimismo, muchos particulares han comprado terrenos y viejos solares en los que han edificado nuevas casas, pero con la vieja estética dominada por la piedra y la madera. Incluso personajes de reconocido prestigio, oncólogos, abogados o periodistas famosos, han elegido Polentinos para fijar su residencia en vacaciones, buscando en la quietud del valle la tranquilidad que confiere el anonimato.

Manos artesanas

Varios vecinos de Polentinos se dedican a tallar en madera adornos, bastones o albarcas

Soraya de las Sías.

Gira la llave y abre la puerta. Da unos pasos y se quita las gafas. Sigiloso se detiene, aumentando la expectación del curioso, ante cuyos ojos se muestra un peculiar museo con infinitas obras de artesanía. Cuadros, espejos, ceniceros e incluso diminutos palilleros elaborados con la cornamenta de ciervos o de venados. Bastones de madera, setas de árbol barnizadas, almadreñas o yedras transformadas en sugerentes adornos y centros florales.

La muestra etnográfica es fruto de la imaginación y de la maña que destilan las manos cansadas de Paulino Rueda Lores, un ganadero jubilado de Polentinos que ahora aprovecha sus ratos libres para conjugar sus dos grandes pasiones: la caza y la artesanía.

Los achaques de la edad le han robado el privilegio de las jornadas cinegéticas, pero presume de haber sido un buen cazador y de guardar trofeos que premian su destreza en el monte. Las colas de raposo que cuelgan del techo del museo o la cabeza del jabalí anclada en un cuadro de madera lo atestiguan.
Con el buen tiempo, sale a pasear por las montañas en busca de todos aquellos materiales con los que después inventará figuras, cuando el frío del invierno apriete y encoja las ganas de separarse del brasero. «Cada año los venados renuevan su cornamenta. Los cuernos viejos que caen son los que recojo para después trabajar con el taladro», señala Paulino, que especifica que otros son de ciervos que aparecen muertos.

« El invierno es muy duro para ellos. Se quedan atollados en la nieve y no son capaces de salir. Llegan a morir atacados por un zorro», explica Rueda Lores.
Con las cornamentas ha diseñado numerosos cuadros, demandados como elementos decorativos para merenderos o establecimientos hosteleros. «Hasta 30.000 de las viejas pesetas llegaron a pagar», apunta Paulino, que reconoce que los cuadros casi carecen de reclamo en la actualidad, «a no ser que el comprador sea un adepto a la caza o un ciudadano de la capital que acude en busca de un símbolo o de un recuerdo de las zonas de montaña», matiza Paulino, que gira la puerta de nuevo. Cautivados los sentidos, la visita ha concluido.
Queda, sin embargo, mucho más por ver en Polentinos. La siguiente parada es el taller de Mariano Sordo Fuente, que a sus 90 años se perfila como el maestro artesano de la localidad. Las cámaras de televisión ya le han grabado en alguna ocasión labrando y desbastando con las azuelas las tradicionales albarcas de madera de abedul. Las hay de todos los tamaños y formas, algunas incluso con doble cabezal. «Estas no son para andar, claro. Son para colocar flores secas. Algo nuevo había que inventar para estas cosas que ya no se utilizan», matiza Mariano, que explica que ha vendido muchas albarcas, «siempre baratas», a los bailarines de los grupos de danzas y a los habitantes de la comarca.

Sentado en el banco de madera, tallando con pulso firme y decidido, se despide hasta otra ocasión. Sabe que habrá otra visita que se interese por sus tallas de madera y por las de otros artistas de Polentinos, como Antonio Ibáñez, Eusebio Sordo, Vicente Merino o Florentino Llorente.

Recursos aprovechables

Polentinos tiene en la caza, la pesca o la micología una fuente de productos naturales para su futuro

