Remondo

Rezos y jotas

Los vecinos de Remondo recorren más de seis kilómetros en la ‘ Procesión muda’, uno de los actos de las fiestas de San Antonio

Isabel Jimeno.

Plaza de Remondo, con el Ayuntamiento y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción../ Isabel Jimeno

En unos días los hombres de Remondo se volverán a unir para cumplir con una ancestral tradición. El 3 de mayo, con motivo de la fiesta de La Cruz, la cofradía del mismo nombre cumple con el ritual heredado de sus antepasados, que más allá de las obligadas celebraciones litúrgicas, también incluye otras actividades. La elaboración y subasta de las rosquillas de palo son algunos de los actos imprescindibles. Unos dulces que cada año, el mayordomo, quien también organiza la fiesta, se encarga de realizar para luego subastarlos en el posterior refresco que la cofradía ofrece para sus hermanos, todos varones y casados, como mandan los estatutos de la agrupación.
Y si los hombres se unen en torno a la cofradía de la Cruz, las mujeres lo hacen en la de Santa Águeda, encargada de organizar los festejos en honor de la santa mártir que veneran con especial devoción el 5 de febrero. Una agrupación de mujeres que organiza cursos y excursiones también aglutina a las féminas de la localidad. Los jubilados también cuentan con su propia agrupación; los jóvenes forman otro colectivo que organiza actividades deportivas, viajes y prepara una representación teatral para las fiestas y la de padres y madres de alumnos, además actividades extraescolares, prepara la Cabalgata de Reyes.
Y para todos los públicos son las fiestas de Nuestra Señora de la Asunción, el 15 de agosto, y las de San Antonio, el 13 de junio. Verbenas, actuaciones, actos litúrgicos y vaquillas componen el programa de festejos.
Y es en las de San Antonio cuando tiene lugar una de las procesiones más curiosas de Remondo. Aunque los festejos de tipo más pagano se reservan para el fin de semana más próximo, el 13 de junio se celebra la misa y, año tras año, se repite la denominada ‘Procesión muda’. Tras la misa mayor, bajo el sol de mediodía que suele dominar el cielo en esos días en los que la primavera se prepara para pasar el testigo al verano, los vecinos de Remondo, acompañados por el sacerdote, se encaminan hacia el lugar en que un día se levantó el pueblo de Sanchisbudo. Más de tres kilómetros de camino orando que tienen un punto y seguido en el viejo cementerio rezando un responso por los difuntos antes de emprender el camino de vuelta. Un largo recorrido de más de seis kilómetros que incluso algún vecino del pueblo llegó a cubrir de rodillas para cumplir con alguna promesa.
Aquellos que no han procesionado hasta Sanchisbudo esperan a la entrada de Remondo con la imagen de San Antonio. A ritmo de la dulzaina y el tamboril, las dos procesiones se funden en una para recorrer la localidad bailando la tradicional jota segoviana.

Otra vía de comunicación

Remondo reclama el asfaltado del camino a Íscar, ya que sólo cuenta con una carretera de acceso

Isabel Jimeno.

Renovar las farolas por otras de ahorro energético e incrementar la iluminación pública, mejorar el asfaltado, terminar la renovación de la red de abastecimiento de agua potable y proseguir con la restauración de la iglesia son algunos de los proyectos en los que trabaja el Ayuntamiento de Remondo, sin olvidar una de sus principales luchas: convertir en carretera el camino a Íscar. Tres kilómetros separan por esta vía Remondo de la cercana localidad vallisoletana, con la que mantienen buena parte de sus relaciones comerciales, educativas, sanitarias, laborales e incluso sociales. Ahora deben recorrer siete kilómetros, por lo que hacer realidad este sueño «sería fantástico», destaca la alcaldesa, María José González Herrero. «Sería fundamental», subraya la regidora, quien advierte de que no sólo serviría para esta «más cerca de Íscar», sino que también mejoraría las comunicaciones. Y es que por el momento sólo una carretera sirve de entrada y salida al pueblo. Una única vía que nace y muere en la localidad a menor altitud sobre el nivel del mar de la provincia de Segovia (754 metros). Esa proximidad al núcleo industrial iscariense y el espíritu trabajador de los vecinos permiten que en los últimos años Remondo mantenga relativamente estable su población. Todo un logro en estos tiempos en los que el medio rural pierde habitantes. Atrás quedaron los años, hace cerca de un decenio, cuando el padrón bajaba y bajaba y apenas había niños por sus calles. Jóvenes que se quedan, otros que llegan nuevos y extranjeros que también vienen ayudan a ganar la batalla a la despoblación y permiten que el colegio mantengan sus puertas abiertas con una docena de alumnos. Niños «Todos los años van naciendo niños», subraya orgullosa de esta evolución la alcaldesa de este municipio, consciente de que contar con servicios como cobertura de telefonía móvil, acceso a Internet de banda ancha, salón de usos múltiples y polideportivo cubierto ayudan a que la gente se quede a vivir en Remondo. También la actividad lúdica y cultural es clave para dinamizar la vida del pueblo. En este sentido, uno de los colectivos que trabajan es la asociación de mujeres, a cuyo frente también se encuentra María José González. Talleres o excursiones son algunas de las actividades que organiza el colectivo para hacer más amena la vida a las féminas y a las gentes de Remondo, que se caracterizan por su carácter trabajador.Próximo pueblo: Villaverde de Íscar

