Ortigosa de Pestaño

Sin tren de vida

La supresión del ferrocarril condicionó el desarrollo de Ortigosa de Pestaño y supuso un considerable descenso de población, que ahora palia la llegada de inmigrantes

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

La vieja estación de Renfe en el barrio de arriba es el testigo mudo del glorioso pasado de Ortigosa del Pestaño, que poco a poco va desapareciendo. La supresión hace más de una década de la línea férrea que atravesaba el término supuso el declive del pueblo que ahora gracias a la llegada de población extrajera se mantiene por encima del centenar de habitantes. «Ortigosa era el segundo pueblo de la provincia de Segovia con la renta per cápita más alta, ahora ya no. Tenía una vida muy buena. Por allí siempre se ha vivido muy desahogadamente», recuerda el alcalde, Luis Álvarez Tejero.
Almacenes de cereales, una fábrica de harinas y hasta una de hielo, junto a la potente industria que realizaba fardos de paja para llevarlos al norte de España como alimento para los animales que trabajaban en las minas, permitían que la localidad fuese una de las más activas.

Y es que Ortigosa del Pestaño era un pueblo tan trabajador que incluso sus gentes decidieron trasladar al fiesta de San Cristóbal del 10 al 25 de julio, festividad de Santiago, «para quitar un día de fiesta y tener un día más de trabajo. Porque como Santiago era fiesta nacional, se ahorraban una». Ahora, junto a Santa Bárbara (el 4 de diciembre) se sigue honrando a San Cristóbal coincidiendo con el fin de semana más próximo a Santiago.

Con la desaparición del tren también se fue buena parte de la población – «la gente emigró porque había muchos de paso y es una pena porque en verano tampoco aumenta mucho la población»– y las industrias desaparecieron, aunque todavía perviven algunas como un silo o almacenes de piensos, cereales o materiales de construcción, que, junto con la agricultura y ganadería, sirven de sustento para sus vecinos. Aunque ya nada es lo que era. «Todos los días venían más de cien personas de otros pueblos en bicicleta para trabajar en las fábricas de Ortigosa», advierte el alcalde, convencido de que de nuevo ha de ser la actividad industrial la que devuelva la vida a su pueblo. «Ahora ya se ha ido todo al carajo y a mí me da mucha pena. Habría que dar facilidades a la gente para que pusieran industrias porque ahora mismo esto está muerto, no tenemos ni bar ni teleclub», lamenta Luis Álvarez.

En desuso

Ni siquiera las infraestructuras que se crearon con el ferrocarril ahora tienen utilidad. Por eso, una de las iniciativas municipales es poder recuperar la estación para darle un uso que pasa por un centro cultural, una residencia de ancianos, local para una industria o viviendas. «Se pueden hacer muchas cosas –apunta el alcalde–, depende de la oferta que tengamos. Lo que nos hace falta son iniciativas, que la gente quiera hacer cosas porque nosotros les vamos a dar toda clase de facilidades». Además, Luis Álvarez lamenta que hayan desmontado la vía del tren porque «se podría haber hecho algún recorrido turístico para bicicletas o a pie por varios pueblos de Segovia, pasando por Ortigosa del Pestaño, pero la han quitado y es una pena».

La única dotación de Renfe que sigue usándose son sus casas, junto a la estación, donde están asentados buena parte de los extranjeros que en los últimos años han llegado a Ortigosa del Pestaño y que suponen la mitad de los 140 habitantes que tiene el pueblo.
Ahora ese barrio, el de arriba, el que surgió al albur del ferrocarril se mantiene incluso más activo que el pueblo de siempre. Allí se instalaron las fábricas y los almacenes por su proximidad al tren y allí continúan las industrias que siguen funcionando. Sin embargo, en los últimos años las calles del pueblo han recuperado la actividad gracias a la gente de fuera que llega en busca de una casa de pueblo tranquila.

