Chañe

Encender el recuerdo

Desde hace cinco años Chañe recupera el Jueves Santo la tradición de prender una de las dos pegueras que se conservan en el municipio

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

La del Camino de Narros y la del Majuelo de las Médicas son las dos pegueras que se conservan en pie en Chañe y que sirven para que los mayores recuerden su pasado y los jóvenes sepan cómo era la vida de sus ancestros, muy vinculada al extenso pinar que surca el término municipal de la localidad.
El paso de los años, el cambio de usos y la aparición de nuevos productos relegaron a un segundo plano los oficios vinculados a los pinos. Con ellos, la labor del peguero desapareció, aunque desde hace cinco años en Chañe se ha recuperado la tradición de encender una de las dos pegueras que aún se mantienen en pie, la del Majuelo de las Médicas.

Cada Jueves Santo, a primera hora de la mañana, la actividad regresa junto a la construcción de ladrillo refractario en forma de iglú en la que se queman los sarros (restos de resina mezclados con arena y barrujo que se obtienen directamente del suelo de los pinares) para obtener la pez (líquido viscoso resultante del calentamiento de los sarros que se emplea para impermeabilizar cubas y botas).
Este año, de nuevo el humo ha vuelto a salir de la peguera, aunque no sin cierta decepción para muchos de los espectadores. Y es que la limpieza de los pinos resineros ha impedido encontrar sarros en los pinares y, según avanzaron los operarios municipales, será complicado obtenerlos en unos años, por lo que la madera sustituyó al tradicional ingrediente para que la peguera volviese a encenderse.

Con sarros o madera, Chañe ha vuelto a cumplir hace unos días con la recuperación del encendido de la peguera, una tradición que se recuperó con el objetivo de dar a conocer a los más jóvenes cómo era parte de la vida cotidiana de los chañeros.

De los sarros, la pez

Una laboriosa tarea que requiere más de dos horas de trabajo desde que la estructura de la peguera se empieza a llenar con sarros y madera hasta que se cierra con adobe y se prende para que el proceso dé lugar a la pez. Pero para que el producto final salga, han de pasar tres o cuatro días, los mismos que los sarros continúan ardiendo para dar lugar al viscoso resultado que antes se utilizaba con frecuencia en la impermeabilización de cubas y botas de vino.

Hoy, la peguera sólo se enciende unos días al año, los oficios vinculados al pinar han quedado prácticamente extinguidos y la quema de sarros y posterior obtención de pez ya no tiene fines económicos, sino que se realiza para que las nuevas generaciones conozcan cómo fue la vida de sus antepasados.

Procesión por la iglesia

La Cofradía del Santísimo de Chañe celebra la Minerva el tercer domingo de septiembre a julio

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Iglesia parroquial dedicada a San Benito Abad. / I. J.

Acompañar a los penitentes durante las emotivas procesiones y acudir a los oficios religiosos es una parte imprescindible de la Semana Santa de Chañe. Pero, sin duda, una de las citas obligadas de estas fechas para las gentes de Chañe es asistir el Miércoles Santo, a la ‘Colocación del Monumento’ en el interior de la iglesia de San Benito.

Una ancestral tradición que al menos se remonta hasta el siglo XVIII, pues ya en 1780, en las ordenanzas de la Cofradía del Santísimo Sacramento, se habla de colocar el Monumento, aunque no se sabe a ciencia cierta si es el actual u otro más antiguo.

Sea como fuere, lo cierto es que este acto está muy arraigado en Chañe, donde el miércoles de la Semana Santa, sobre una estructura de maderas, se colocan los lienzos, de grandes dimensiones. Tan grandes como retablo Mayor, las piezas de tela azul con ilustraciones de la pasión que permanecen hasta la tarde del Viernes Santo.

De hondo calado religioso también es otra de las tradiciones más antiguas de Chañe: la Minerva. Una procesión que cada tercer domingo de mes, desde septiembre hasta julio, se celebra por el interior de la iglesia de San Benito.

Y así desde hace siglos, pues se estima que la Cofradía del Santísimo Sacramento, quien se encarga de mantener la tradición de la Minerva, tiene tras de sí más de quinientos años de historia, y en 1748 además recibió una bula papal otorgada por Benedicto XIV por la que se concede a la parroquia de Chañe este privilegio cuya finalidad es que perpetuamente se rece por las intenciones que figuran en ese documento para que, de esta forma, quienes lo hicieran, se ganen las indulgencias concedidas.

Velas y esquilas

Y desde entonces, al tercer domingo, desde el mes de septiembre al de junio, se celebra esta procesión solemne con el Santísimo en la Custodia por el interior de la iglesia. Seis hombres de la cofradía portan el palio bajo el que procesiona la custodia, alumbrada también por las velas encendidas que portan todos los hombres presente en el templo.

Mientras, los monaguillos llevan el incensario y hacen sonar las esquilas con las que advierten a los files de la veneración que se merece el Santísimo.

De regreso al altar, el sacerdote da la bendición a la Custodia que lleva dentro a Jesús Sacramentado, que de nuevo volverá a procesionar por el interior de la iglesia de Chañe el siguiente tercer domingo del mes para cumplir con la tradición de celebrar la Minerva.

Cultivar el futuro

Chañe trabaja en la creación de un polígono que amplíe la industria de este pueblo con una importante actividad hortícola

Texto y fotografías de Isabel Jimeno

La importante actividad hortofrutícola, sobre todo, vinculada a la plantación de fresa supone uno de los principales focos de empleo de Chañe que no sólo sirve para absorber la mano de obra de jóvenes de la localidad que se incorporan al mercado laboral, sino que también genera un importante movimiento de trabajadores que llegan a esta localidad segoviana, sobre todo son extranjeros contratados en origen. «Realmente, aquí no hay paro», destaca el alcalde, Dionisio García Esteban.