La menor altitud de la provincia

Remondo está situado a 754 metros de altitud y su principal fuente económica es la agricultura de regadío

Elena Rubio

La lengua ha evolucionado a lo largo de la historia, haciendo que se transformen muchas palabras o que sean derivados de su significado inicial. Sin embargo, el pueblo situado a menor altitud de toda la provincia se sigue denominando igual que en la Edad Media, Remondo. Al parecer su nombre puede deberse a su fundador, un cristiano llamado Raimundo.

También de su primer repoblador procede el nombre de uno de los despoblados de Remondo, Sancho Sesgudo, cuyo significado es ‘Sancho, el hijo de Sisegudo’. Era un núcleo muy pequeño del que sólo se tiene constancia que estuviera poblado en 1247. En aquel entonces pagaba 5´5 maravedíes al Obispado. Estaba a algo más de dos kilómetros al norte, a la derecha del Camino Real de Valladolid y cien metros antes de la división municipal entre Remondo y el pueblo vallisoletano de Íscar.

Precisamente, gracias a la cercanía a esta localidad de Valladolid, hoy sigue siendo uno de los pocos pueblos que mantiene o incrementa su población, un hecho que se ha producido a la largo de toda su historia. En 1528 tenía 27 vecinos y en 1751 había subido hasta los 34. Por esas fechas, en la plaza del pueblo se alzaban sus dos edificios principales: la casa del Concejo y la iglesia de la localidad.

Cerca del templo se encontraba el barrio de la Laguna, denominado de esta manera porque había un extenso bodón donde bebían los animales y se criaban gansos. No era el único barrio que tenía esta localidad, porque otras casas se agrupaban cerca del denominado Pozo Bueno y de la ermita del Humilladero. Ésta última construcción se sitúa en los límites del pueblo y tiene adosado el cementerio.

Esta ermita tiene asociada a su historia algunas curiosidades. En 1662 sólo quedaban ruinas del templo original, por lo que el Visitador concedió licencia a los vecinos para que pudieran reconstruirla. Los vecinos construyeron una nueva a mediados del siglo XVIII, por lo que esta figura reguladora del orden les concedió una licencia para que el cura bendijera la ermita en 1745. Un hecho que no se produjo hasta 1760 cuando recibió la bendición de manos del cura Juan Manso. Por eso durante quince años en la ermita no se produjo apenas el culto.

Agricultura

Lo que sí tiene una bendición son los productos que se cultivan por estas tierras. La cercanía a la presa sobre el río Pirón ha provocado que la agricultura de regadío haya sufrido una expansión y Remondo se haya sumado a la lista de localidades segovianas que cultivan productos hortícolas. Y es que la economía de este pueblo ha estado basada desde hace siglos en la agricultura y en la ganadería.

A mediados del siglo XIX, Madoz afirmaba que los vecinos de este pueblo producían trigo, cebada, centeno, algarrobas, garbanzos, muelas, patatas, rubia, piñones, melones y sandias. También criaban ovejas, vacas, asnos, yeguas y cerdos, además de cazar liebres, perdices y palomas.

Hoy muchos de los vecinos de Remondo tienen su trabajo en Íscar y mantienen relaciones comerciales, educativas y sanitarias con esta localidad. Por este motivo, una de las luchas actuales del equipo de gobierno de Remondo es convertir en carretera el camino de Íscar. Son apenas tres kilómetros que mejorarían considerablemente la calidad de vida de estos vecinos.