Vía verde de esperanza

Ortigosa del Pestaño añora la intensa actividad generada por el desaparecido ferrocarril y confía en que el proyecto de Vía Verde atraiga de nuevo gente al pueblo

Isabel Jimeno.

Nada ha vuelto a ser igual desde que aquel 25 de septiembre de 1993, sobre las dos de la tarde, el último tren partió de la estación de Ortigosa del Pestaño. Con el sonido de la máquina también se disipó buena parte de vida de este pequeño pueblo, que aún dispone de varias industrias. Almacenes de abonos, de paja, de piensos o de materiales de construcción mantienen la actividad en el municipio, aunque poco tienen que ver con la intensidad laboral que hasta hace unas décadas dominaba la vida del lugar.

Hasta ciento cincuenta personas acudían a diario al pueblo para trabajar en su potente industria de almacenaje y selección de grano para buena parte de la provincia, elaboración de fardos de paja, fábrica de harina y hasta de hielo, que tenían en la línea férrea Segovia-Medina del Campo uno de los motores de sustento. «De aquí salían diariamente ocho o diez vagones de paja», recuerda Luis Álvarez Tejero, alcalde de Ortigosa del Pestaño, que añora aquellos tiempos en los que al municipio también llegaban grandes cubas de vino que, en otras más pequeñas, eran trasladadas al almacén para su posterior distribución.

Con el desmantelamiento total de la línea en agosto del 2002 las posibilidades de recuperar esa actividad laboral desaparecieron por completo, aunque ahora se abre otra ventana para utilizar el trazado y atraer de nuevo gente. Pendientes de la puesta en marcha de la Vía Verde Valle del Eresma para desarrollar y recuperar con fines turísticos y de comunicación el antiguo curso de las vías, ahora en el municipio esperan que el proyecto atraiga hasta la localidad nuevas actividades.

Deteriorado edificio

Y con este proyecto también se abren nuevas opciones para recuperar la gran estación de ferrocarril. Desde el Ayuntamiento ya han mantenido alguna conversación con Renfe, pero la condición de abonar una renta por las instalaciones hace prácticamente imposible que el pequeño Consistorio pueda asumir su cesión y aún menos la costosa reconstrucción de la deteriorada instalación, que lleva más de diez años sin actividad.

Convertir el edificio en un lugar para la creación artística o centro de estudios son algunas de las opciones, aunque con el nacimiento del proyecto Vía Verde Valle del Eresma, los usos turísticos toman ventaja para convertir la vieja estación en restaurante y alojamiento para visitantes.

Donde sí sigue habiendo vida es en las casas de Renfe, ubicadas junto a la estación, en el barrio de arriba. Catorce viviendas que han atraído hasta Ortigosa del Pestaño a numerosos inmigrantes, que trabajan tanto fuera como en el municipio, cuya mitad de los ciento treinta habitantes son foráneos, lo que permite mantener el censo de población.

Menos fiesta, más trabajo

Ortigosa del Pestaño cambió del 10 al 25 de julio la fiesta para ganar una jornda laboral

Isabel Jimeno.

La actividad era intensa en Ortigosa de Pestaño. La ubicación en el pueblo de una estación de la línea de ferrocarril Segovia-Medina del Campo despertó la vida en la localidad, que incluso vio nacer un nuevo barrio en torno a la parada del tren. Junto a un medio de comunicación que supuso una verdadera revolución, la industria no tardó en despertar en el pueblo, que vio nacer y progresar un buen número de iniciativas empresariales.

A la tradicional agricultura y ganadería que aún hoy perviven y la industria de fabricación de paños surgida al abrigo de la cercana de Santa María la Real de Nieva, se unieron otras vinculadas, sobre todo, al sector agrario, aunque también otras tan curiosas como una fábrica de hielo.

Pero las más importantes eran las relacionadas con el campo. Almacenes de cereales, de paja, de abonos y de piensos formaron parte del día a día de Ortigosa de Pestaño durante buena parte del siglo XX, hasta que la línea dejó de funcionar definitivamente en 1993.