El principal 'boom' se produce a principios del otoño, coincidiendo con la campaña de recogida y selección de la plata de fresa, la actividad que demanda más mano de obra; pero ya desde el mes de abril el goteo de trabajadores foráneos comienza a incrementarse. Tratar la planta, quitar las flores... son muchas las tareas que requiere este cultivo que hace más de un decenio comenzó a despuntar en Chañe, hoy convertida en una de las localidades destacadas en la producción de plantas de fresa que con la llegada del otoño son trasplantadas en latitudes más cálidas para que den sus frutos.

Dos importantes empresas vinculadas a este producto y otros almacenes que también trabajan con productos hortícolas como el puerro, la patata, la zanahoria mantienen la actividad durante todo el año y hacen de la agricultura y la industria vinculada a ella la principal actividad económica de Chañe, con un buen número de puestos de trabajo que ayudan a mantener e incluso incrementar el padrón del municipio.

Extranjeros

Buena parte de esos vecinos son extranjeros. Y es que en Chañe no sólo hay foráneos durante las temporadas con mayor demanda de trabajo, a lo largo del año también hay un importante colectivo. De hecho, los inmigrantes suponen ya cerca del 20% de la población de este municipio segoviano. Más de un centenar de gentes de llegadas de otros países residen de manera habitual en Chañe. La colonia rumana es la más importante, aunque también hay de otras nacionalidades como la búlgara o la polaca.

Con sus hijos y con los de las parejas jóvenes que se quedan a vivir en el pueblo, el colegio va manteniendo su actividad y la Junta de Castilla y León reformará sus aulas.

Para que las industrias que tienen aquí su sede no se vayan y para que lleguen otras nuevas que creen más puestos de trabajo y diversifiquen la economía, el Ayuntamiento trabaja en la creación de un polígono industrial de más de 39.000 metros cuadrados.

Hacer viviendas sociales, una residencia de ancianos y un centro de día para mayores y una depuradora son otras de las pretensiones del Consistorio de Chañe. Hasta que esos grandes proyectos vean la luz, sigue trabajando en otras obras tan necesarias como la renovación de las redes de agua potable, el asfaltado de nuevas calles o terminar de cubrir el frontón para ofrecer más y mejores servicios a una localidad que, gracias a su importante actividad hortofrutícola, consigue retener a sus jóvenes e incluso aumentar su población.

Pasado industrial

Chañe conserva las ruinas de una fábrica de achicoria y existen pegueras que se encienden en Semana Santa

ELENA RUBIO ARAGONESES

Buena parte del sustento de la economía de Chañe se encuentra en los cultivos hortícolas que se encuentran dentro de su término municipal. Y es que la localidad es uno de los centros de referencia de la comarca de El Carracillo. Una de las actividades más importantes con las que cuenta son los viveros para la producción de los plantones de fresa que se arrancan a principios del otoño para ser trasladados a otras latitudes más calidades. Pero durante todo el año los agricultores de esta zona también producen remolacha de mesa, zanahorias o puerros.

Una actividad que se mantiene los 365 días del año, continuación de oficios que se dieron en el pasado. No se puede olvidar que Chañe se encuentra situado en pleno mar de pinares por lo que por el pueblo todavía se localizan varias pegueras, es decir, hornos con forma de cúpula construidos con ladrillos. En su interior se quemaban el barrujo, el sorro y los restos de resina para obtener la pez, un producto que luego se utilizaba para impermeabilizar las cubas y las botas.
En recuerdo del oficio de peguero y para que los más jóvenes del lugar sepan cómo era la vida de sus ancestros, desde hace algo más de un lustro se ha recuperado la tradición de encender una peguera el día de Jueves Santo.

A primera hora de la mañana comienza a salir el humo por estos hornos de ladrillo rellenos de 'productos' del pinar. Un trabajo laborioso que requiere un par de horas desde que se empieza a llenar la peguera hasta que se cierra con adobe. No obstante, tienen que pasar tres o cuatro días para que se obtenga la pez.
Pero no era la única actividad industrial que había en Chañe ya que a principios del siglo XX se construyó una fábrica de achicoria. Hoy es de propiedad privada y tan sólo quedan los muros perimetrales realizados con ladrillo.

La achicoria es una bebida que se hace por la infusión de la raíz tostada de esta planta y se utiliza como sucedáneo del café. La achicoria tuvo su esplendor en época de crisis económica y es un recurso que el campo segoviano no quiso desaprovechar. En el proceso de transformación había varias fases: separación de las hojas de la raíz y su lavado; cortado de las raíces en trozos pequeños, secado, tostado, molido y envasado.

Este producto tuvo su esplendor a finales de la Guerra Civil hasta la década de los sesenta o setenta. El motivo es que en esos años comenzó a prosperar la economía española y aumentó el consumo del café. No hay que olvidar que la achicoria estaba considerada como el sustituto pobre del café. En la década de los sesenta también hicieron su aparición los productos solubles, contribuyendo a la caída de esta bebida. La fábrica de achicoria de Chañe fue abandona en la década de los setenta.

No son los únicos restos que se localizan en Chañe ya que uno de los mayores tesoros de este pueblo está en el suelo. Los expertos han localizado veintidós yacimientos comprendidos desde el Paleolítico Inferior pasando por la Edad del Bronce, las épocas romanas y visigodas y los períodos celtibéricos. Estos hallazgos han hecho que el pueblo reciba la declaración de Municipio de Protección Arqueológica.