Eduardo Plaza

Es fácil seguir la carretera hacia San Salvador de Cantamuda y pasarnos el desvío que lleva a Polentinos, sobre todo si es la primera vez que nos acercamos a esta localidad norteña que parece querer esconderse tras el embalse de Requejada. Por eso, según llegamos desde Cervera por la carretera autonómica 627, hay que estar atentos al giro a la izquierda para cruzar el pantano por un estrecho puente que nos acercará a este pequeño pueblo. Nos recibe, en la parte baja, la iglesia levantada en honor de Nuestra Señora de las Nieves. Y si seguimos subiendo la calle principal dejaremos a un lado una casa rural y divisaremos las banderas que nos alertarán de la presencia del edificio consistorial. Allí, en su planta superior, se ubica el teleclub, en el que el único sonido que sobresalta la tranquilidad reinante de esta mañana dominical es el Gran Premio de motociclismo en la televisión. La gente de Polentinos vive en su mayoría de la ganadería de vacuno para carne. Sin embargo, desde el Ayuntamiento se echa en falta un mayor aprovechamiento de sus recursos naturales, como la caza, la pesca o la micología.
El alcalde, Enrique Llorente, considera que «a través de subvenciones se podrían crear puestos de trabajo» y recuerda que este tema ya se abordó en varias reuniones de la 'Agenda 21', pero «de momento el tema está parado». Para Llorente, una de las mayores posibilidades de futuro estaría en la micología, que cuenta con muchos aficionados en la zona, ya que «hay muchas clases de setas y muy buenas». Todo ello, junto al bello paraje natural colindante incentiva la llegada de visitantes que suelen ocupar las tres casas rurales. Por otra parte, algo que pretende hacer el Consistorio es la colocación de placas solares con el fin de autoabastecer el alumbrado público del municipio. Los habitantes de este pueblo disponen de la mayoría de servicios. El médico pasa una vez a la semana y tienen abastecimiento de los principales productos alimenticios. Incluso una cuña para que cualquiera la use en caso de nevada. Porque, eso sí, no hay que olvidar dónde está Polentinos.

Por lo pindio

Para visitar Polentinos hay que ascender una de las carreteras más empinadas de la Montaña Palentina

GONZALO ALCALDE CRESPO | POLENTINOS

Que sepa el viajero que para visitar Polentinos tendrá que ascender por una de las carreteras más pindias (empinadas) de las que recorren la Montaña Palentina. Pues esta apartada villa montañesa es una de las que se localizan a mayor altitud de la provincia de Palencia, por lo que también dicen los del pueblo que es la que mejores vistas tiene. Y cierto es, pues desde Polentinos y por sus alrededores se puede disfrutar de algunos de los más atractivos paisajísticos de esta parte de la Montaña Palentina.

Ya antes de llegar a la villa, la carretera nos permitirá dominar a vista de pájaro el valle de la Requejada, hoy inundado por el embalse del mismo nombre, donde a la vista del caudal que este año almacena, claro queda que Palencia este año no va a pasar sed de agua.

El verdor de la primavera ya tapiza las praderías y hasta las copas de los bosquetes de hayas. Tan sólo permanecen reticentes a echar la hoja los robles, pues dejarán de ser árboles viejos que no se fían y llevan a rajatabla aquello de «hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo».

Yo, como no soy todavía tan viejo, sí que me quito el sayo, y aprovechando la buena temperatura que hace en el pueblo me voy a dar una vuelta para poderles contar que tuvo dos barrios. Uno alto, que es el actual pueblo de Polentinos. Y otro bajo, del que apenas quedan restos, si exceptuamos la iglesia parroquial, que creo que es la única de la provincia que está por debajo del pueblo, casi en un acto de humildad.

Este templo parroquial está dedicado a Nuestra Señora de las Nieves, siendo un soberbio edificio gótico fechado en el siglo XVI, que seguramente reemplazó a otro más antiguo románico que allí existía, pues ya en el siglo XII el lugar de Polentinos pasó a ser señorío eclesiástico de los obispos de Palencia, al concedérselo el rey Alfonso VII.
La planta de la iglesia se distribuye en tres naves, que están cubiertas con bóvedas de crucería estrellada. Varios retablos barrocos y neoclásicos conforman su patrimonio, en los que descollan algunos buenos ejemplos de imaginería y mejores bajorrelieves procedentes de un antiguo retablo del siglo XVI. La pila bautismal es de última época románica, teniendo decoraciones de bolas, nidos de abejas, así como algunos animales fantásticos. La cruz parroquial, también es un buen ejemplo de la orfebrería palentina del siglo XVI.

En el pueblo hay varios alojamientos rurales, y desde él se pueden iniciar algunos de los más atractivos y cómodos recorridos hacia los valles de Pineda, Curavacas y al Alto del Cueto de Polentinos. Y esto no se lo cuento porque sí, sino porque este 'trotapueblos' ha campeado por allí, y si no, que lo pregunten a los hermanos Martín Cuevas (Marcelino y Santiago), vecinos de Polentinos, que hace unos años me sacaron con mi coche de un nevero, donde nos habíamos quedado entornados.

Con ellos, con otros vecinos y con el alcalde de Polentinos, Enrique Llorente, me veo en el teleclub. Allí, Enrique me cuenta que la corporación tiene algunos proyectos para este año, como poner la calefacción al local que nos acoge, reparar una nave de servicios municipales y preparar un merendero, que esperan tenerlo acondicionado para el mes de julio. Porque en esa fecha piensan organizar una jornada de convivencia con un grupo de mujeres solteras que visitarán la villa, en un viaje organizado por Asocamu, una asociación de Madrid que organiza fiestas de solteras y solteros en pueblos del medio rural donde residen grupos de hombres, como es el caso de este pueblo de la Montaña Palentina, donde ya casi llegan a la docena.