En campaña
Tanto era el trabajo que las gentes de Ortigosa de Pestaño no estaban dispuestas a perder una jornada laboral y decidieron cambiar las fiestas de fecha. San Cristóbal, patrón también de la iglesia, fue durante tiempo una fecha señalada. Pero el 10 de julio, en plena campaña de recolección de cereales, una de las más intensas en este pueblo de la campiña segoviana, dejó de ser festivo hace ya tiempo, aunque no olvidan a su patrón.

De hecho, San Cristóbal sigue celebrándose, aunque en una fecha distinta: el 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol. Y es que por entonces fiesta nacional, los vecinos de Ortigosa de Pestaño eligieron ese día para sus fiestas grandes de modo que no perdían una jornada laboral. Hoy en día la mecanización del campo y la supresión del servicio ferroviario que tanta actividad deparaba en el pueblo aligeran los trabajos, pero la fiesta continúa celebrándose a finales de julio el fin de semana más próximo a Santiago.
No sólo de fecha ha cambiado la fiesta grande de Ortigosa de Pestaño. También de lugar varió la celebración. Y es que si antes se celebraba en el bello entorno del prado, ahora no lo hace. La necesidad de contar con mayor potencia eléctrica para que la música de las orquestas suene adecuadamente motivó la variación de lugar de las celebraciones en las que la localidad recupera la alegría y la gente en sus calles.

Grandes proyectos

Fuentepelayo trabaja en potenciar las ferias temáticas y en la construcción de un polígono industrial

Isabel Jimeno.

La vieja estación de ferrocarril. El auténtico corazón y centro de vida cuando funcionaba y uno de los focos principales de atención ahora que el tren ya no pasa por ella. La actividad feroviaria cesó hace años, en 1993, y ahora en Ortigosa de Pestaño se tienen que conformar con ver cómo a pocos metros de aquella vieja infraestructura, cerca de las casas, desde diciembre pasan, pero no paran, nuevos trenes, los de alta velocidad de la línea Madrid-Segovia-Valladolid.

La actividad ferroviaria que tantos negocios generó a su alrededor es sólo un recuerdo difícil de borrar de la memoria de los mayores, pero ahora confían que el nuevo proyecto de Vías Verdes por la antigua línea Segovia-Medina del Campo vuelva a traer nuevos aires a Ortigosa de Pestaño. Saben que no será como antes, cuando numerosos negocios funcionaban alrededor de la estación, pero esperan que pronto se deje notar, conscientes de que «milagros no va a haber», apunta la alcaldesa, Milagros Alonso.

También en torno a la estación gira otra de las metas del Ayuntamiento, que trata de lograr los acuerdos y financiación necesarios para rehabilitar el viejo edificio, recuperarlo de su abandono y continuo deterioro por el desuso. Destinarlo a local social es una de las ideas, pues en Ortigosa de Pestaño ya no hay bares. Estaban en el entorno de la estación, en el barrio de arriba, pero cuando el tren dejó de pasar, poco a poco, como la mayoría de los negocios, fueron cerrado y los vecinos van a la vecina Santa María la Real de Nieva a tomar algo o echar la partida.

Hasta que se haga realidad ese ambicioso proyecto y se definan los objetivos concretos, otra de las ideas de carácter social que baraja la alcaldesa es habilitar una sala con biblioteca y ordenadores con conexión a Internet en el salón del remodelado Ayuntamiento.

Además, para los niños, este año comenzarán a ofrecer talleres y juegos alguna tarde a la semana. Y es que, aunque pocos, hay menores en Ortigosa de Pestaño, pues el censo crece. De hecho, en las últimas elecciones municipales dejó de ser Concejo Abierto para convertirse en Ayuntamiento con cinco concejales, al pasar de unos ochenta a cerca de 120 habitantes.

Buena parte de los nuevos vecinos son inmigrantes, que en este pueblo encuentran ciertas facilidades de acceso a vivienda, ya que junto a la vieja estación se encuentran catorce viviendas de los antiguos trabajadores de Renfe que ahora se alquilan. Eso sí, deben estar empadronados en el pueblo, lo que permite que el censo haya crecido sustancialmente en los últimos años.

A la vez, la imagen del pueblo va mejorando. A través de los Planes Provinciales de la Diputación, este año se asfaltarán las calles que todavía continúan de arena y, una vez que un parque adorna la plaza, el Ayuntamiento quiere recuperar otra zona emblemática del pueblo: la balsa. En cuanto llueve, la balsa se llena de agua y el objetivo es poner más árboles y juegos infantiles que mejoren la imagen de Ortigosa de Pestaño, donde confían en que el proyecto de Vías Verdes permita despegar el incipiente sector turístico.

Del grabado rupestre a la línea de ferrocarril

En Ortigosa del Pestaño se localiza una estación de arte al aire libre con grabados del Paleolítico

ELENA RUBIO ARAGONESES

La historia de Ortigosa del Pestaño es larga ya que hace miles de años pasó por estos parajes el hombre del Paleolítico Superior quien dejó sus huellas en forma de grabados rupestres. Un yacimiento al que se accede siguiendo la pista que conduce al cementerio, en el paraje conocido como La Lámpara o El Pato y que se extiende por una superficie que alcanza los 850 metros lineales y se distribuye en tres conjuntos.

En la primera de las rocas se encuentran grabados paleolíticos y postpaleolíticos superpuestos. A los expertos les está siendo difícil interpretarlos por la cantidad de trazos entremezclados. No obstante, los arqueólogos han logrado identificar lo que podría ser un caballo con crinera y orejas. En cuanto a los grabados postpaleolíticos, se pueden contemplar figuras antropomorfas con arcos y un cuadrúpedo, una de las pocas figuras piqueteadas no rellenas que existen en este macizo. Parece una cierva, un ave y un animal fantástico.

Ciervos, lobos o personas montando algún animal también se pueden contemplar en el segundo panel del yacimiento, mientras que en la tercera roca se localizan petroglifos paleolíticos. Sin embargo, aquí los grabados se encuentran más estropeados, con más desconchones y con líquenes sobre muchas de las pinturas. Estos grabados demuestran que los terrenos de este término municipal hace miles de años ya eran prósperos, riqueza que los diferentes asentamientos han sabido aprovechar a lo largo de la historia.

En el siglo XIX, en el pueblo se producía trigo, cebada, centeno, algarrobas, algo de vino y garbanzos. También había ganado lanar y vacuno, se criaba algo de caza y el pinar surtía de leña el pueblo. Cerca de la alameda se localizaba, aún se encuentra, una charca que en ocasiones servía de abrevadero para el ganado de la localidad, además de que se hilaba lana para las fábricas de Santa María la Real de Nieva.

Ese fue el germen de lo que llegó a ser la localidad en los años cincuenta, cuando el pueblo contaba con una fábrica de harinas, un molino, un aserrío de madera, panaderías y una central eléctrica. También había numerosos almacenes y comercios, todos ellos nacidos al calor de la línea de ferrocarril que se construyó a finales del siglo XIX y que estuvo en funcionamiento hasta la década de los noventa del siglo XX.

En el recuerdo de sus habitantes queda la potente industria de almacenaje y selección de grano que servía a buena parte de la provincia en la década de los cincuenta, hasta el punto que los vecinos del pueblo decidieron pasar la fiesta de San Cristóbal al día de Santiago, es decir, del 10 al 25 de julio, en aquel entonces fiesta nacional, para ahorrarse un día y poder trabajar más. De todo aquello hoy no queda nada ya que muchos de los que llegaron con la prosperidad económica que venía por las vías se fueron una vez que partió el último tren. Un tren que salió de la estación situada en la Avenida de la Estación número 23. En este edificio se puede contemplar la arquitectura peculiar y característica de este tipo de edificaciones. Está realizada en su totalidad en ladrillo y destaca por el efecto y colorido que muestra.